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Pase lo que pase

16 de agosto de 2023 23:15 h

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"En política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno"

Esta es una columna en el filo porque versa sobre asuntos que en él se hallan. No puede ser prospectiva, porque quedaría vieja en unas horas, y no puede analizar lo que aún no ha sucedido en un momento en el que ni siquiera los protagonistas están seguros de lo que sucederá. Los que poseen la llave han establecido toda una serie de cautelas para que nada se filtre hasta que comiencen las votaciones en el Congreso, así que ni yo ni casi nadie podrían decirles a priori qué sucederá en la constitución de la Mesa del Congreso, primera jugada de la gran partida, la que consiste en responder a la gran pregunta: ¿habrá gobierno o nuevas elecciones? Lo que sí se puede afirmar antes de que obtengamos o no los resultados que cada uno deseamos o los que prevemos es que, pase lo que pase, estará dotado de toda la legitimidad parlamentaria que, sin duda, es la legitimidad democrática en grado superlativo.

Es importante afianzar esa idea fuerza de la legitimidad que resulte del juego parlamentario, sea esta la que sea. Lo mismo la presidencia sea para los socialistas que la cuestión dé un giro y termine llevándola a otras manos, lo cual es posible y está abierto. Sólo desde la prepotencia puede pensarse otra cosa. A la hora en que escribo estas línea, el partido que tiene la llave numérica sigue pidiendo un gesto político visible y claro para respaldar a Francina Armengol. A la hora en que escribo estas líneas hay quien cree que la oferta de la presidencia al PNV es una añagaza y otros que consideran que sería una bonita forma de bajarle los humos al PSOE y conseguir una situación que no incomoda ni al PNV, claro, ni a Junts ni siquiera al PP. Todo abierto. El guiño de retirar a Batet y descartar a otros candidatos para presentar a una persona más comprensiva y próxima al problema catalán no ha sido recibido como tal por Puigdemont que, a la postre, decidirá guste o no guste. Juego parlamentario, endemoniado, pero legítimo. 

Insisto en la legitimidad de todo lo que permiten la norma y las reglas parlamentarias porque hay demasiadas patitas asomando que pretenden manchar el juego democrático. Tan obvio es que en una democracia parlamentaria no gobierna el que consigue más votos sino el que consigue los necesarios para ser investido, que molesta profundamente el juego absurdo que el PP se trae con lo contrario. Tan obvio es que para que los números le den al PSOE necesita de Junts, que sobran las sobradas. Tan evidente resulta que cualquier partido sentado en el Parlamento tiene los mismos derechos y deberes y que cada parlamentario representa a la totalidad de la soberanía, nos gusten o no los presupuestos de su ideario, que sobran todas las sombras sobre las características de los pactantes: en la Cámara Baja no hay ni un diputado acreditado que no pueda legítimamente estar en ella, incluidos los ultraderechistas. Aceptado eso, puede presidirla un soberanista, puede pactarse con independentistas y con un partido que tenga reclamados por la Justicia, que nunca debieron serlo. Huelgan pues todas las descalificaciones y caben pues todas las combinaciones y todos los pactos por poco que los deseemos. 

Asumir la legitimidad de los actores políticos y del voto resultante de las urnas nos ahorraría bastantes problemas porque deslegitimar al adversario es una de las características de la agonía democrática. 

¿Qué puede legítimamente pasar? Por poder hay tres alternativas viables: una presidencia del PSOE, una presidencia del PP o la tercera vía de una presidencia del PNV. No todas tienen las mismas probabilidades pero todas están sobre la mesa. La última opción será la ganadora si Pedro Sánchez no hace el “gesto” pedido por Puigdemont, que en realidad no es un gesto sino “hechos comprobables”, y todo apunta a que esos hechos tienen una forma concreta y exigen un acto concreto que podría ser una firma. Todos guardan silencio pero es seguro que quienes tienen que saberlo lo saben. 

Lo que sea que suceda este jueves en el Congreso es seguro que no bloqueará totalmente las posibilidades de diálogo posterior. Quiere esto decir que la opción del PP es la improbable puesto que Junts no tomará decisiones que impidan posteriores negociaciones. Lo que sí puede hacer es dar muestras evidentes de que no van de farol. La Mesa y la Presidencia del Congreso no son toda la partida pero sí son una jugada decisiva. Sin marcar los tempos o dirigir los debates y con el Senado presidido por el Partido Popular una eventual legislatura se convierte en un calvario de muy dudoso recorrido. 

Será el voto de nuestros representantes el que lo decidirá, el juego democrático. Los pactos, los acuerdos, las demandas, las concesiones no son chantajes ni debilidades ni entregas ni chulerías. Son lo que sucede cuando fuerzas de signos diversos o incluso enfrentados deben tomar decisiones tal enmarcadas en el contexto legal. Pase lo que pase, absténganse de pensar que el mundo se acaba o de estigmatizar al partido o partidos que no hayan hecho lo que deseábamos. Cada uno hará lo que considere que desean sus electores, ahora más que nunca, porque las elecciones en el País Vasco y Catalunya están sobre el tapete y porque la repetición de las generales nunca lo ha abandonado.

Pase lo que pase, será juego democrático, aunque cada uno tenga sus preferencias. Yo, obviamente, también las tengo.