Dar ejemplo de crueldad sin fisuras es, para ellos, dar ejemplo de unidad. No son de los míos. Allí donde nosotros vemos gente que huye, con el hambre mordiendo sus talones, ellos ven hordas invasoras y les oponen cuchillas y otros criminales métodos de rechazo. No son de los míos. Sienten mayor consideración por la fiesta de los toros que por los derechos de la mujer. No son de los míos. Cuando se nos encoge el corazón porque se ha decretado una guerra que arrasará un país que nada nos ha hecho, ellos se ríen y aplauden. No son de los míos. Cuando se dicta una sentencia que persigue a un dictador o un genocida extranjero, y nosotros nos sentimos orgullosos de disponer de una jurisdicción universal, ellos se escandalizan y se apresuran a corregir tal osadía. No son de los míos. Llaman terrorista a la mujer que aborta y, al mismo tiempo, tratan de hacerle el boca a boca al vencido terrorismo, para que les permita seguir acojonándonos. No son de los míos. Dividen y separan a las víctimas y las favorecen y utilizan según el color de sus ideas. No son de los míos. Se aseguran de que la Justicia nos atenace, un retroceso tras otro. No son de los míos. Pisotean la ética y defienden la impunidad. No son de los míos. Destruyen todo lo que nos ayuda a mantenernos en pie: la cultura, el cine, que también lo es y está poblado de rebeldes. Retuercen el lenguaje, hasta desintegrar su sentido, para darle la vuelta al calcetín, estirarlo y convertirlo en una bufanda de hospicio que nos anude la garganta y anule el grito. No son de los míos.
No sé si los míos somos más. Pero hay que creer que sí, de lo contrario no tendríamos el valor de salir a la calle a gritarlo, hoy más que ayer pero menos que mañana porque eternamente es el día de los enamorados de la libertad: te quiero, libertad, te quiero, dignidad, y seréis míos, y os querré siempre. No sé si somos más, y tampoco lo sabía la primera persona que, cuando la ocupación nazi, tomó la iniciativa de imprimir panfletos y salió a la calle a repartirlos; ignoraba que, con ese gesto, encendía la Resistencia. Y no, no les estoy comparando, que no se apresuren a señalarme con el dedo, que yo ni soy ellos, ni soy como ellos. Firmemente declaro que no son nazis, claro que no, sino la oligarquía nacional católica, ya sin freno alguno, sin careta. Y no son invasores. ¿Quién necesita invadir, existiendo el Mercado?
Sin embargo, insisten en que somos suyos, creen que somos su propiedad privada, y que su mayoría absoluta nos representa, que se les dio carta blanca para aprisionarnos en su patria sucia.
Y no son de todos, ni somos de ellos.
Habrá que gritárselo. En la calle. Más y más y más que ayer, y etcétera.
Feliz Día de los Enamorados de lo que más nos falta.