¿Quién tiene que mandar en Podemos?

No ha pasado media hora del éxito electoral de Podemos y ya ha estallado la primera bronca interna entre sus promotores.

Por las informaciones que han trascendido de su última asamblea, se trata de algo tan viejo como saber quién manda en ese movimiento que reniega de los partidos convencionales, pero que parece haber copiado algunos de sus vicios nada más echar a andar.

La dirección visible quiere listas abiertas para el Congreso de los Diputados, pero prefiere una lista cerrada para la dirección de Podemos, votada por todo el que quiera, esté o no en los Círculos. Círculos que para alguno de los dirigentes visibles no son democráticos, ni equiparables entre si, ni de la misma calidad.

Los aún no visibles se quejan de falta de democracia interna, de mala comunicación entre la dirección y las bases –-si es que esa jerarquía existe-- y exigen que se aplique dentro de la organización lo que se predica para fuera: listas abiertas.

Parece que se trata de ver quién se empodera antes, quién capitaliza los excelentes resultados electorales que parecen haber sorprendido incluso a los propios promotores.

El caso es que en las intervenciones de esa tensa asamblea, con duras palabras, hay una retórica que huele a tiempos pasados: denuncias de maniobras conspirativas, acusaciones de urdir golpes de estado por hacerse con el poder recién estrenado, denuncias de incompatibilidades de proyectos que parecen destinados a estrellarse. Retórica antigua en modo el partido se fortalece depurándose, o de competición por dejar claro quién es más militante, si el que tiene más apoyos fuera o el que cuenta con más apoyos dentro. Competición por establecer quién ha dado más por este partido... En fin, nada nuevo.

Otro partido que se presentó en su día como denunciante de los políticos tradicionales, aunque estaba liderado por una política bastante tradicional, que se presentó como alternativa al bipartidismo como una nueva forma de hacer política, se ha llevado por delante a decenas de militantes fundacionales de ese partido, que han expresado su decepción de forma agria, dolida, muy personalizada.

Es posible que el frente de rechazo al estatus actual que representa Podemos, vea ahora y en el futuro cómo afloran las contradicciones entre sus integrantes, unidos por el considerado enemigo común, pero pendientes de otras amalgamas. Es posible que el único partido que en la historia de la democracia en España ha hecho de la foto de su líder el logo del partido en la papeleta electoral tenga no solo que hacer la digestión de los resultados, también deberá superar la compleja papeleta de organizarse entre la asamblea, el círculo o la célula, entre la necesidad de tomar decisiones y los tortuosos procesos para llegar a ellas. Quizás el primer debate está entre la organización leninista o el funcionamiento asambleario.