“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas”
George Orwell
Alguien, inflando la épica, dijo que los periodistas somos perros de presa que nunca soltamos un asunto. De forma más prosaica podría decirse que somos las perfectas moscas cojoneras o, tal vez, que tenemos una paciencia proverbial y que nos han enseñado a tener siempre el regusto agrio de lo que no conseguimos mostrar. Esto viene al caso de que este verano les destapé lo que parecía, y sigue pareciendo, un flagrante caso de nepotismo y corruptela por el que Sofía Marchena, la hija del presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, pudo cambiar de la carrera judicial a la carrera fiscal -algo estrictamente vedado- y ocupar la plaza 36 para formarse como nueva fiscal cuando sólo se habían convocado 35. Por mor de la simplicidad y del ahorro del espacio que voy a precisar para contarles lo que como perra paciente he obtenido, les invito a leer o a releer La hija de Marchena, Marchenagate y El triunfo de Marchena publicados todos ellos el pasado verano en este diario donde se hace periodismo a pesar de todo. Y luego verán por qué lo resalto.
La publicación en exclusiva de tal cuestión en este medio, con las apariencias de corrupción y de nepotismo, en la persona de la hija del magistrado Marchena con la colaboración de la directora de la Escuela Judicial, Gema Espinosa -coincidentemente esposa del magistrado Llarena cuyo “jefe” es Marchena- y con la colaboración del inefable Carlos Lesmes, provocó un gran revuelo, al menos en el sector judicial y jurídico que quizá no tuvo ningún problema técnico para captar la relevancia de lo que se decía. Tanto fue así que las asociaciones judiciales y fiscales -excepción hecha de la conservadora a la que pertenecen los sospechosos de favoritismo- mostraron su indignación y pidieron la documentación del proceso para poder estudiarla. No obtuvieron respuesta. Nunca pudieron acceder al expediente completo. También, desde el Congreso, los diputados de Podemos solicitaron de forma oficial al CGPJ que entregara la documentación completa para poder analizar la licitud de lo obrado, para conseguir que Sofía Marchena Perea pudiera dar marcha atrás en su decisión profesional, por primera vez en la historia, para dejar de ser juez por oposición en la escuela de Barcelona y volver a ser fiscal estudiante en la escuela de Madrid. Nada. No han obtenido respuesta.
Aquí es dónde la espera paciente del periodista da muchas veces frutos. Y es que yo sí tengo ahora esos papelitos que ni jueces ni fiscales ni parlamentarios lograron. Estas cosas bonitas que tiene a veces ser periodista.
Una de las cuestiones que se dirimía, que todos querían saber, era el motivo por el que el caso de Sofía Marchena, la hija del magistrado Marchena, era distinto a todos los que se han producido en democracia. La respuesta que se dio fue que un informe de la directora de la Escuela Judicial así lo manifestaba, pero a nadie le fue dado echar un ojo al susodicho informe. Al fin puedo desvelarles el motivo y la finta, el montaje, por el que el caso de Sofía Marchena se convirtió en excepcional para darle un tratamiento distinto. Justo el tratamiento que Sofía Marchena deseaba para poderse cambiar de la carrera judicial, que eligió al aprobar la oposición, a la fiscal.
El informe de Gema Espinosa no dejaría de ser curioso si no resultara chusco. Dice el documento que “Sofía Marchena no ha podido ser evaluada porque no ha podido realizar el porcentaje mínimo exigible” a causa de una baja médica y que por ello “no puede considerarse que haya superado el curso”. Hasta ahí, todo son hechos. “Esta situación es inédita en la historia de la Escuela Judicial”, dice Espinosa, ya que ha habido bajas pero no tan largas y también ha habido alumnos que no ha superado el curso, pero debido a su deficiente formación académica. Le parece a la directora que la solución prevista en el reglamento de que Sofía Marchena vuelva a empezar el curso que no ha superado no es adecuado. Así que acude al diccionario de la RAE para decir que “repetir” es “volver a hacer lo que se había hecho” pero que la niña Marchena en realidad no ha hecho el curso en la escuela judicial así que “no se puede volver a hacer lo que nunca se ha hecho”. Literal. De verdad.
No le parece justo que una baja le obligue a repetir el curso como si hubiera suspendido. Esto sólo se puede entender si ya sabe que Sofía Marchena no quiere ser juez, puesto que si no su mayor ilusión hubiera sido, al recuperarse, volver a hacer tal curso y superarlo. Pero no, es obvio que lo que se busca es otra cosa. Por eso en lugar del reglamento de la escuela que dirige, la Judicial, Espinosa se va al de la Escuela en la que acabará Sofía, la Fiscal. Dice que ese reglamento, el de los estudiantes de fiscal, si diferencia entre no aprobar y no hacer el curso por “causa de fuerza mayor” y que en este último caso “se les tiene por no realizado el curso sin ninguna penalización ya que conservan la nota de la oposición para el siguiente curso en el que participan como si fuera el primero”. De tal artículo, Espinosa llega a la conclusión de que lo que hay que hacer con la hija del presidente de su marido es no que haga otra vez el curso de juez sin penalización -que eso es lo que dice también ese reglamento- sino que hay que retrotraerla no al inicio del curso sino al momento tras la oposición en el que se opta entre fiscal o juez para que vuelva a elegir. Obvio, si el objetivo es rectificar. Este estrambótico informe que firma Espinosa el 1 de diciembre en Barcelona se transforma el 23 de diciembre en una propuesta a la Comisión Permanente que viene a solicitar ese mismo viaje al inicio pero con otro texto, que pasa de los diccionarios y las acepciones, compuesto de un raro recorta y pega de diferentes letras y cuerpos y textos, y que vuelve a firmar Espinosa, en hoja última en la que sólo consta la firma, pero esa vez datado en Madrid. Rarísimo, porque raro es poco.
Tras la publicación de mis artículos en julio y agosto del año pasado, tanto el CGPJ como la Comisión de Selección y todo un corifeo de adscritos vinieron a decir que nada ilícito se había hecho y que, además, nadie había sido perjudicado por tal medida. Así el día 24 de septiembre, Sofía Marchena empieza su segunda oportunidad, única e insólita, en la escuela de fiscales en Madrid. Sin perjudicados.
Es asombroso pues que el día 25 de septiembre, el día siguiente, el presidente de la Comisión de Selección, Javier Huete, feche tres cartas dirigidas a Aitana Laín Brihuega, Cristina García Meléndez y Rocío Granado Corcoles. Las tres son fiscales recién salidas pero las tres fueron fiscales porque su primera opción de ser jueces fue cegada al no quedar plaza. Esa plaza que ocupó Sofía Marchena y que ahora quedaba libre al irse ella a la inexistente plaza 36 de fiscal. Si Sofía hubiera decidido ser fiscal no por gracia de una segunda oportunidad sino a la primera, estas mujeres hubieran podido cumplir su vocación. Así que Huete les dice ahora que si quieren ser jueces pueden decirlo y se pasarán también de carrera -algo, repetimos, vedado- con una adaptación especial del temario de la Escuela Judicial. ¿Saben lo que ha pasado? Que justo el día 24 se presenta un procedimiento contencioso-administrativo en el Tribunal Supremo contra esa decisión y resulta que no era verdad que no hubiera perjudicados como ya les dije. Eso ha pasado.
Consta también el justificante del envío por mail de esa carta de 25 de septiembre a las tres. Esos justificantes dicen que el envío se hizo el día 11 de octubre (17 días después del datado) a las 11.30, a las 11.32 y a las 11.33. Sólo consta una respuesta diciendo que rechaza la propuesta. Esa respuesta es de Rocío Granados y va datada el día 1 de octubre, diez días antes de haber recibido el mensaje con la pregunta. El texto es lacónico y ni siquiera va firmado. No me digan que no da como para un Expediente X.
Todavía habrá quien diga que todo este proceso fue transparente y perfectamente legal y que nadie le hizo un favor a la hija de Marchena. Sucede que no tengo duda de que lo mismo que he visto yo lo verán también los magistrados de la Sala Tercera del Tribunal Supremo. Les seguiré contando porque hay quien quiere que no lo haga y, ya saben, eso es periodismo.