Lina Gálvez: La necesaria revolución feminista del conocimiento

En unos días de tanta información política, de tantas sorpresas agradables y de tantas buenas noticias para la lucha feminista, ha pasado un cierto desapercibido el nombramiento de Lina Gálvez como consejera responsable de las Universidades y del conocimiento en Andalucía. La apuesta del ejecutivo andaluz por esta Catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad Pablo de Olavide es, o al menos así me gustaría que fuera, un guiño a la potencialidad transformadora que también para la igualdad tienen las ciencias y los saberes, y no digamos una educación que lleva años sumida en un hondo pozo al que la condenan los criterios neoliberales que, por supuesto, también han llegado a las Universidades. Aunque me temo que en determinadas cuestiones el margen de maniobra de la nueva Consejera sea limitado, sí que confío en que sea capaz de abrir muchas ventanas, de quitar el olor a polilla que desprenden muchos armarios universitarios y que intente al menos hacer de la investigación y las Ciencias, incluidas por supuesto las Sociales y las Humanidades, base del desarrollo de una Comunidad Autónoma que hace tiempo que parece haber tirado la toalla en este sentido.

No tengo ninguna duda de que Lina, de profundas convicciones feministas y situada más a la izquierda de un gobierno que respira gracias al aliento de Ciudadanos, va a trabajar muy duro para que la paridad sea también un principio presente en el poder que representa el conocimiento. Sigue haciendo falta una mayor visibilidad y reconocimiento de las mujeres científicas, otorgarle mayor autoridad a sus trabajos y aportaciones, además de que tienen por supuesto que estar en los órganos que administran y reparten recursos, es decir, en el meollo del poder. Todo ello por no hablar de la ausencia flagrante de la perspectiva de género como línea principal y transversal en los proyectos de investigación, en los programas de las asignaturas mediante las que formamos a los y las futuras profesionales o, en general, en la definición de las líneas estrategias de un ámbito, el de los saberes, que es esencial en la superación del orden político y cultural que constituye el patriarcado.

El ámbito público, y no digamos todo lo relacionado con unas Universidades que son las más fieles reproductoras del orden establecido y de la universalidad sustitutoria masculina, necesita de mujeres como Lina Gálvez que, estoy seguro, no solo proyectará su mirada de economista feminista en todo lo que haga, sino que también intentará, en todo aquello que la dejen, mostrar que caben otras maneras de gestionar los intereses comunes y, por tanto, de entender la política. La gran revolución pendiente no solo tiene que ver, que también, con la mayor presencia de mujeres en los puestos de decisión, sino también con el cambio de unas reglas del juego que fueron diseñadas por nosotros y que siempre han jugado a nuestro favor. Es necesario, urgente diría yo, desmasculinizar la política y, por supuesto, hacer lo mismo con una educación superior en la que faltan Rectoras y en la que sobran catedráticos que piensan que el género es una ideología.

Confío pues en que Lina, que es de esas mujeres de las que uno siempre aprende por todo lo que dice y por cómo lo dice, aproveche esta ventana que se acaba de abrir en Andalucía para hacer posible que los aires violetas entren no solo en el gobierno autonómico sino también, y muy especialmente, en las Universidades. No tengo ninguna duda de que hará todo lo que esté en su mano para que así sea. Solo me queda pues desearle la mayor de las fortunas en una empresa que tanto necesita mujeres con el poderío de esta sevillana que nunca ha dejado de soñar con una plaza de Florencia.