Por supuesto, hay quienes prefieren deslegitimar la protesta histórica desencadenada por el asesinato de George Floyd —y su potencia política global— en lugar de cuestionar su propio racismo y la violencia racial institucional de sus países. Los “provocadores” de siempre y los machitos de la izquierda blanca, en lugar de solidarizarse con esta lucha o al menos callarse, se pelean por ver quién es el primero en acusar al movimiento antirracista en España de seguir como paletos un trending topic del imperialismo yanqui. Ayer MeToo, hoy Black Lives Matters, parecen decir. Y se quedan tan anchos.
Vamos, tan lejano le queda a España el caso de Floyd que acabamos de escuchar con escalofríos lo que le dijo un mosso d'esquadra a un hombre: “No eres humano, eres un mono, negro de mierda. Sí, soy racista, racista no, lo siguiente. La próxima vez que veas a la policía huye pero más lejos de África. Ya te dije que te iba a dar una hostia que te iba a volver blanco”. La brutalidad policial racista ni es un tema extranjero, ni es un tema de cuatro malos elementos: es estructural y es un problema blanco y español, porque el racismo está en sus guardias y mossos, en las instituciones españolas, en la ley de extranjería que se niegan a abolir, en las fronteras, en los centros de internamiento, en las deportaciones, en las redadas racistas, en la quita de custodias.
No, aquellos que piensan que las manifestaciones son botellones en movimiento, no pudieron ver el orgullo de tantas personas negras en la manifestación del 7 de junio, ni sentir el acompañamiento y la reparación momentánea para migrantes a los que persigue la policía, ni el duelo colectivo por los asesinados en los CIES. ¿Saben acaso que gracias a las protestas en algunos municipios de USA se ha llegado a cerrar departamentos de policía o que se ha decidido dejar de financiarlos para usar ese dinero en ayudar a la gente? ¿O que términos como “racismo estructural” o “sistémico” se usan ya en la televisión como ocurrió con “violencia machista” o “feminicidio”?
Hoy, que se abrió por fin el melón del racismo –como hace unos años se abrió a lo grande el del machismo y nada ha vuelto a ser igual desde entonces–, las organizaciones que gestionan en España la campaña #RegularizaciónYa –por la regularización extraordinaria, permanente y sin condiciones de todas las personas migrantes y refugiadas– tienen mayor margen de maniobra para presionar al gobierno a escuchar sus demandas. A estas alturas de la semana, sin embargo, ya sabemos que la nueva normalidad española se anuncia también con la reactivación de los CIES y de las deportaciones, y que habrá que luchar. Pero a estos les parece que va más de imitar las guerritas culturales norteamericanas.
¿Saben los que criminalizan la protesta antirracista o la tratan de liberal o de alienada, todo lo que tenemos que hacer la gente racializada para evitar el acoso y la brutalidad policial que está siempre a flor de piel cuando eres negra o marrón, seas norteamericana, española o peruana, incluso si tienes papeles? No, está claro que no tienen ni la menor idea. ¿Nativa o extranjera la misma clase obrera? No, lo siento.
A propósito del MeToo –un mensaje feminista creado por una activista afroamericana que luego fue amplificado por las actrices blancas de Hollywood– me pregunto si así como las reivindicaciones feministas llevaron a muchos hombres a aceptar que las mujeres tenían razón en estar cabreadas y a asumirse como machistas “en deconstrucción” con mucho todavía por hacer, ¿llegará el momento en que las personas blancas puedan todas decir que son racistas, que no eran conscientes hasta ahora, que gracias al antirracismo están en proceso de dejar de serlo y que entienden el cabreo?
Porque ahora que los medios están tan entretenidos con la polémica sobre si la estatua de Cristóbal Colón debe desaparecer o no, incluso la gente que se cree sensible a temas sociales como la lucha de clases o la lucha de las mujeres, suenan exactamente igual a como suenan los machistas cuando las feministas piden no seguir glorificando a maltratadores. Cuando el antirracismo pide no glorificar gestas racistas del pasado porque el racismo, de hecho, sigue matando, como mató en un CIE a Illias Tahiri, les explota el cerebro. Y salen con la chorrada de que no se debe juzgar el pasado con los ojos del presente. Pero claro que se debe, es nuestra obligación hacerlo, juzgarlo críticamente para no continuar con la barbarie.
Mientras el movimiento antirracista señala que las estatuas de esclavistas y colonos en espacios públicos y destacados de nuestras ciudades contribuyen simbólicamente al relato que reivindica crímenes contra los derechos humanos y son muestras de poder de la supremacía blanca, a Susanna Griso la estatua le encanta, no le ofende porque es un símbolo de su ciudad. Y Ada Colau cree que hay que mantenerla por lo mismo, aunque poniéndole subtítulos críticos como a Lo que el viento se llevó. Porque, claro, todo el mundo sabe que las estatuas de Colón están en esas plazas por su valor artístico subtitulable. La activista antirracista Daniela Ortiz le dijo a Griso que opina eso porque es blanca. Y tiene razón.
Digamos que no sientes una pizca de empatía por gente que te está señalando que esas estatuas le recuerdan violentamente el dolor sufrido por sus abuelos, por sus ancestros. ¿Ahora vas y les dices que no sientan lo que sienten, les dices cómo sentir, cómo deben protestar esos negronazis sin destruir patrimonio? ¿Así va?: “Pero si es solo un chiste contra la violencia policial, ¿no lo han entendido?”. ¿Broncano tiene razón y los que rechazamos el racismo somos tontos políticamente correctos? ¿Qué tal una bromita sobre la putada del cáncer en televisión a hora de máxima audiencia usando la imagen de un Pau Donés al día siguiente de su muerte? ¿Qué tal reafirmarte en esa idea porque es humor corrosivo, si te están pidiendo que te cortes, no sé, gente que lo padece?
A mí las estatuas de Franco me ofenden aunque yo no haya tenido una abuela requisitoriada. Pero esa misma izquierda que firmó una Ley de Memoria Histórica que reza que hay que quitar monumentos franquistas para “reconocer y ampliar derechos a favor de quienes padecieron persecusión o violencia, y promover su reparación moral”, ahora clama al cielo y llama a la contextualización histórica. Porque celebrar el 12 de octubre la llegada de Cristóbal Colón a América y el inicio de la colonización española de los territorios del sur, la masacre y la explotación de indígenas, y el expolio aún en marcha de esos territorios como Fiesta Nacional cada año está super contextualizado, ¿no? La próxima, que le pongan subtítulos.