Debe padecer una muy severa disonancia cognitiva el juez en excedencia Francisco Serrano para concluir, después de la sentencia condenatoria por violación a los de 'la manada', que a partir de ahora la única forma de relación segura entre hombres y mujeres será irse de putas.
Estremece pensar que este individuo machista haya podido dictar sentencias durante años, hasta que fue expulsado de la carrera por prevaricador. Asusta verlo ahora, elegido por una porción de andaluces, y de andaluzas, me imagino, sentado en el Parlamento de aquella comunidad.
Dice este sujeto que la decisión de todo un Tribunal Supremo responde al discurso y movilización de las feministas, a las que aplica calificativos que no pienso reproducir para no hacerle propaganda.
También es relevante el desprecio a la justicia con el que el abogado de los 'prendas' ha despachado la sentencia. Este sujeto ha sido entronizado en algunos platós de televisión, lo que le ha permitido hacer acopio de clientes, que también de eso se trata, y ha tenido en todo el proceso un grado de vinculación bastante mayor que el propio de un abogado con su cliente.
Aquellos que querían ver cómo gozaba la víctima mientras la violaban, o alguna supuesta experta, que sostenía en las teles que la decena de penetraciones simultáneas y por todas partes eran las propias de unas 'relaciones consentidas', no han dicho nada por ahora.
La sentencia establece una jurisprudencia que será de gran trascendencia en el futuro. El Tribunal Supremo podía haber confirmado el abuso sexual que sentenció de manera polémica la Audiencia de Navarra, o podía condenar que hubo agresión, que se trató de una agresión sexual, de una violación, de “un delito continuado de violación”, y subir la pena hasta los quince años, lo que ha hecho.
La pluralidad de agresores y de actos agresivos, la 'manada' de autores y partícipes de una pluralidad de delitos de agresión sexual, debería haber multiplicado las penas de los acusados. El Supremo no ha podido sin embargo tener en cuenta este múltiple delito porque ninguna de las partes lo planteó, se nos cuenta ahora.
La sentencia debe servir para achicar de manera contundente en el futuro los espacios de impunidad de los violadores.
Resulta desolador ver cómo después de las acciones criminales de Pamplona, se ha producido una especie de efecto emulación con la proliferación de otras manadas, así nombradas, en otros lugares de España.
No creo que la decisión del Supremo corte a partir de ahora la banalización de la violación por parte de algunos medios, que han enfocado los terribles hechos más como un 'jolgorio' que como una tortura de una mujer, víctima de una violación múltiple, en un escenario de violencia e intimidación y sin escapatoria.
Ojalá sirva, definitivamente, para que las mujeres víctimas de violación, ¡que no haya ninguna más! no se vean obligadas a dar explicaciones. Que no tengan que responder a interrogatorios encadenados para demostrar su inocencia.
Es la violación de hombres a mujeres uno de los pocos delitos en los que la víctima, las mujeres, se ven obligadas a dar explicaciones. Hay que recordar cómo a la mujer violada en manada se le reprochó que luego saliera con amigas, que sonriera, incluso se escrutó su forma de sentarse en el juicio como un síntoma inequívoco, al parecer, de que no fue violada.
La sentencia del Supremo es una forma de poner a limpio el Convenio de Estambul, según el cual existe delito de violación cuando hay intimidación y violencia por parte del hombre violador y no hay consentimiento por parte de la mujer violada, sin necesidad de que esta despliegue una resistencia heroica ante sus violadores, actúen estos solos o en grupo.
La sentencia resulta reparadora para la víctima, después de un calvario en el que se ha visto obligada a actualizar sus dolores y angustias a base de declarar reiteradamente sobre ellos.
El diputado por Vox en Andalucía, Francisco Serrano, podrá hacer lo que le dé la gana con su vida, dentro de la ley, pero que no utilice la sentencia como coartada.