Consciente Rajoy de que las etapas del Tour donde mejor se ven es en casa, decidió no asistir al debate a cuatro organizado por Atresmedia.
Si esta ausencia no fuera por si sola descalificadora, vean las consignas con las que ha tratado de justificarla: “Tenemos un equipo y tenemos mucha gente, no como otros, que solo tienen uno”, ha dicho Rajoy el martes. “Yo he hecho lo que he hecho siempre”, refiriéndose a los debates a dos. (Otra mentira, pues en 2004 Zapatero le pidió un debate y Rajoy se negó en redondo).
Desconozco la influencia que tendrá este debate en los electores: no sé a cuántos habrá sacado de la indecisión, ni en que dirección; cuántos se habrán reafirmado en su voto o renegado de él, cuántos habrán decidido seguir indecisos. Sí sé que la inasistencia de Rajoy le descalifica como presidente del Gobierno y como candidato a volver a presidirlo. Es la segunda vez que se escaquea esta temporada, la primera en el debate de El País.
Rivera mostró el lunes una portada de El Mundo en la que se informaba del cobro de sobresueldos por Rajoy, como motivo para explicar su ausencia.
Es posible que su negativa a hablar de un asunto al que ha evitado poner nombre -“eso de lo que usted me habla”, “todo es falso salvo alguna cosa”- para así evitar la realidad que constituye la corrupción en su partido, haya influido en su huída del debate, pero lo determinante en la inasistencia de Rajoy ha sido su desprecio absoluto al contraste de opiniones, su nula disposición a escuchar y proponer; sobre todo, su desprecio a los votantes, sean espectadores o no, haya espectáculo o no, como hay casi siempre en televisión.
Los que celebran como una supuesta jugada maestra de estrategia la incomparecencia de Rajoy, parecen reconocer implícitamente su incapacidad para el debate, su espíritu 'amarrategui', según el cual es preferible equivocarse en casa viendo la tele antes que pretender acertar en los atriles, delante de todo el mundo. (Más de nueve millones de espectadores, más los rebotes correspondientes en la Red).
De acuerdo que la diferencia de edades entres los tres candidatos más jóvenes y Rajoy -que podría ser padre de dos de ellos- iba a resultar chocante, ¿pero no vende todo el rato Rajoy que su experiencia es su mérito, que para llegar a La Moncloa hay que haber empezado de concejal?, ¿no hace constantemente Rajoy alarde de su veteranía?, ¿no tiene su mayor caladero de votos el PP en gente de la edad de Rajoy o con más años?
El debate empezó a ser tal cuando se habló de la corrupción. Es tanta la densidad, la variedad de casos, su localización por toda España, la relevancia de los nombres implicados, no solo Rato, que resultaba imposible no hablar de un asunto que ha provocado la indignación de millones de españoles sin necesidad de que estén en paro.
Pero parece que no ha pasado nada, se nos quiere hacer pensar que la corrupción esta amortizada, que con echar la culpa a Bárcenas es bastante, que con decir “no sé qué decir” cuando se le pregunta sobre Rato, Rajoy ya ha dicho todo lo que tenía que decir.
Se nos vende que lo relevante es esa presunta recuperación económica que hace que nueve de cada diez contratos sean en precario. Que tener trabajo no saque de la penuria. Esto sí que es una reforma estructural del empleo.
A Rajoy no le gustan los debates y menos en televisión, prefiere formatos amables, sin el menor riesgo, aunque también meta la pata en ellos.
No sé los votos que habrá evitado perder o dejado de ganar Rajoy con su incomparecencia. Es lamentable su ausencia, son peores las disculpas que se añaden a la “falta de tiempo”, que esgrimió para no ir al anterior debate a cuatro en El País.
La ausencia de Rajoy en los debates, como la corrupción sin asumir responsabilidades políticas, debería estar presente en los votantes el próximo 20, en unas elecciones puestas ese día para que nos olvidemos de todo, para que perdonemos todo, para que todo nos de igual.