Es un tópico histórico que quien ocupa las máximas jefaturas en el Estado acaba vendiendo a los saharuis y genuflexionado ante la dictadura alauí. Cada uno elige el modo, pero el efecto siempre es el mismo. La práctica, más española y tradicional que el himno sin letra, la tauromaquia o ir de bares ha sido rendirse ante los designios de Marruecos y la han venido realizando desde Francisco Franco a Juan Carlos I, pasando de Felipe González a José María Aznar y llegando a José Luis Rodríguez Zapatero. Pedro Sánchez no podía ser menos y ha subido la apuesta cambiando la posición de nuestro país con el conflicto del Sáhara, que se mantenía desde 1978.
El pasado mes de noviembre volvió a moverse el avispero sin que nos diéramos cuenta hasta que el monarca marroquí abrió la espita de los niños por Canarias y Ceuta. La provincia española número 53 volvió a ser atacada por Marruecos en el paso de El Guerguerat y España miró hacia otro lado como ha hecho siempre. El Gobierno se calló, incluso aquellos que hablan en cada ocasión, hasta dejar de nuevo vendidos a quienes por derecho tenemos que proteger. Sáhara es nuestro Palestina, un pueblo honrado y maltratado del que somos responsables y al que estamos dispuestos a traicionar en cuanto la realpolitik nos aprieta un poco el cuello. No podemos ser un pueblo digno cuando no protegemos a quienes la historia nos encargó defender.
El derecho internacional que emana de la Misión de las Naciones Unidas para el referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO) dice que sigue siendo una colonia española, la última colonia de África y nuestra única colonia. El reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara convirtiéndola en autonomía de su represor por parte de Donald Trump a cambio de que Marruecos reconozca a Israel para que pueda seguir reprimiendo a los palestinos ha sido validado de forma unilateral por Pedro Sánchez. Recordemos que esta decisión es un incumplimiento flagrante de la resolución de la ONU por la que se declararon nulos los acuerdos de Madrid que cedían la soberanía del Sáhara a Marruecos y Mauritania encargando a España el mandato de dirigir el proceso de descolonización y asegurar el derecho de autodeterminación de los saharauis a través de un referéndum. Pero España ha decidido violar el derecho internacional cediendo ante EEUU, así que nada ocurrirá, nadie le sancionará, nadie protestará. Con esta decisión, eso sí, ha perdido la capacidad para hablar en términos éticos, morales y de derechos de la necesidad de armar a la resistencia de Ucrania mientras vende como esclavo a un pueblo igual de digno ante su tirano.
El PSOE ha vuelto a claudicar ante un dictador que no opera con el pueblo saharaui en términos diferentes a los que Vladímir Putin lo hace con el pueblo de Ucrania. Aunque existen varias diferencias: Marruecos no es una potencia y funciona con el salvoconducto de EEUU para martirizar y reprimir al Sáhara Occidental con bula y sello de legitimidad. En un momento en el que se intentaba transmitir un compromiso internacional de defensa de los derechos humanos, la legalidad internacional y la defensa y el apoyo de la resistencia de un pueblo atacado como el ucraniano, aparece un comunicado en el que el Gobierno de España rinde a la resistencia polisaria frente a su represor. No podía ser más oportuno para echar por tierra cualquier atisbo de legitimidad moral.
No es casualidad que esta decisión se haya hecho pública una semana después de que el Gasoducto del Magreb (GME) se reabriera tras un acuerdo entre Madrid y Rabat para que Marruecos pueda utilizarlo en sentido inverso para la exportación de gas licuado. La crisis en Rusia ha cambiado el sistema energético, de tal manera que el Magreb es el nuevo maná. El gas que hay que dejar de comprar a Rusia hay que pasarlo por el Estrecho y las relaciones de España con Argelia se convierten en prioritarias. Esta posición de España con el Sáhara entra en conflicto con la posición histórica de Abdelmadjid Tebboune y solo queda esperar a su reacción. La lógica hace pensar que no se espera amistosa, a no ser que exista una pieza en el tablero que desconocemos. Todos los recursos económicos en juego por la nueva geopolítica del gas llevan a intuir que el peón sacrificado por todos se llama Sáhara y que Argelia ha rendido Tinduf a cambio del nuevo mercado y los ingentes beneficios del envío de gas a Europa. Es lo que se desprende de la confianza del ministro de Asuntos Exteriores cuando apela a la esperanza en que Argelia no tome represalias. No puedo imaginar que no lo hayan hablado previamente para evitar el colapso que produciría el cierre del grifo por parte de Argelia. Son malos tiempos para la justicia cuando se está dirimiendo un nuevo orden internacional. El pueblo saharaui solo tiene de su lado la ley y la razón; arena para calima e ingentes cantidades de dignidad en medio de la nada.