“Los hombres son como los números: sólo adquieren el valor de la posición que ocupan”
Napoleón Bonaparte
No conozco de nada a Raquel. Ni siquiera de una conversación, dado que este viernes obvió con subterfugios mantener una conmigo, pero no puedo resistirme a dedicarle esta columna, a ella y a los que debieran tener la capacidad de hacerle reflexionar. Se preguntarán que quién es Raquel, Raquel Romero, y es lógico, puesto que yo tampoco sabía de su existencia hasta hace 48 horas, pero resulta que es una mujer de la que dependen muchas cosas y que está a punto de hacer algo incomprensible y, no lo niego, indignante para el voto de miles de ciudadanos progresistas.
Raquel es una diputada regional de Podemos que tiene en su mano y en su voto arrebatarle al Partido Popular una comunidad que la derecha lleva gobernando ininterrumpidamente un cuarto de siglo. El caso es que parece que no quiere hacerlo. La historia es rocambolesca y voy a contársela, no sólo porque la comunidad de marras sea aquella en que nací, que también, sino porque creo que pone de manifiesto la profunda inestabilidad y falta de control en que se mueve Podemos y la extraña concepción del funcionamiento de las instituciones democráticas que se desprende de sus planteamientos.
El mismo día de las elecciones, dije muy ufana en la tele que las fuerzas progresistas le habían arrebatado la Comunidad de La Rioja al PP después de tanto tiempo. Estaba cantado: el PSOE tenía 15 escaños y Unidas Podemos 2, lo que sumaba los 17 diputados de la mayoría absoluta y permitía investir a la socialista Concha Andreu con comodidad. Ahora resulta que ni lo meridiano es claro, ni lo seguro se cumple. Este lunes comenzará la investidura de Andreu que, con casi toda probabilidad, será fallida puesto que Raquel Romero se niega ahora a dar su voto a la candidata socialista. No se lo pierdan porque lo que parecía un hecho cantado se ha convertido en todo un culebrón que habla de banderías independientes, de descontrol, de falta de sentido político y de ansia por los sillones. Un sinsentido en el que aquella que no tiene ni el 4% de los votos le exige casi el 40% de los sillones del gobierno al PSOE para apoyar la investidura. Y es que su voto es muy importante, decisivo de hecho, y eso le debe hacer considerar que es democrático demandar una cuota de poder diez veces superior a la de su representación. En esto, ya ven, el asunto no se parece a lo que sucede a nivel nacional.
Tras las elecciones, todo iba miel sobre hojuelas. Las dos diputadas de Unidas Podemos daban por hecho que el pacto se iba a lograr. Una de ellas pertenece a Podemos, Raquel Romero, y la segunda a Izquierda Unida, Henar Moreno. Al iniciarse las conversaciones del pacto empezaron los problemas. Bueno, no empezaron, se dispararon porque lo cierto es que Podemos en La Rioja ya estaba hecho unos zorros desde mucho antes, las primarias paradas por orden judicial, y demandas y querellas interpuestas entre sus miembros. Al final, a la candidata la buscaron nada menos que en Berlín y esa es Raquel Romero. Por disensiones que no me cabrían en una columna, ni en dos, finalmente la coalición se rajó de parte a parte y fue la diputada de Izquierda Unida la que prosiguió las negociaciones con el PSOE que han producido un pacto con puntos programáticos reclamados a los socialistas que suponen importantes reivindicaciones como la reversión de conciertos sanitarios privados y de centros concertados enseñanza, cuestiones fiscales o relativas a la memoria histórica. Veinticinco folios. En resumidas cuentas, que IU ha tirado de su ADN del programa, y ha rascado a los socialistas lo que ha podido en materias que considera relevantes pero sin pedir un sólo puesto en ninguna parte. Así las cosas, ya tenemos 16 votos para una investidura que necesita 17.
La gestora que rige Podemos La Rioja, la mitad de la cual le ha dimitido a su secretario general Kiko Garrido que purgó antes a otro medio partido, reclamó para sus negociaciones la llegada a Logroño de la brigada negociadora de Castilla-La Mancha, la misma que incendió Aragón, y que está capitaneada por Francis Gil, al que llamaban el Iván Redondo de Castilla-La Mancha y del que se ha dicho: “poner a negociar a Francis Gil es como poner al caballo de Atila a reforestar”, y no parece que se equivocaran mucho a tenor de los resultados.
Los socialistas han ofrecido acuerdos programáticos y direcciones generales y otros puestos, para obtener el refrendo del voto de Raquel pero la respuesta de los negociadores -la verdad es que parece que la propia Raquel habla poco- fue que quieren tres consejerías de las ocho de que consta el gobierno o habrá repetición de elecciones. Y no sólo repetición sino la práctica seguridad de que en una segunda oportunidad ganaría la derecha. No les importa una higa. Su voto es importante y se lo quieren cobrar a precio de oro o después de ellos llegará el diluvio. ¡Tres de ocho por un voto! Cierto, suena heavy. La solución que proponen es ampliar a once las consejerías para que así no sea tan esperpéntico. Ya ven. De la casta política a la casta de andar por casa. De la regeneración a la ampliación del gasto público para ponerse unos sueldos. Me dicen que no sólo reclaman tres consejerías sino las áreas concretas que deben incluir, que serían: acción exterior, turismo, igualdad, despoblación y transición energética y que, justo salen las cuentas, son las suficientes para colocar a Raquel, a Kiko Garrido, a un miembro de Equo y a los negociadores manchegos pirómanos.
Que puede que sean maldades pero que, desde luego, aún no han puesto sobre la mesa nada que negociar que no sean los puestos. ¿Y qué piensan de esto en Madrid? Pues que saben que se les ha ido de las manos. Al parecer ni Echenique ni nadie de la ejecutiva federal tiene la capacidad o la voluntad de arreglar este entuerto. A Podemos las más de sus huestes le cabalgan solas y eso no refuerza su papel negociador ni frena la inquietud que producen.
Habría que pensar en esos riojanos que creían, como yo, que se habían sacado a la derecha de encima y que iban a ver cómo se implementaban políticas progresistas y de igualdad. Habría que pensar en abrir las ventanas de esa sociedad tras el virreinato de Pedro Sanz. Habría que pasar la fregona por ese Podemos riojano, aunque le suponga a Madrid reconocer que se equivocó cuando permitió que se purgara a los que no debían. Habría que pensar en la gente, esa gente de la que se llena la boca Podemos, y no en las poltronas. Que digo yo, Kiko Garrido, que ya has colocado a tu mujer como personal de confianza en el ayuntamiento, que no hace falta tampoco que tú seas consejero caiga lo que caiga.
Cuanto más me entero de la podredumbre y de la miseria, más me inflamo.
Raquel, mujer, mira, a ver si te lo piensas. Dudo que los riojanos paguen traidores. Y aquí, por lo que veo, la cosa va mucho de cobrar.