1. La nueva política ya ha emergido
Un elemento clave para entender los resultados del 20 de diciembre es que había un desajuste muy fuerte entre la intención de voto publicada en las encuestas y la representación en el Congreso de los Diputados. Las convocatorias electorales de todo 2015 habían señalado, además, que este proceso de cambio político no era una burbuja demoscópica. Los comicios del 20D fueron unas elecciones de “realineamiento” cambiando los actores fundamentales de la competición. Tanto fue así que la fragmentación del Congreso fue récord, pasando a haber más partidos en la pasada legislatura que en las fundacionales de 1977. Además, la volatilidad electoral –el porcentaje de votos que cambiaron de manos– también fue importantísima: el 34% de los votos fueron a partidos que no tenían representación.
Esta situación es diferente en esta campaña del 26J básicamente porque Podemos y Ciudadanos ya han emergido. Es poco probable que veamos una volatilidad tan notable como la de los pasados comicios. Además, la campaña será importante pero, dado que las preferencias de los votantes están más cristalizadas, probablemente lo será algo menos que el 20D. Esto es relevante por lo que toca a las estrategias de los partidos.
En las elecciones de diciembre los nuevos partidos se centraron básicamente en la conversión de votantes de otras formaciones; sólo había una ganancia neta. Eso podría cambiar cara al 26J. Como se explica en Aragón es nuestro Ohio, una campaña electoral busca convertir y activar votantes, pero también el refuerzo de los propios. Ahora los partidos nuevos deben pelear más intensamente por retener a los del 20D, incluso cuando antes concurrían en solitario.
2. Los partidos no parten de las mismas posiciones
En las pasadas elecciones generales la posición de arranque de los partidos era diferente a la actual, al menos por lo que toca a su fuerza relativa. Mientras que las encuestas actuales no dudan de que el Partido Popular seguiría siendo la fuerza más votada, los sondeos previos a la campaña del 20D apuntaban a un Ciudadanos crecido, generando dudas sobre qué formación podría quedar segunda, tercera o cuarta. Hasta cierto punto, los partidos nuevos jugaban con las expectativas que se tenía en ellos, pero existe un consenso establecido en que fue la campaña electoral de Podemos la que logró llevarlo a una posición a apenas 500.000 votos del PSOE, mientras Ciudadanos se desinflaba.
En la campaña que arranca la situación de partida es diferente por el cambio en la oferta política que supone la coalición preelectoral de Unidos Podemos. Prácticamente todas las encuestas apuntan a que este partido sería la segunda fuerza, aunque algunas lo den sólo en votos, otras tanto en votos como en escaños. Como se ha detallado antes en Piedras de Papel, esta coalición es una operación electoralmente rentable, una decisión con sentido estratégico. Ahora bien, esto también permite anticipar que los partidos cambiarán en su estrategia para reaccionar a este competidor.
El 20D hubo más ataques a Ciudadanos, pero esta vez el foco se pondrá en Unidos Podemos dada su posición de fuerza, especialmente en los núcleos más poblados. Es verdad que estos ataques podrían reforzar su estrategia de intentar capitalizar el voto útil de izquierdas en detrimento del PSOE, pero no será sencillo reproducir el “efecto Carmena” en Madrid.
Entre los activos más importantes de UP está la gran movilización de su electorado lo que es una buena plataforma de lanzamiento. Sin embargo, debe vencer tres obstáculos durante la campaña si quiere emular el éxito de Ahora Madrid. Primero, que la alcaldesa es menos divisiva que el cabeza de cartel de Unidos Podemos, lo que justifica que este partido busque una campaña más coral. Segundo, que los votantes socialistas en el Ayuntamiento podían hacer “split ticket”, votando a Ángel Gabilondo (PSOE) en la Comunidad y haciendo menos costoso coger otra papeleta para el Ayuntamiento. Ahora sólo hay una papeleta y su elasticidad puede ser menor.
Y finalmente, que el acuerdo con la izquierda se daba por hecho si PP y Ciudadanos no sumaban, con una lideresa que polarizaba mucho. Sin embargo, esta vez la quiebra de confianza entre los dos partidos de la izquierda pone en cuarentena un posible pacto, pudiendo minorar los trasvases.
3. Estos meses desde el 20D no han pasado en balde
Cuando tratamos el voto en ciencia política se suele decir que los ciudadanos pueden hacer dos cosas (no excluyentes). Por un parte, votar mirando al pasado, con el retrovisor puesto en la gestión del Gobierno anterior (voto retrospectivo). Por el otro lado, votar mirando hacia adelante, fijándose en lo que harán los partidos una vez estén en el Gobierno (voto prospectivo).
Pues bien, estos cuatro meses de negociaciones han supuesto un hito que “contamina” el voto retrospectivo, potencialmente de castigo, a la gestión del partido en el Gobierno. El paréntesis de las negociaciones fallidas beneficia al Partido Popular, ya que se hablará mucho más de los pactos y menos de su gestión la legislatura pasada. Esto, sin lugar a dudas, ayudará a que crezcan sus apoyos electorales.
Además, hay que pensar que el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos ha debilitado bastante la “señal de coalición”. Es decir, así como en las autonómicas y municipales, y por lo tanto en las generales del 20D, se podía anticipar que PP pactaría con Ciudadanos y PSOE con Podemos, este proceso de negociación ha hecho todo más confuso para el votante. Cada día parece más claro que la solemnidad con la que se presentó aquel pacto fue un error. De nuevo, vuelven a estar diferentes opciones de gobierno sobre la mesa y los líderes no siempre son claros sobre bajo qué condiciones se daría uno u otro acuerdo.
En este sentido los socialistas afrontan una coyuntura más complicada esta campaña que el 20D. La división del votante socialista sobre los pactos –véase las preferencias por votante según MyWorld– lo colocan en una situación endiablada, también con riesgo de desmovilización de sus bases. Incidir en Podemos como fuerza de bloqueo es la única baza que tiene para cortar trasvases a la izquierda.
Por otra parte, los ataques de Ciudadanos a UP se entienden más fácilmente si se los ve como un intento de distanciarse del PSOE y taponar sus posibles fugas hacia el Partido Popular. Conviene recordar que pese a hablarse mucho del sorpasso en la izquierda la frontera más porosa electoralmente está justamente en el otro lado del hemiciclo, entre la formación de Albert Rivera y la de Mariano Rajoy. De este modo, aunque el PSOE ya lo hizo la convocatoria pasada, esta vez Ciudadanos también juega a defender.
Ser la principal novedad de esta campaña es la que permite a Unidos Podemos, al menos hasta cierto punto, no hablar de estos últimos meses de negociación. El desgaste de Podemos en los barómetros del CIS era evidente y en favor, casi exclusivamente, de Izquierda Unida. Hoy esa vía está taponada y esta coalición, al agregar los votos perdidos por la formación de Alberto Garzón, hace más probable que el bloque de izquierdas se acerque a los 170 escaños.
La paradoja es que ese cambio se produciría precisamente porque UP pasa a segunda posición, haciendo más probable un Gobierno del PP en minoría. Al fin y al cabo, las malas relaciones de los socialistas con Podemos y sus propias tensiones internas hacen dudar que acepte una presidencia de Pablo Iglesias. El PSOE en tercera posición quedaría atrapado en una situación compleja de gestionar sin importante coste político.
Todo está por ver en esta campaña electoral y, sabiendo que los electores deciden su voto cada vez más tarde, aún hay cierto margen para movimientos estas dos semanas. Por lo tanto, tómense las ideas anteriores como hipótesis más que como certezas. Ahora bien, eso no permite escapar de un hecho ineludible; lejos de ser una segunda vuelta a todo o nada, tras las siguientes elecciones los partidos deberán volver a sentarse a la mesa. Les tocará negociar para pactar un Gobierno y, lo que es más importante, pactar qué quieren hacer con él.