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¿Cómo se predicen los resultados electorales?

Cada vez que se publica una nueva encuesta, son muchos los que llaman la atención sobre un fenómeno “extraño”: mientras que PP y PSOE empatan en intención directa de voto –ver gráfico 1–, la predicción de unos hipotéticos resultados electorales acaba dando ventaja al Partido Popular –gráfico 2–. Y de ahí a descalificar al autor de la predicción hay un paso. Empezamos a escuchar palabras como cocina, cocinero o Chicote.

Lo que más me preocupa de esta situación es que sociólogos e institutos de opinión pueden acabar bajo sospecha por la batalla política. El trabajo del analista social no es sencillo en estos momentos. Los ciudadanos se mueven entre el desconcierto, la desesperación, el cabreo y el pesimismo. Interpretar este estado de ánimo y realizar a partir de esta interpretación predicciones es muy difícil. Pero si además su trabajo se ve afectado por la confrontación partidista, la tarea que tienen por delante sociólogos e institutos de opinión se complica mucho más. Y lo que es peor todavía, los ciudadanos pueden acabar sospechando de la fiabilidad de un instrumento tan útil como es una encuesta.

Por ello, dos son las tareas pendientes. En primer lugar, es deseable que los institutos de opinión y los medios de comunicación sean lo más transparentes posibles a la hora de publicar sus predicciones. Esto significa dar a conocer la intención directa de voto y el recuerdo de voto. Como veremos a continuación, son dos variables muy relevantes a la hora de hacer las predicciones. En esta tarea, el CIS, el CEO y GESOP llevan ventaja a todos, puesto que permiten descargar de forma gratuita las matrices de datos de sus estudios de opinión. Además, Metroscopia y MyWord son dos de las empresas que sí publican los datos brutos de sus preguntas sobre voto.

En segundo lugar, también es necesario realizar pedagogía y explicar a los ciudadanos cómo se pasa de la intención directa a la predicción. Dicho en otras palabras, ¿qué relación hay entre los gráficos 1 y 2? Intentaré responder de la forma más sencilla posible a esta cuestión.

La intención directa de voto es lo que responde la gente de forma espontánea. Es decir, son los datos brutos recogidos directamente de los entrevistados. El problema surge cuando vemos que un porcentaje relevante de personas dice no querer votar, que votará en blanco, no sabe qué hacer o no contesta a la pregunta. En situaciones normales, este conjunto de votantes se sitúa entre el 35% y el 40%. Por ejemplo, en la pretelectoral de 2008 del CIS todos ellos sumaban el 38,5%. En la de 2011 esta cifra se situó en el 37,4%. Pero con la crisis política actual, la abstención, la indecisión y el voto en blanco se han disparado. En el barómetro de enero de este año este porcentaje de ciudadanos se situó en el 56% y en el publicado este martes es del 50%. Por lo tanto, una de cada dos personas está huérfana de un partido político.

En esta tesitura podemos hacer dos cosas: creernos los datos brutos tal cuales o suponer que muchos de estos ciudadanos huérfanos políticamente finalmente sí votarán y lo harán por alguna de las opciones políticas. Si optamos por la segunda opción, aquí entra la tarea de la imputación. Es decir, asignar una formación política a aquellos ciudadanos que no lo admiten de forma espontánea. Para esta tarea se recurre al resto de preguntas del cuestionario como son la simpatía, la valoración del gobierno, la valoración de la oposición, la ideología... Cada científico social tiene su propio modelo de imputación. Una mezcla de intuición y de experiencia permiten construir un buen modelo.

Y el último paso en la predicción tiene que ver con el voto oculto. Como ya expliqué en otra ocasión, hay un porcentaje de ciudadanos que tiene tendencia a ocultar sus verdaderas preferencias. En las encuestas políticas, la mejor forma de desvelar este voto oculto es el recuerdo de voto. Durante esta legislatura se está produciendo un fenómeno también “extraño”: mientras que la totalidad de los votantes del PSOE en 2011 admiten haberlo hecho, los del PP no. Vayamos a la última encuesta publicada por el CIS (CIS 3021). En la pregunta de recuerdo de voto, un 28,8% recuerda haber votado al PSOE y un 30,8% al Partido Popular. Pero si vamos a los resultados reales de noviembre de 2011, los datos dicen que el porcentaje de votantes del PP fue del 44,63% y el del PSOE del 28,76%. Es decir, casi un 14% de los votantes no admite haber apoyado al partido Mariano Rajoy en noviembre de 2011.

Este fenómeno es “extraño” porque, hasta la fecha, cuando gobernaba el Partido Popular la discrepancia entre recuerdo de voto y resultados reales disminuía notablemente. En cambio, en esta legislatura se ha incrementado de forma desmesurada esta divergencia. Esto empuja a muchos sociólogos a decir que debemos tener mucho cuidado a la hora de interpretar esta discrepancia entre lo que dicen los ciudadanos y lo que realmente hicieron. ¿Están ocultando el voto? ¿Nos quieren decir algo más al no admitir que votaron al PP?

Este problema de voto oculto se soluciona ponderando la muestra. Es una cuestión técnica. Consiste en asignar un valor a cada individuo en función al criterio que deseemos establecer. Generalmente es la división entre el resultado real y el recuerdo de voto manifestado en la encuesta. Así, cada grupo de votantes recibe un valor en función a si están sobre-representados o infra-representados.

En definitiva, predecir resultados electorales no es una tarea sencilla. Exige una mezcla de intuición, estudio y experiencia. Además, dada la coyuntura actual, el trabajo es mucho más difícil si cabe. La mejor forma de acabar con las sospechas es ser transparentes con los datos brutos y explicar cómo se ha llegado a la predicción.