La vergüenza y la rabia de las declaraciones del Gobierno en el 11M todavía escuecen. Hay palabras —“Y quien diga lo contrario, es un miserable”— que seguirán resonando como muestra de la ignominia. Pero puede que algo se haya aprendido. Hemos visto a Rajoy y a Puigdemont ofreciendo una comparecencia conjunta, y en la foto del minuto de silencio del pasado viernes, a Colau, Zoido, Puidemont, el rey Felipe, Rajoy, Sáenz de Santamaría, Junqueras… La unidad frente al terrorismo, al margen de ideologías políticas. Esa es la exigencia. Apelar al sentimiento de las colas para donar sangre, de la disposición absoluta de cada persona que de una forma u otra se encontraba allí o estaba cerca. A ese sentimiento que movilizó a toda una sociedad, sin fisuras, en Madrid en el 11M y en Barcelona este 17J.
No lo dudó un instante Manuela Carmena. Y en el abrazo a Colau nos sentimos representados y representadas. Al margen de a quién se haya votado, al margen de la ciudad en las que se viva, en ese gesto nos encontramos muchos.
Hay, sin embargo, quienes se resisten a las dolorosas enseñanzas que se desprendieron de aquellos fatídicos días. La burda utilización del dolor y la consternación para buscar rentabilidad política resulta hiriente, aunque sirva también de retrato de quien la enarbola. Que lo hagan medios agitadores, periodistas reptilianos, enfanga y contribuye a la confusión. Que lo hagan cargos públicos es del todo irresponsable y denota la total ausencia de capacidad para ostentarlos.
Como el alcalde de Alcorcón David Pérez, o el Concejal del PP del Ayuntamiento de Madrid Percival Manglano, quienes sabiendo que no van a saltar a las páginas nacionales por su buena gestión, requieren de exabruptos para llegar a ellas. El primero, quien ya saliera a la palestra por sus zafiedades iletradas contra las feministas, acusa en este caso a Colau de “allanar el recorrido a los terroristas”, y lejos de avergonzarse, lo continua reiterando. El PP de la Comunidad de Madrid se desmarca de sus declaraciones, “no representa la postura oficial de nuestra formación” dicen en un comunicado, pero ahí sigue. A esta infame carrera por buscar culpas en la gestión de Colau, se ha sumado también todo un ministro de Interior. Zoido, quien dio por desarticulado el comando y tuvo que ser corregido por los Mossos y la Generalitat, que no tuvo bastante con criminalizar a las ONG que salvan vidas en el Mediterráneo, o airear con tanta soltura como desconocimiento el tema de las supuestas denuncias falsas (con un pacto contra la violencia de género que parece tener más que entre las manos, entre el forro del pantalón) añade su voz a lo que deviene tema nacional, los bolardos.
El segundo de ellos, el Concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid, en su constante afán de ser “trending topic”, recurre a las simplezas más facilonas, esta vez al ritmo de “Imagine”. También sigue ahí como si nada. Otros como el jefe de cultura del Ayuntamiento de Santander, buscan sentar cátedra y no hacen más que constatar su ignorancia. Su alcaldesa, se limita a mostrar “respeto” por su “opinión personal”. Como si nada.
El Partido Popular y Ciudadanos en Cataluña siguen a la zaga del removimiento de fango y han arremetido contra el actual Teniente de Alcalde de Barcelona, Jaume Asens, por haber defendido a un acusado de yihadismo cuando ejercía de abogado. Obviando que son las garantías judiciales precisamente las que constituyen uno de los pilares del Estado de Derecho, y que por tanto es parte inalienable de la democracia.
Destemplanzas incendiarias éstas, como si alguien pudiera luego escapar del fuego, como si no lo arrasara todo cuando está prendido. En estos mismos momentos está ardiendo la sierra de la Cabrera, en León. A cientos de kilómetros se ve el resplandor de las llamas cuando cae la noche. El fuego se extiende inexorable. Es estremecedor. Así de fácil es cuando no se controla.
Tres menores de origen magrebí agredidos después de participar en un acto de solidaridad con las víctimas en Fitero, una chica musulmana en Usera a quien han dado una paliza, mezquitas con pintadas racistas y xenófobas, los insultos y la estigmatización de toda una comunidad. Cuánta vergüenza. Y todo ello propagándose como ese fuego de la Cabrera, en redes, en grupos de whatsapp, mientras algunos se empeñan en echar gasolina. No hay nada más miserable que buscar rédito político fomentando el odio, en este caso en forma de islamofobia. Si los medios debieran ser responsables (y exasperan las SanSebastianes y los Rojos), qué no debemos exigir a cargos públicos y personal político en general.
Viví el 11M de cerca, todavía recuerdo el dolor y la tristeza plomiza en las calles. Ese silencio extraño. El cambio de ritmo de toda una ciudad, que caminaba con los pies pesados. Pero en la que también las miradas se cruzaban en una suerte de conexión que trascendía algo, no sé muy bien qué. Supongo que se trataba simplemente de un síntoma de comunidad humana. Es cierto que en esos momentos, ante un golpe tan duro, se exacerba el sentimiento de unidad y confraternización.
Ese sentimiento, más allá de discrepancias, que las hay y muy severas, es el que pretende recoger la manifestación convocada para mañana sábado en Barcelona, bajo el lema “No tinc por” (No tenemos miedo). A Cifuentes parece que le ha llegado finalmente la invitación. La CUP rectifica y también acudirá. Instituciones y grupos políticos de todos los signos deben estar ahí. Quienes no debieran aparecer, ni allí ni en ningún sitio, son aquellos que utilizan vilmente a las víctimas para alentar fuegos, esos, los pirómanos de la política, que se queden muy lejos.