A lo largo de los últimos días, los medios y las redes se han llenado de comentarios tras el discurso de Pablo Casado en el Congreso de los Diputados. Ha habido variadas interpretaciones que acaban por coincidir en un interrogante: ¿Cuál es la auténtica intención que tiene el líder del PP respecto al futuro de su partido? Queda incluso la duda de que el propio Casado sepa dar solución definitiva a la incógnita. Sobre todo, se olvida en los análisis una clave determinante: ¿Qué capacidad de actuación tiene realmente el PP en la actual coyuntura?
Un antes y un después
La intervención de Pablo Casado ha sido todo un acontecimiento político rodeado de un entorno mediático que amplificó enormemente su impacto. El efecto sorpresa no se ha podido determinar aún si se debió a una planificada estrategia de comunicación o, sencillamente, a que la decisión final no se tomó hasta el último momento. Según Enrique Cocero, consultor y CEO de 7-50 Strategy, “el voto negativo ha sido un golpe de efecto muy poderoso pero es que además el Partido Popular lo ha sabido explicar muy bien”. Por ello, mantiene la duda de “que ahora mismo haya alguien que esté diciendo que el PP se ha alineado con el PSOE, ya que ni siquiera lo ha comentado Vox”.
El discurso y el consiguiente posicionamiento contra la moción de censura de Vox ha marcado un antes y un después en el desarrollo de la actual legislatura. Por supuesto que siempre cabe la posibilidad de que el PP decida dar marcha atrás en el movimiento iniciado. Pero, incluso en este caso, la situación ya nunca volvería a ser la misma que hace apenas siete días. Según Andrés Medina, director general Metroscopia, “por la contundencia del movimiento de Casado, esta ruptura es un camino irreversible, pero estas cosas duran lo que duran. Parece que han decidido optar por una posición menos confrontativa, y pasar a una posición más operativa aunque igualmente competitiva”.
Cambio de prioridades
La primera característica del nuevo escenario político es la desaparición del modelo implantado tras la presentación pública de ‘El Trío de Colón’ el 10 de febrero de 2019. La coalición de intereses entre el PP, Vox y Ciudadanos tenía un fin primordial. Se trataba de consolidar una alianza capaz de convertirse en una mayoría parlamentaria que pudiera llevar a Pablo Casado a la presidencia del Gobierno. Sólo un par de meses antes, tras las elecciones del 2 de diciembre de 2018 en Andalucía, esa suma de intereses parecía haber funcionado.
Sin embargo, pasado año y medio, la estrategia se ha mostrado fallida de forma inapelable. La única prioridad de la derecha en España ha sido hasta ahora la de derribar como fuera al Gobierno de coalición surgido en las elecciones que se celebraron el 10 de noviembre de hace un año. Nunca han estado ni siquiera cerca de conseguirlo. El ataque ha sido en todo momento cortoplacista y seguramente por eso no ha tenido eficacia alguna. Una vez que las urnas demostraron la posición minoritaria de las fuerzas conservadoras en la España actual se ha demostrado inútil la idea de abrir una guerra sin cuartel para tumbar al gobierno a toda costa y a toda prisa.
El liderazgo de Casado
Desde su victoria en las primarias del PP, la figura de Pablo Casado siempre ha sido discutida por su falta de consolidación. Su liderazgo ha sido habitualmente puesto en duda incluso desde algunos sectores conservadores. Lo ocurrido la semana pasada, parece abrirle una evidente oportunidad de ganar en autoridad pública si mantiene una postura firme. Se trata de aprovechar el momento.
María José Canel, catedrática de Comunicación política y profesora de la Universidad Complutense, valora muy positivamente lo ocurrido el pasado jueves: “El discurso de Casado se puede poner en los libros de Comunicación política porque demuestra cómo un discurso puede tener efectos de recolocar los espacios políticos. Fue un punto de inflexión porque pilló desprevenida a toda la Cámara y a todos los actores a los que recoloca: Vox, PSOE y Ciudadanos”.
Andrés Medina coincide en resaltar la oportunidad que se abre en términos de liderazgo. Defiende que “desde que se formó el Gobierno de coalición, la derecha ha estado completamente descabezada”. Como consecuencia directa, Medina entiende que “hoy el liderazgo de Casado es más creíble y reconocible para los votantes de la derecha porque les ha facilitado saber quién es quién en cada uno de los partidos de la derecha”.
La pugna con Ciudadanos
La decisión de Pablo Casado de romper el vínculo político con Vox plantea un cambio evidente de dirección. Con los datos en la mano, se puede afirmar que el PP estaba a día de hoy más lejos de poder encabezar una mayoría de gobierno que hace un año. El cambio de timón impuesto en Ciudadanos una vez superado el trágico desenlace que provocó de forma suicida Albert Rivera, había provocado un doble efecto en el bloque de la derecha. Cuantitativamente, el rechazo de Ciudadanos a seguir ciegamente al PP como mero soporte restaba aún más fuerza a la alianza. Cualitativamente, la apertura de Inés Arrimadas hacia el centro hacía peligrar la extensión del PP hacia ese territorio si mantenía su abierta connivencia con la ultraderecha de Vox.
Con los datos en la mano, Andrés Medina considera que “el giro de Casado al haber sido tan contundente en su expresión tiene un crecimiento muy claro en el espectro de centro. Al diferenciarse de Vox, el votante de Ciudadanos puede tener incentivos para volver. Por cada elector que el PP se disputa con Vox hay entre 2 y 3 electores que se disputa con Ciudadanos”. Por su parte, Enrique Cocero entiende que con su nuevo discurso “el PP lo que ha hecho es irse a un centro que ahora mismo está más o menos desnudo porque Ciudadanos no lo está cubriendo bien y de ahí, desde el centro-moderado, se va a mover hacia la derecha en ciertos aspectos, hasta topar con el muro de Vox”.
Arrimadas necesita reubicarse
Una derivada importante de la decisión de Casado es la de establecer qué dirección va a seguir a partir de ahora Ciudadanos. Parece claro que Arrimadas va a tener que estar mirando de reojo todo el tiempo los movimientos del PP en un camino que hasta ahora recorría cómodamente en solitario. Medina entiende que “la principal perjudicada” de la moción es ella: “Ahora su diferenciación con Casado va a tener que ser por la vía de cómo va a ser su relación con el PSOE. Aunque ha visto reducido su espacio político, Ciudadanos aún tiene espacio porque el vector por el que más crece es el de la utilidad”.
Hay quien cree que se acerca una amenaza seria para el futuro inmediato de la formación naranja. La profesora de la UCM, María José Canel, cree que “Ciudadanos, en los últimos meses está perdiendo votos tanto por la izquierda como por la derecha. Este desplazamiento del PP al centro le puede hacer perder todavía más votos, por lo que tiene que demostrar a sus votantes que no es un nexo del PSOE y que puede ser alternativa”.
Reconocer la derrota
Tras la derrota electoral del pasado año, la derecha decidió no reconocer el resultado. Aún la semana pasada, se podía escuchar a Abascal y los suyos hablar de un gobierno indigno al que siempre han negado legitimidad. Cabe entender que, entre las diferentes conclusiones que pueden extraerse del discurso de Pablo Casado, una de las más trascendentes es la de renunciar al derribo a corto plazo del actual gobierno de coalición y el inicio de un viaje de medio o largo recorrido que permita romper las barreras electorales que la propia derecha se había impuesto. Se trataría de abandonar el callejón sin salida en el que se había introducido una vez alcanzado la pared al fondo.
En opinión de Andrés Medina, “este cambio no es repentino, no es un cambio de la noche a la mañana. Se puede deber a la respuesta de: ‘¿Hasta cuándo va a durar la legislatura?’. Al asumir que va a ser larga, es posible que hayan decidido optar por movimientos más de calado. Hoy por hoy están más en la estrategia que en la táctica”.
Dejar de blanquear a Vox
Si analizamos la estrategia de comunicación seguida por el PP respecto a Vox, desde la campaña de Andalucía de 2018, podríamos concluir que se ha cimentado en la idea de que ambos partidos pueden convivir sin problema porque, en el fondo, comparten el mismo espíritu. Nunca se ha considerado a los votantes de Vox, en su práctica totalidad provenientes del electorado popular, como fugados. Siempre se trasladó la idea de que era comprensible su visión más radical y crítica ante lo que ocurría porque, finalmente, volverían a encontrarse en el mismo barco, en el poder. La estrategia del PP sólo sirvió para que sus ex votantes se movieran hacia Vox sin reparo, ni cargo de conciencia alguno.
El PP debe resolver a partir de ahora este asunto clave. Debe decidir si traslada con convicción a los votantes de Vox que deben elegir porque ambos espacios han dejado de estar hermanados. Si los populares aspiran a crecer en los próximos tres años para convertirse en una alternativa de gobierno creíble tiene que dejar de compartir espacio político con la ultraderecha. Tiene tres años para ampliar su electorado. necesita hacerlo en tres caladeros. En primer lugar, animar la vuelta al PP de buena parte de los que se habían asentado en Vox. Además, necesita ineludiblemente establecer puentes con dos territorios que a día de hoy le están vedados: el centro y la España autonomista y nacionalista. Si no consigue llegar a estos espacios tiene muy difícil alcanzar el gobierno.
La reacción de Vox
¿Cómo actuará Vox? Esta es otra de las incógnitas que se abren a partir de ahora. Estos días, la formación ultraderechista ha acompasado dos movimientos diferentes. Sus portavoces mediáticos y sus redes sociales han sido críticas y casi amenazadoras contra el PP. Sin embargo, institucionalmente sus dirigentes han sido bastante templados en sus apariciones públicas. No parecen muy entusiasmados con abrir a corto plazo una batalla frontal con el PP. Queda la duda de determinar cómo actuarían los actuales votantes de Vox si Casado marca una barrera entre ambas formaciones y pide el regreso de sus votantes desplazados. María José Canel considera que “el discurso de Casado puede hacer que los votantes fieles de Vox, probablemente, se hayan sentido molestos por este giro y sigan votando a Vox. Sin embargo, sus votantes más frágiles, puede que sean proclives a volver al PP y que hayan visto en Casado la oportunidad de liderar una opción alternativa al PSOE”.
Andrés Medina mantiene que “Vox tiene un suelo muy rocoso de votantes” y cree que “va a ser muy difícil bajarle de los dos millones y medio de votos en el corto plazo”. Sin embargo, si el PP juega la baza de trabajar a partir de ahora con las luces largas esta coyuntura actual quién sabe si puede modificarse en uno o dos años. La otra variable a considerar es el obligado cambio de estrategia al que se vería obligado el gobierno de coalición. Como indica Enrique Cocero, “la gran estrategia que estaba teniendo el Gobierno era lanzar provocaciones a Vox por encima de la cabeza del PP”. Parece claro que si el giro de Casado se consolida, la izquierda va a perder una de sus principales armas de ataque a una derecha que convivía en armonía con el extremismo populista de Abascal y los suyos.
Problemas de credibilidad
El PP había llegado a un callejón sin salida. Si Pablo Casado decide abrir una nueva ruta hacia lugares más abiertos deberá resolver un serio problema de comunicación política. Debe hacer creíble su discurso de apertura de una nueva etapa y, además, compatibilizarlo con las decisiones que día a día debe asumir en la contienda política cotidiana. La primera gran disyuntiva será la de definir su posición ante la emergencia sanitaria del coronavirus. Hasta ahora, se ha limitado a plantear una total oposición a las medidas gubernamentales, con Madrid como ariete principal.
En los próximos tiempos va a tener repetidas oportunidades para plantearse un cambio de posición que muestre su distanciamiento del inmovilismo frentista de Vox ante la cuestión. Tal y como lo analiza Enrique Cocero, “tras este giro, la dureza del PP contra el Gobierno tiene que ser constructiva sin caer en radicalismos fáciles, porque entonces volvería a estar solapándose con Vox y en ese solapamiento, Vox saldría ganando siempre”.
La crisis del COVID-19 plantea en realidad una magnífica ventana de oportunidad. Si el PP decide empezar a plantear un espíritu de colaboración con el Gobierno sería fácilmente explicable y comprensible por sus seguidores. La emergencia abre un escenario de excepcionalidad que facilita participar en un espíritu desideologizado marcado por la búsqueda del bien común. Ayudaría a marcar diferencias con Vox, a poner en dificultades a Ciudadanos en su libre asentamiento en el centro y le permitiría, por primera vez desde la moción de censura a Rajoy, compartir acuerdos con fuerzas nacionalistas como el PNV. Difícilmente va a aparecer una oportunidad semejante.