La culpa es de los padres, que los visten como huelguistas. “Así educan a sus hijos”, clama en portada La Razón sobre la imagen de unas criaturas sujetando pancartas en una de las movilizaciones contra el wertazo. Para qué tomarse la molestia de pixelar los rostros de los chavales en cumplimiento de la ley. Otra cosa es que fueran policías atizando; entonces sí tendría sentido cubrirlos con un tupido velo o hacerlos desaparecer de la foto, que es lo que se va a llevar muy pronto.
La reprimenda a los malvados progenitores continúa en las páginas interiores. “Patética huelga de padres”, sentencia uno de los minieditoriales marhuendíes, antes de explayarse así: “Estos padres han alentado un modelo fallido que multiplicó el fracaso escolar. España no resiste hoy comparativa alguna con los países de su entorno. Complicidades como las de Ceapa conllevarían hipotecar el futuro de generaciones con formación insuficiente”.
Suma y sigue, en lo que se supone que debería ser la información pura y dura sobre las movilizaciones, el neutral cronista anota: “¿Sus propuestas para contrarrestar la reforma de Wert? Más laicismo, menos Iglesia, que los niños puedan repetir curso y menos autoridad para los maestros. O sea, más de lo mismo”.
Por ahí le pica también al editorialista de El Mundo. “Paro politizado y sin razones”, encabeza la pieza que derrota tal que así: “Es borchornoso que una asociación de padres próxima a la izquierda política, la Ceapa, secundara un paro estudiantil por primera vez en la historia”.
Lo que han leído hasta ahora son menudencias al lado del cabreo que gasta Hermann Tertsch a cuenta de los alevines revoltosos y sus terribles mamás y papás. “Si algo demuestra la huelga convocada por ese sindicato fantasmal ultraizquierdista y secundada por los socialistas de esa asociación de padres, es la urgente necesidad de una reforma educativa que ponga patas arriba todo el sistema existente”, se desgañita desde su pedestal en ABC. Por si no se le ha entendido, unas líneas más abajo se repite añadiendo bilis a la andanada: “Porque la reacción de tantos padres e hijos lo que demuestra es que este sistema educativo es una mierda. Ni más ni menos”. Anda, al final parece que está de acuerdo.
También en el vetusto diario, Jaime González carga con toda la potencia de su prosa. Ojo a la comparación que se saca de la pluma: “La huelga de la Ceapa es una medida reactiva, pura involución, como si las madres les negaran el pecho a sus hijos en protesta por la factura del parto”. Igual que su compañero de tintas, un par de puntos seguidos después, se reincide en la comparación láctea y pectoral: “Pasaremos a la historia por ser el único país del mundo en el que, de tanto progresar para atrás, las madres les negaron el pecho a sus hijos mientras reivindicaban que las ubres resecas del Estado no dejaran nunca de dar leche”. ¿Algún trauma de la infancia? Tiene toda la pinta.
Va de obsesiones recurrentes. Al re-nuevo director de La Gaceta, José Javier Esparza, hay nombres que no se le van de la azotea. Quién sino el villano leonés iba a estar detrás de todo esto: “Zapatero sometió a la izquierda española a un hondo proceso de descerebramiento que hoy se traduce no sólo en esos jóvenes violentos de bandera roja, sino también en esos papás (y mamás) que aplauden la barbarie de los nenes”.
A modo de corolario y glosa completa de lo que han leído, un par de líneas del editorial de Libertad Digital: “Esta semana hemos asistido a una inconcebible ”huelga de estudiantes“, que por no ejercer un trabajo remunerado quedan fuera del ejercicio de ese derecho. Las huelgas de estudiantes han de ser prohibidas taxativamente y las huelgas generales exactamente igual según establece nuestra legislación”. Prohibición, santo remedio.