- “El marketing social, o el llamado teÌcnicamente 'marketing con causa', que ejecuta la banca tiene objetivos muy claros”, explica el periodista y crítico cultural Miguel Roig en El marketing existencial (Península), donde analiza un nuevo entorno en el que es necesario generar un relato –storytelling– del yo
A continuación reproducimos un extracto del primer capítulo
AsiÌ pues, le tengo antipatiÌa a esta razoÌn aguafiestas.
Montaigne, Los ensayos, Libro III
Aquello de que todo lo soÌlido se esfuma en el aire, que lo sagrado se profana para enfrentarnos a nuestras condiciones reales de vida y relacionarnos, implica una profeciÌa de Marx pero, convengamos, con un horizonte que no es el del fantasma que recorriÌa Europa en los albores de la era industrial. Si bien en su ceÌlebre manifiesto Marx no hablaba de globalizacioÌn, entendiÌa que la burguesiÌa necesitaba un mercado mundial. La RevolucioÌn francesa habiÌa abierto las puertas a una dinaÌmica de expansioÌn y el filoÌsofo alemaÌn lo advierte: «Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesiÌa recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear viÌnculos en todas partes». La Iglesia ya teniÌa el proyecto en marcha desde mucho antes: con las primeras carabelas partieron las cruces hacia AmeÌrica y poco tardaron en alzarse las catedrales. Pero los templos se construyen con piedras y la era industrial con mercanciÌas, sustituidas en la posteconomiÌa por productos financieros.
En 1989 se dictamina el fin de la historia y se levanta un muro virtual, evanescente. Un muro que, en palabras de Zygmunt Bauman, a diferencia del de BerliÌn o Palestina, es una construccioÌn financiera que se alza frente a los centros de distribucioÌn del conocimiento: se estaÌ de un lado o del otro. El problema es dilucidar esa ubicuidad, ya que el muro estaÌ en todas partes y en ninguna y lo que era una pared de ladrillos se ha esfumado hasta volverse intangible. Cuesta saber doÌnde estamos parados y, lo que es peor, establecer un punto de referencia para poder situarnos.
A finales de los ochenta y al comienzo de la siguiente deÌcada, la marca de cerveza San Miguel construiÌa su imagen con spots rodados en distintos lugares del mundo. Un anuncio de 1993, bajo el eslogan «Donde va, triunfa», muestra escenas de la campinÌa inglesa en las que aparece un pub y se escucha una tradicional melodiÌa britaÌnica. De repente, llega un camioÌn de San Miguel y se detiene frente al pub. Acto seguido, los parroquianos empiezan a beber la cerveza espanÌola y la muÌsica inglesa es reemplazada por buleriÌas. Lo mismo ocurre con otro anuncio en el que el camioÌn atraviesa la ciudad de Nueva York en una escena nocturna mientras se escucha a Frank Sinatra interpretando Strangers in the night. Esta vez, cuando el camioÌn se detiene frente a un bar, descarga la cerveza y empiezan a beber, la voz de Sinatra da paso a un grupo de rumba catalana que impone su propia versioÌn del tema.
En estos anuncios queda claro que desde un sitio concreto se proyectaba algo que en ese entonces pareciÌa soÌlido: una identidad. Y se sugeriÌa al consumidor el valor que podiÌa producir esa identidad, al tiempo que reafirmaba el lugar en el mundo desde el cual se expandiÌa. La publicidad proclamaba un orden en el que se podiÌa vivir.
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El 28 de junio de 2012, a traveÌs de un Real Decreto se creoÌ oficialmente el Alto Comisionado del Gobierno para la Marca EspanÌa y su oficina. En su paÌgina web, como en la de cualquier empresa, podemos encontrar un perfil completo de la Marca EspanÌa y un menuÌ trufado de atributos y datos miÌnimos para aquellos interesados en invertir, estudiar o trabajar para ella. Un anÌo despueÌs, tras su presentacioÌn oficial en la UnioÌn Europea, una nota en la paÌgina digital, titulada «La Marca EspanÌa se pone de largo en Bruselas», relata que, durante el encuentro, el comisario europeo JoaquiÌn Almunia «rechazoÌ los estereotipos que definen a EspanÌa y que hablan de un “norte industrioso y un sur perezoso”», mientras que el ministro de Asuntos Exteriores, JoseÌ Manuel GarciÌa-Margallo, «llamoÌ a superar el clicheÌ de “la EspanÌa de charanga y pandereta” y declaroÌ que EspanÌa es el segundo paiÌs maÌs valorado de Europa tras Alemania». Sin duda, tanto Almunia como GarciÌa-Maragallo dejan mucho que desear en su nuevo rol de gestores de imagen de una marca. Cualquier manual baÌsico de marketing indica que los defectos de una marca o bien se ponen en un primer plano para reconvertirlos en virtud o se esconden. Exponerlos con retoÌrica hueca es peligroso y ponerlos en acto es absolutamente suicida. Eso es lo que se confirmoÌ aquella tarde en Bruselas cuando, despueÌs de escuchar las palabras del ministro, la concurrencia asistioÌ a un espectaÌculo de flamenco en vivo.
Pero el flamenco, curiosamente, tambieÌn puede ser una herramienta de expresioÌn contestataria en el centro neuraÌlgico de la marca: la banca. Mediante flashmobs –acciones urbanas en un lugar puÌblico realizadas de manera directa, inesperada e impactante–, el colectivo Flo6X8, compuesto por artistas, bailarines y cantantes, irrumpe en las sucursales bancarias para intervenir con su performance en medio de la actividad cotidiana de las oficinas. En una entrevista al grupo en eldiario.es, una de las bailaoras considera que «el flamenco ha vivido una etapa dormida al abrigo de las administraciones, como el mundo de la cultura en general, y apuestan por su repolitizacioÌn». Uno de los nuÌmeros que ejecutan en los bancos se titula Los cuatro trileros, al que definen como una soleaÌ por buleriÌas, y cuenta, seguÌn sus propias palabras, «coÌmo los banqueros hicieron que los espanÌoles fueran cautivos de la troika». Los clientes y empleados de la sucursal se encuentran de repente en medio de un tablado flamenco, asistiendo pasivos y atoÌnitos a la actuacioÌn del colectivo, pero la red sigue cada intervencioÌn de manera masiva. Los viÌdeos de los flashmobs en las oficinas de Bankia y la Caixa superaron el medio milloÌn de descargas.
Como no puede ser de otro modo, el abandono por parte de los gobiernos de sus funciones baÌsicas, tan elementales como la utilizacioÌn de la poliÌtica para tratar de paliar el deterioro social y econoÌmico de la poblacioÌn, obliga de alguna manera a los gestores reales, la banca en general, a emitir discursos y mensajes que otrora emergiÌan del Estado y de las organizaciones sociales. Claro que, como es obvio, el marketing social, o el llamado teÌcnicamente «marketing con causa», que ejecuta la banca tiene objetivos muy claros.