La portada de mañana
Acceder
El Supremo amplía la investigación de los correos de la pareja de Ayuso
La Generalitat reconoció por escrito que el seguimiento de ríos es su responsabilidad
Opinión - Lobato, en su laberinto. Por Esther Palomera

Lastra sale de la escena

2 de septiembre de 2021 22:37 h

0

En septiembre, que es mes de cambios y nuevos proyectos, se va Pepu Hernández y llega Héctor Gómez. El primero les sonará porque fue una ocurrencia de Pedro Sánchez en 2019 para encabezar la candidatura del PSOE al Ayuntamiento de Madrid. Desde entonces, al exitoso ex seleccionador nacional de basket, no se le conoció obra ni se le escuchó palabra en la cancha de la política. Ni buena ni mala. Pasó sin pena ni gloria por la Casa de Correos, donde ha vegetado dos largos años, tras llevar a los socialistas madrileños a su peor resultado electoral en la capital de España. Ahora dicen que dimite. ¿De qué dimite? De nada, porque nada hacía. Su hoja de servicios en la política local está expedita. Y ahora se va porque esperaba desde hace meses un destino que nunca llegó en el Consejo Superior de Deportes, donde primero acoplaron a Irene Lozano -aspirante fallida en esta última remodelación del Gobierno a embajadora en Londres ¡Menos mal que existe Albares!- y luego hubo que colocar a José Manuel Franco, después de que la dirección federal del PSOE le obligase a dimitir como secretario general del PSM tras el fiasco del 4M.

El segundo, Héctor Gómez, de quien no habrán escuchado una palabra hasta ahora -salvo que orbiten en el mundo PSOE-, asumirá desde el próximo lunes la portavocía de los socialistas en el Congreso de los Diputados en sustitución de Adriana Lastra, que no deja el cargo por voluntad propia ni porque Sánchez haya pensado en ella para nuevos cometidos. Más bien la saca de la escena, como sacó antes a Ábalos, a Redondo, a Salazar y a muchos más que sacará a partir de octubre, una vez celebrado el Congreso Federal de Valencia. 

La hasta ahora portavoz parlamentaria fue más rápida y hábil que otros y, en una reunión en La Moncloa con Sánchez y Santos Cerdán el domingo posterior a la remodelación del Gobierno, ya apuntó al presidente cuando le comunicó su salida el nombre del que podría ser su sustituto. Ella misma, con ayuda de sus servicios de prensa y su trompetería mediática, se encargó de vender la destitución como un ascenso para ocuparse en exclusiva de la vicesecretaría general del PSOE -como si el PSOE fuera hoy algo más que Sánchez y el Gobierno- y evitar que se la incluyera en el saco de las desgracias. 

Lastra no tendrá foco ya ni en el Congreso ni en el PSOE. Por eso Sánchez inventó también el cargo de portavoz de la comisión organizadora del Congreso Federal de Valencia que ya ocupa Eva Granados, que también estará al frente del Grupo Socialista en el Senado. Santos Cerdán se ocupará de la fontanería socialista hasta el cónclave de octubre. Más allá de esa fecha nadie apuesta por la continuidad ni del navarro ni de la asturiana. Dar por seguro algo con Sánchez es yerro seguro. El secretario general de los socialistas es la constatación de que a la política no se viene a hacer amigos y de que las revoluciones acaban siempre por devorar a sus hijos. Es un axioma que se cumple en todo asalto al poder. Y el que promovió Sánchez en 2017 en la organización socialista no iba a ser distinto.

Del sustituto de Lastra poco se sabe, salvo que siempre amaga con marcharse de los sitios; que ayudó a Sánchez durante las primarias socialistas; que renunció a ser candidato en Canarias y él mismo propuso a Ángel Víctor Torres para el cartel electoral; que luego quiso debilitarlo; que tras la moción de censura con la que el PSOE volvió al Gobierno aspiró a ser secretario de Estado de Cooperación pero le vetó Borrell; que después aspiró sin demasiado éxito al mismo cargo en Turismo y en Comercio; que, al final, le situaron en Turespaña, puesto que abandonó por discrepancias con la ministra Reyes Maroto; que hace dos semanas sus compañeros le situaban fuera del Parlamento porque amagaba con irse y que será el veterano Rafael Simancas, y no él, quien desde la secretaría de Estado de Relaciones con las Cortes se encargue de la interlocución y la negociación con el resto de grupos parlamentarios. Un nombramiento, en definitiva, que pocos en el PSOE se explican.

P.D La lista de damnificados no acaba con Lastra.