Paz, amor y a cumplir la Constitución

29 de julio de 2021 22:37 h

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Con un equipo renovado y empeñado en cambiar las formas y el rumbo en todos los aspectos, Pedro Sánchez compareció para dar por finiquitado el curso político y hacer balance de los compromisos adquiridos. Todo optimismo. Cero autocrítica. Un discurso de paz y amor con la premisa de no confrontar siquiera con la exaltada oposición, que le ha colgado la medalla de oro en “destrucción de la economía”; la de plata,  “en mortalidad por COVID” y la de bronce, en “desigualdad” mientras maniobra para que la Conferencia de Presidentes sea un espacio de confrontación y de clima irrespirable. El presidente ha puesto en marcha una estrategia de contraste ​​con un PP del que no espera nada y del que aspira a diferenciarse en forma y fondo. 

En La Moncloa quieren pasar página de los silencios administrativos, las respuestas desabridas y la bunquerización informativa de los últimos tiempos y centrarse en las buenas noticias. Vuelve el buenrollismo “zapateril”.  Y el Ejecutivo no tiene intención de salirse del carril de la recuperación ni dejarse atrapar por “la parálisis y el rencor” de las derechas. “El Gobierno avanza”, dijo el presidente tras solemnizar que estamos a punto de superar un ciclo de la historia que marcará nuestra vida para siempre. Ahora toca recoger, añadió, “los frutos del esfuerzo realizado, abrir una etapa de recuperación a todos los niveles y trabajar por la esperanza y el entendimiento”. 

La disyuntiva es recuperación o crispación y su apuesta es centrarse en la primera, por más que la derecha abone el terreno de la hipérbole y la lucha partidista. Sánchez ha entrado en “modo zen” para distinguirse de un Casado excitado por las encuestas. Y mientras el primero habla de unidad y diálogo con los agentes sociales, con las Comunidades Autónomas, con los grupos parlamentarios y hasta con los estados miembros de la UE, el segundo sigue instalado en la descalificación, la desmesura y los extremos. Uno habla del valor del diálogo para lograr metas inimaginables y el otro sigue instalado en el bloqueo y en una oposición que el presidente calificó de “destructiva”.  Ya saben que en el universo político entre el blanco y el negro no siempre existen los grises, y el jefe de Gobierno y el líder de la oposición dieron buena muestra de ello.

968 días con sus 968 noches son las que llevan pendientes de renovación el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas y el Defensor del Pueblo porque el PP no ha cumplido con el mandato al que le obliga la Constitución. El partido que se abraza a la Carta Magna de día y de noche, que acusa a diestro y siniestro a los contrarios de pulverizar la letra y el espíritu de la ley de leyes, que se erige en garante único de todo el ordenamiento jurídico, no sólo ha bloqueado durante casi tres años el funcionamiento ordinario de las instituciones, sino que culpa al Ejecutivo de acabar con la Monarquía, con la Transición, con la soberanía nacional, con la Justicia, con el Constitucional, con el Supremo y hasta con la estabilidad territorial. Será que cuando gobernaba el PP la España autonómica era un remanso de paz, Catalunya no convocó dos refrendos ilegales, Rajoy no ordenó las cargas policiales para impedir la votación del 1-O cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo y los líderes del procés no fueron ni detenidos, ni juzgados, ni encarcelados.

En la España de Casado, que es una España imaginaria, aún existe ETA, Venezuela y Cuba envenenan todos nuestros sueños y el Gobierno de coalición es una máquina de desgobierno, inestabilidad y destrucción. En la de Sánchez, el nuestro es un país que va primero en vacunación y lidera la previsión de crecimiento económico, y lo que está por llegar es un espacio para el encuentro, la paz y el amor, pese a una oposición que se niega a cumplir la Constitución. Como ya sabrán, el semestre acaba igual que empezó. 

Descansen, disfruten del verano y, en septiembre, ya veremos si cambia algo que nos saque de tanta fatiga y este bucle infinito. No pierdan la esperanza pero, sobre todo, hasta entonces protéjanse porque aún vivimos en pandemia.