Hace unas semana, la portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, dejaba el siguiente titular en una entrevista en Radio Nacional: “La gente se siente literalmente ordeñada en Madrid”.
Al amor del tuit, no tardaron en salir respuestas entre divertidas y asombradas por el titular:
Habitualmente, la palabra literalmente se ha usado para indicar que lo que se está diciendo no es una exageración o una forma de hablar: si algo ocurre de forma literal, quiere decir que ocurre tal y como lo estamos verbalizando, en un sentido no metafórico. Resulta que buena parte de lo que expresamos cuando hablamos no describe al pie de la letra la acción que ocurre, sino que lo hace de forma figurada. Subirse por las paredes, ponerse las botas, tirar la toalla, estar hecho polvo, partirse de risa, tomar el pelo. El habla cotidiana está cuajada de giros, exageraciones y frases hechas cuyo significado no es igual a la suma de los significados de las palabras que los componen. Los chistes (y también no pocos disgustos de los estudiantes de castellano) se nutren en buena medida de estos dobles significados no evidentes.
La palabra literalmente funciona pues como una especie de desactivador de frases figuradas. Cuando decimos que algo ha ocurrido literalmente, estamos avisando a nuestro interlocutor de que, en este caso, lo que estamos diciendo describe al pie de la letra lo que pasó. Cuando me calzo antes de salir de casa, me pongo literalmente las botas. Spiderman está que se sube por las paredes, literalmente. Este ha sido el uso tradicional de literalmente.
Pero se nos gastó literalmente de tanto usarlo. Desde hace tiempo, no es raro encontrárselo en contextos en los que no hay nada de literal en lo que se dice. Cuando Villacís asegura que en Madrid la gente se siente literalmente ordeñada, no parece muy probable que esté queriendo decir que los vecinos de la capital sienten que los estrujan por las ubres ni parece que de primeras esa sea la interpretación más natural que vayan a hacer los hablantes. Probablemente, Villacís se estaba refiriendo al uso metafórico del verbo ordeñar.
Literalmente está adquiriendo poco a poco un nuevo uso en el que pierde parte de su sentido original y pasa a funcionar más bien como palabra enfática o expresiva, como es el caso del titular de Villacís. Literalmente ya no siempre significa “de forma no figurada”, sino que, simplemente, puede servir para hacer más intensa la afirmación, como enormemente, tremendamente y otros -mente habituales.
El camino sin retorno emprendido por literalmente desde lo literal hacia el énfasis no es exclusivo del castellano. El equivalente en inglés literally lleva décadas inmerso en el mismo proceso de cambio de significado. De hecho, tras no poca polémica (y maravillosos chistes), y a pesar de la oposición de algunos hablantes nostálgicos que se resistían como gato panza arriba a aceptar el nuevo uso (que consideraban erróneo y hasta ilegítimo), en el año 2013 el muy respetado diccionario de Oxford incorporó literally con su nuevo sentido no literal. Es más, la propia palabra very (“muy” en inglés) sufrió hace siglos el mismo proceso que hoy afecta a literally. Very deriva del latín verus y era usada como “verdaderamente” antes de que el desgaste la convirtieran en el enfático “muy” o “mucho” actual. Es decir, con literalmente y literally estamos asistiendo hoy al mismo viaje que very hizo en el siglo XIV.
Sensiblemente es otra de esas trincheras en las que se está librando hoy la lucha por el cambio lingüístico. La Fundación del Español Urgente (que se dedica a estudiar el uso del español en los medios de comunicación y a resolver dudas lingüísticas) ha publicado recientemente los resultados de una interesante encuesta en los que se observa que el significado de la palabra sensiblemente varía por franjas de edad. Quienes tienen más de 30 años entienden mayoritariamente que si algo cambia sensiblemente, lo hace de forma notable. Pero para los más jóvenes, si algo varía sensiblemente quiere decir que el cambio es imperceptible o muy discreto, quizá por asociación con el sentido sutil o delicado que puede asociarse con la palabra sensible. A tenor de los resultados, la Fundación ha emitido una recomendación advirtiendo de que la palabra sensiblemente ha pasado a ser un término ambiguo y que por tanto es mejor usarla con cierta prudencia en los medios de comunicación para no llevar a error.
Literalmente y sensiblemente son casos recientes de palabras que han modificado o ampliado su significado en los últimos años. Pero no son ni de lejos las únicas. En nuestro repertorio léxico contamos con numerosos ejemplos de palabras que, aunque invisible hoy a nuestros ojos, son resultado de que los tiempos cambian y los significados se modifican.
La palabra nimio, que usamos habitualmente con el sentido de algo pequeño o insignificante, fue en el pasado algo desproporcionado o exagerado; álgido era originalmente algo muy frío; enervar, que hoy es poner de los nervios, significó debilitar. Y antes que elegante o avanzado, sofisticado era algo afectado y artificioso. El cambio lingüístico es imparable y no es posible bañarse dos veces en la misma lengua.
Forma parte de la naturaleza misma de la lengua y de las palabras el ir cambiando en forma y fondo. Aspirar a ponerle puertas al campo o límites al idioma no tiene más sentido que el de dejarnos llevar por la nostalgia o por la creencia infundada de que no hay mejor lengua que la que se habla en mi casa. Ante el cambio lingüístico, lo único que tenemos que hacer es ponernos cómodos, hacer palomitas y disfrutar del espectáculo lingüístico que sucede en vivo y en directo ante nuestros ojos.
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La imagen de este artículo es propiedad de Andrés Pajarón Lizcano.Andrés Pajarón Lizcano