Cinco razones para quitar el Nobel de la Paz a la Unión Europea
En 2012 la UE recibió el Nobel de la Paz “por su contribución al avance de la paz, la reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa”. Ni la UE ni sus estados miembro han sido capaces de mantener ese compromiso de democracia y derechos. Ni de encontrar una solución digna pensando en los sirios que viajan a la desesperada para rozar la paz con las puntas de los dedos. Después de una decena de reuniones de 20 horas entre 50 personas, han llegado a la idea de deportarlos a Turquía. Estos son cinco de los motivos por los que debe devolver el Nobel.
1. La UE 'subcontrata' a un país que maltrata a los sirios
La UE ha tiroteado los derechos y el futuro de los sirios que han llegado y están por llegar. Y ha pensado que si entierra lejos el cuerpo del delito, la indignidad olerá menos. Además de que la libertad de prensa es precaria, la represión en las manifestaciones es habitual y las investigaciones policiales ante los abusos institucionales no existen, según el informe de Amnistía Internacional el tratamiento a los sirios en Turquía es lamentable.
De los 2,3 millones de asilados hasta 2016, unos 2 millones “no residían en los campos, recibían poca o ninguna ayuda y carecían del derecho a trabajar. En muchos casos luchaban por sobrevivir, y salían adelante gracias a trabajos irregulares y mal pagados donde eran explotados, y a la caridad de los vecinos”.
“En septiembre, al menos 200 personas refugiadas —en su mayoría sirias— que trataban de viajar irregularmente a Grecia fueron sometidas a detención en régimen de incomunicación o incluso secreta en varios lugares de Turquía. Muchas de ellas recibieron presiones para que accedieran a retornar 'voluntariamente' a Siria e Irak, lo que vulneraba flagrantemente el derecho internacional”. Como premio, ahora serán los guardianes de la puerta.
2. Raciona la justicia a su antojo
En 2014 Europa abría pomposa sus brazos y el 94% de los que huían de la guerra Siria y pedían asilo aquí lo conseguían. Otra cosa era salir de Grecia a otros países. Ahora, esos 'tiempos dorados' para los derechos humanos han pasado y Europa, tras ondear la bandera blanca y solidaria, ha escondido el trapo. Ya no. Ahora no. Tantos no. Como si la justicia y la paz se pudieran racionar.
Los países han dejado a los refugiados en un purgatorio de inseguridad legal y jurídica, con fronteras que abrían y cerraban sin aviso cada dos semanas. Los han empujado al barro hasta las rodillas, a culebrear vallas con espinas, a vadear ríos cargados con niños, a pasar como bandidos por las costuras de frontera que han descosido las mafias.
3. Prometieron mejorar tras Aylán y todo ha ido a peor
El cuerpo bocabajo de un niño en las costas turcas abrió bocas y dolió en los estómagos. Entonces, en septiembre de 2015, la Unión anunció reuniones de urgencia, medidas de emergencia, soluciones, cuotas, mesas redondas y acuerdos. Seis meses después el futuro de los sirios es aún más negro y difuso. Tras comprometerse a reubicar a 160.000 no hemos dado la bienvenida ni a mil. Ahora los dejamos esperando nada y a nadie en la misma costa en la que apareció desvencijado un niño de tres años.
4. Donó el Nobel a niños a los que ahora traiciona
Según anuncia la propia UE, se decidió destinar el premio Nobel, 930.000 euros, “a los niños que no tienen la oportunidad de poder crecer en un país en paz y duplicó el importe hasta alcanzar los 2 millones de euros. De ese modo, más de 28.000 niños pudieron beneficiarse de cuatro proyectos educativos de emergencia el año pasado”. Enhorabuena. Desde entonces otros 700.000 han acabado como refugiados en tiendas de campaña. El 27% de las personas que fallecen a causa de la guerra en Siria son niños. 200 han sido directamente ejecutados por el Estado Islámico y más de 400 reclutados para el nuevo ejército de ISIS.
5. La UE es un rico miserable
La Unión Europea se está haciendo la muerta y la pobre. Unos señores con trajes de 2.000 euros aparecen diciendo que hacen lo que pueden con los sirios a los que han humillado y atrapado en un laberinto sin mañana. La crisis económica europea como coartada, el mantenimiento del orden social como excusa. La xenofobia y el egoísmo salando este pastel de avaricia. Se compadecen, se lamentan “si yo pudiera, pero es que no puedo”. Como un tío solterón, multimillonario y roñoso que te da un caramelo rancio a cambio de que vayas a visitarlo los domingos. No quedan domingos, hemos quemado el calendario. Y el ADN específico que nos distingue como especie de nuestra prima la mosca.