El gobierno de Sánchez debería volver cuanto antes a la finca de Quintos de Mora porque necesita de inmediato una coordinación interna que brilla por su ausencia y que a este paso amenaza con ponerle en graves aprietos casi cada día.
La primera visita a la finca de Patrimonio en Toledo a finales de agosto fue más bien contraproducente. A la salida de allí, Moncloa tuvo que emplearse a fondo para deshacer el entuerto en el que se había metido el ejecutivo en la defensa del juez Llarena en Bélgica.
Durante su viaje relámpago a Latinoamérica, Sánchez desconcertó a su partido al cambiar su proyecto para el Valle de los Caídos. Ministros y dirigentes del PSOE salieron del paso como pudieron.
El presidente no había vuelto todavía a Madrid cuando saltó el escándalo del sindicato de trabajadoras del sexo aprobado por un Gobierno que se declara feminista y abolicionista de la prostitución. El gol por la escuadra en palabras de la ministra Magdalena Valerio se saldó con la dimisión de la directora general de empleo.
La cosa no mejoró en la primera semana de septiembre. El presidente anunció el impuesto al diésel y la ministra de Industria dijo minutos después que era un globo sonda. Luego reconoció que nadie le había contado lo que había dicho Sánchez y hasta tuvo que grabar un vídeo para mostrar su “apoyo” al presidente como si tuviera otra opción.
La última descoordinación, la de las bombas vendidas a Arabia Saudí ha sido sin duda la más grave. La Cadena SER avanzó la decisión de la ministra de Defensa, Margarita Robles de cancelar el contrato para vender 400 bombas a Arabia porque se estaban utilizando para atacar a población civil en Yemen saltándose la legalidad internacional. Una razón humanitaria incontestable, aunque seguramente se podría utilizar para otras muchas operaciones de venta de armamento. Si vendes bombas, suelen ser para bombardear.
Moncloa ha asegurado que la ministra no consultó con nadie su decisión; algo que parece increíble en un asunto de tanta trascendencia, aunque Robles ya protagonizó varias sonoras descoordinaciones cuando era portavoz en el Congreso. Aunque lo peor es que la ministra no debió de valorar cómo iba a ser la reacción de Arabia Saudí, lo que es incomprensible porque este país tiene importantísimos contratos con España como el AVE a la Meca o las fragatas que se están construyendo en Cádiz.
A cualquiera se le hubiera ocurrido que las autoridades de Riad iban a amenazar con cancelar el contrato de las fragatas y eso suponía dejar en el aire miles de puestos de trabajo en Andalucía en vísperas de una campaña electoral. Vamos, siniestro total. Cuerpo a tierra que vienen los nuestros como dijo Pío Cabanillas. Las alertas rojas se encendieron en todas las terminales y hubo que volver a rectificar, en este caso de forma más dolorosa porque al final si se venden las bombas, se usarán para lo que temía la ministra de Defensa.
Todo esto ha ocurrido en apenas 10 días. Es evidente que el Gobierno debe corregir esta deriva porque si no, la oposición más dañina se la hará el mismo. Si se consolida en la calle la impresión de que es un ejecutivo de bandazos e improvisaciones en el que cada uno va por libre, eso será difícil de cambiar. Además, los cuchillos entre la vicepresidenta y el jefe de gabinete del presidente han comenzado a volar.
Estos episodios han oscurecido el balance de los 100 primeros días en los que se han hecho muchos anuncios y algunas cosas bien como la recuperación de la sanidad gratuita, aunque ahora por cierto es la ministra de Sanidad, Carmen Montón la que está en entredicho tras él último episodio de los casos de los másteres de la Rey Juan Carlos desvelado por este periódico. El Gobierno tiene todavía margen porque Rajoy y el PP se han ganado a pulso un tiempo en la oposición y además, Casado y Rivera están más pendientes de disputarse el espacio de la derecha más dura que de ofrecer alguno de ellos, una propuesta creíble y centrista que pueda convertirse en una auténtica alternativa.