Vas tan tranquilo por la calle, por supuesto sin mascarilla aunque sea una calle concurrida, con tu cara bonita al aire, pero no te das cuenta del riesgo al que te expones. No hablo de contagios ni de multas, sino algo más incómodo: que alguien te reproche por no llevarla. Incluso aún peor: que te pregunten por qué no la llevas.
Hasta ahora los tontos de mascarilla, los que siempre la llevan, se limitan a mirarte mal, apartarse a tu paso, murmurar entre dientes, quejarse en programas radiofónicos y escribir articulitos moralizantes como este. Pero cualquier día van a abordarte, ya verás. Con dos metros de distancia, pero te abordarán, te mirarán a los ojos y te dirán desde detrás de sus tapabocas: “tú, listillo, ¿por qué no llevas mascarilla?” ¿Y qué les contestarás? Como no lleves una respuesta preparada, balbucearás cualquier tontería. Así que piénsate bien qué responder. Sigue saliendo sin mascarilla, pero no salgas de casa sin una respuesta preparada. Venga, te echo una mano.
Para empezar, olvídate de colocarla en la papada, el codo o la muñeca: eso cabrea más a los tontos de mascarilla. Lo ven como una burla, que te ríes de ellos. Y si les dices que la llevas ahí pero que luego te la pones en interiores o aglomeraciones, los muy tiquismiquis te reprocharán que haces un mal uso, que ya se te han olvidado las recomendaciones sanitarias sobre su correcto manejo. Por cierto, ¿cuántos días o semanas llevas con la misma mascarilla quirúrgica?
Que da calor es cierto, pero como excusa es floja, porque igual te vieron pasear sin ella en los días frescos. Ni que es agobiante, porque te soltarán que más agobiantes son los trajes de protección que usa el personal sanitario. Si te disculpas por un olvido, te indicarán el súper, farmacia o chino más cercano. Tampoco digas que aunque no te la pones sí mantienes siempre la distancia de seguridad, porque lo cierto es que son ellos los que se apartan a tu paso, que a ti los dos metros te la sudan tanto como la mascarilla.
Ni se te ocurra alegar patología respiratoria porque, aparte de ser una mentirijilla, no faltará el sabiondo que te diga que precisamente la gente con problemas respiratorios son los que más deberían preocuparse por un virus que afecta a las vías respiratorias. Por las mismas, descarta excusas como “no soy población de riesgo” (además de ignorante quedarás como insolidario; y si el virus desborda los hospitales todos quedamos en riesgo, tú también), o “yo es que soy joven y no me afecta” (serás joven pero no idiota, no al menos tan idiota para no darte cuenta de que una crisis sanitaria y económica puede terminar de joder tu ya de por sí jodido futuro).
Va, no desesperes, todavía no has agotado el repertorio, sigue intentándolo. Que la mascarilla no es tan efectiva como dicen, ni lo menciones, porque los tontos de mascarilla siempre llevan a mano un recorte de prensa con algún estudio que demuestra lo contrario. Que las autoridades no se aclaran, ahora mascarilla no, ahora sí, tampoco vale: hace tiempo que se aclararon y no hay duda. Y lo mismo si sugieres que lo peor de la pandemia ya pasó: te soltarán una chapa sobre los rebrotes, los países que han vuelto a confinar, y la segunda ola que asoma por el horizonte.
Puedes indignarte y decir que es absurdo que te obliguen a llevar mascarilla para pasear por una calle, y sin embargo puedas ir corriendo en plan runner por esa misma calle sin mascarilla y resoplando sobre la gente. Te responderán que si quieres correr te vayas a un parque, al campo o cualquier espacio abierto donde no resoples sobre la gente. Si te indignas un poco más y denuncias la incongruencia de las medidas, que debas llevar mascarilla por tu barrio mientras los guiris entran por los aeropuertos sin apenas control y los bares están repletos, ten cuidado: es una chorrada de argumento. Te recordarán que el turismo y la hostelería responden a la necesidad de reactivar la economía para no hundirnos más, mientras que tu paseíto a cara descubierta no obedece a ningún tipo de interés general.
Pero, ¿qué haces, adónde vas con esa mascarilla? ¿Ya te has rendido? Espera, hombre, que aún no hemos agotado el argumentario. Aún falta la artillería pesada: las razones políticas. Venga, dale duro. “¡La mascarilla es un intento del Gobierno para tapar su fracaso y culpar a los ciudadanos del próximo confinamiento!” Hum, no suena mal, pero es raro sostener eso, y a la vez contribuir a que haya otro confinamiento y a que parezca que es culpa de ciudadanos como tú sin mascarilla. “¡Es una medida recaudatoria, solo buscan multar!” Pues nada, sigue así que ayudarás a aumentar la recaudación. “¡La mascarilla atenta contra nuestra libertad, es un bozal!” Ya veo, tú eras de los que en la moto llevaba el casco en el codo, fumaba en el baño del tren y usaba un truquito para no ponerse el cinturón de seguridad. Sigue así, campeón. “¡El gobierno de socialistas y comunistas bolivarianos está usando la pandemia para acabar con la democracia y…!” Alto ahí, que se te calienta la boca y acabas en Bill Gates y el 5G, con capirote de aluminio en vez de mascarilla.
Podemos seguir, seguro que se te ocurren más excusas, y todas tan sólidas como las anteriores. Yo creo que mejor nos dejamos de disimulos y, ya que sales sin mascarilla, hazlo con la frente bien alta. Si te preguntan por qué, o si lees otro articulillo como este, tú responde orgulloso, hinchando el pecho y con todas las letras mayúsculas: “NO LLEVO MASCARILLA PORQUE NO ME DA LA GANA”. Y punto.