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Mañueco se hace un Ayuso, pero peor

20 de diciembre de 2021 22:19 h

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En la política actual las destituciones se anuncian en twitter. Las convocatorias electorales, también. Así andamos. Entre tuit y tuit, nos enteramos de que Castilla y León pasará por las urnas el próximo 13 de febrero, después de que su presidente, Alfonso Fernández Mañueco, decidiese -vaya usted a saber cuándo lo pergeñó- hacerse un Ayuso. Esto es mandar a hacer gárgaras a sus socios de gobierno, destituir a los consejeros de Ciudadanos, disolver las Cortes y anunciar elecciones anticipadas. La elegancia era esto: romper con los socios y llamar a las urnas a través de un mensaje en las redes sociales. 

Estas cosas antes se hacían con solemnidad y como exige el respeto institucional. Lo que viene siendo la distinción, un concepto tan en desuso como difícil de definir en esta política nuestra y que tiene que ver sobre todo con el fondo y con las formas. Hay quien cree que la elegancia es algo que se proyecta solo con la estética o el discurso, pero las maneras importan mucho. Y no hay nada más vulgar -o menos políticamente correcto y menos digno- que lo que ha hecho Fernández Mañueco, el hombre que hasta ayer decía que no disolvería las Cortes antes de tiempo. Ya se sabe que en política un 'nunca jamás' significa 'hasta dentro de cinco minutos'. Al menos, la dama de Sol nunca ocultó sus intenciones y, aunque en mayo tenía firmado el decreto de disolución de la Asamblea de Madrid antes de anunciarlo, avisó a su vicepresidente Ignacio Aguado de que lo mandaba a la cola del paro al término de su último Consejo de Gobierno y antes de informar a la prensa.

Al de Castilla y León, Francisco Igea, también de Cs, la noticia le pilló en una entrevista con Carlos Alsina. El hombre no tenía la más remota idea de la decisión y, al enterarse estalló en cólera: “Esto no lo hace un hombre de bien”.  Según acababa la conversación radiofónica, le entró una llamada de Mañueco: “Hola, Paco, que sepas que estás cesado tú y todos los consejeros de Ciudadanos y que voy a convocar elecciones porque es lo mejor”, le dijo. La respuesta no pudo ser más cortés y escueta: “Pues muchas gracias, Alfonso”.

Tampoco supo de la treta Inés Arrimadas, a quien, para mayor humillación, la noche anterior el propio Mañueco le había garantizado que no habría adelanto electoral. Ella cree que la mano que mece la cuna del popular no es otra que la de Fran Hervías, alias el señor Lobo, ese personaje de la política de los bajos fondos que un día subastó la estructura orgánica de UPyD a los naranjas; al siguiente vendió la de Cs al PP y mañana puede vender, si García Egea no se anda con ojo, la de los populares al partido de Abascal.

Lobos aparte, quienes sí estaban al tanto de la jugada era Pablo Casado y la dirección nacional del PP, desde donde aseguran que la decisión partió única y exclusivamente del presidente regional igual que hará Juan Manuel Moreno Bonilla si, finalmente, decide adelantar. Total, en Génova ya han asumido que, pase lo que pase, Sánchez, cuyo gobierno cumplirá dos años en enero, agotará el mandato, por lo que a Casado le da exactamente igual -o eso dice- que Andalucía convoque en junio o en octubre. 

El caso es que ya puede contar el presidente castellanoleonés que tenía en ciernes una moción de censura; que los naranjas andaban de flirteo con los socialistas; que la traición estaba en marcha o que la confianza se había roto, que lo que quedará para la posteridad será su grotesco modo de llamar a las urnas. Una maniobra con la que los populares persiguen de un lado, propinar un golpe electoral a Sánchez nada más arrancar el nuevo año y de paso poner a Casado en la pista de despegue para las generales y de otro, darle la puntilla a Ciudadanos antes de tiempo. 

Que los naranjas están amortizados en generales y también en autonómicas “es un hecho”, vaticinan en Génova, lo que no está tan claro es que Mañueco sea Ayuso. Ni las encuestas le otorgan el mismo resultado aplastante que a la madrileña cuando convocó las elecciones autonómicas ni está tan claro que Vox vaya a permitir la formación de gobierno sin pedir antes entrar en el Ejecutivo. Con la ultraderecha nunca se sabe. En Madrid, el discurso de Ayuso es homologable al suyo. El de Mañueco no lo parece tanto, aunque él aspira con esta convocatoria a lo mismo que la baronesa madrileña, esto es, gobernar en minoría después de haber matado (políticamente) a los naranjas. Se verá, porque las elecciones las carga el diablo y en Castilla y León viste igual que Abascal.