Roger Español perdió la visión del ojo derecho el 1 de octubre por una bala de goma lanzada por agentes de la Policía Nacional en los aledaños de la escuela Ramon Llull de Barcelona. La víctima ha llevado el caso al juzgado para poder saber qué agente le disparó, pero en el Ministerio del Interior no se investigará de dónde procedió un tipo de proyectil que a raíz del caso de Ester Quintana ya no se utiliza en Catalunya.
El ministro justifica que ese domingo se utilizaran balas de goma para evitar que los agentes “fuesen atropellados por los tumultos que se les iban a echar encima”. Un “tumulto” formado por familias, estudiantes y jubilados que protegían la escuela Ramon Llull, como tantas otras, para reclamar que les dejasen votar.
En sede parlamentaria, y sin ruborizarse, Zoido ha defendido que la actuación policial fue “legítima, profesional y proporcionada”. No piensan lo mismo los heridos del 1-O ni tampoco la mayoría de la prensa internacional, que la juzgó más que desproporcionada. A los colegas corresponsales no se les manipuló con ningún argumentario del Govern. Lo vieron en directo porque muchos de ellos estaban en Barcelona informando de los detalles de esa jornada. Hubo 1.000 periodistas acreditados de 358 medios internacionales.
El ministro también ha ofrecido un dato ahora desconocido (y no será porque no se le hubiese preguntado). El coste de intentar frenar el referéndum fue de 87 millones de euros. Llegó a haber hasta 6.000 agentes destinados a evitar la celebración de la consulta. No lo consiguieron y al final hubo urnas, papeletas, porras y heridos. La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Cuánto hubiese costado la celebración de un referéndum pactado?
Zoido reconoce que no sabe cómo llegaron las urnas a Catalunya. Aquí va una pista. Los periodistas Laia Vicens y Xavi Tedó han publicado el libro 'Operació urnes'. Escrito en forma de crónica, en este libro se explica cómo se diseñó la organización clandestina del 1-O. El coordinador logístico del referéndum pagó de su bolsillo los 100.000 euros que costaron las urnas. Las compró en China, a una empresa con sede en Guangzhou, y abonó la factura en junio. Se transportaron en barco y llegaron un mes después al puerto de Marsella. Por camión se trasladaron a la ciudad de Elna y es ahí donde los voluntarios, de manera clandestina, las recogieron para introducirlas en Catalunya.
Si el ministro o los servicios secretos del Estado necesitan saber más lo mejor es comprar el libro de estos dos colegas. Además de ser un gran trabajo periodístico seguro que descubren cosas que no sabían. De nada.