Pasaron once años desde que estalló el caso de Carlos Fabra hasta que entró en prisión. La condena fue de cuatro años de cárcel por otros tantos delitos fiscales. No ha pasado ni un año y medio desde que pisó la trena y ya lo ponen en libertad. El cacique de Castellón tiene el tercer grado y tiempo para comprar lotería a ver si le toca por décima vez, sacarse “la pirula y mear en la sede de Izquierda Unida” o enseñarle al nieto “el aeropuerto del abuelo”, ruinoso para todos, menos para él.
Es más, Fabra puede organizar visitas guiadas para Rato, Blesa, Bárcenas, Pujol, Urdangarin… Todos están en la calle. Pueden fletar vuelos chárter a Suiza o Panamá. Como dijo Rajoy, don Carlos es “un ciudadano ejemplar”. Sin duda un ejemplo, uno más, de esa mafia que nos controla, nos exprime, nos roba y les sale muy barato, porque tienen la sartén por el mango. Así que cocinan lo que haga falta. Presidente del PP de Castellón durante veintidós años y dieciséis al frente de la Diputación Provincial, de casta le viene al galgo, porque ya tuvieron el mismo cargo su bisabuelo, su abuelo y su padre, que ganó la guerra con los franquistas y lo dejó todo atado y bien atado. Fabra siempre ha presumido de tener “poder, voto cautivo y colocar a no sé cuánta gente”. Sin ir más lejos, su hija ha vuelto a Telefónica tras pasar por el Congreso y dejar como su gran obra gritar “que se jodan” cuando se hablaba de los parados.
Es la España que tenemos. Mientras, entre todos debemos pagar los chanchullos, como el aeropuerto de Castellón: 67 millones para la ex concesionaria, 25 para la adjudicataria, 15 por gastos de explotación, más 30 millones en patrocinios deportivos sin estar abierto... Camps, Rita, Mariano, Fabra… todos se hicieron la foto y todos pueden quedar ahora frente a la estatua al cacique, que preside la entrada a este símbolo de la desvergüenza y la impunidad.
Carlos Fabra llamaba “hijos de puta” y “payasos” a los miembros de la oposición. Verán como cuando salga a la calle aún tendrá tiempo de reírse de todos, hacerse el ofendido y recibir palmadas en el hombro de ese pueblo que, según dijo, le “votaba y absolvía”. Así que, con este panorama, que no nos extrañe tanto que repitan los chorizos.