Sánchez, el bolivariano (en redifusión)

9 de septiembre de 2024 22:21 h

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Bienvenidos al nuevo curso político. Nada ha cambiado. Salvo que Feijóo ha encontrado este septiembre un palacio por el que transitar para que parezca lo que no es, todo sigue igual. La conversación pública discurre por los mismos cauces que antes del verano. De los guionistas de España se rompe, llega ahora la enésima redifusión de Sánchez, el bolivariano.

Venezuela se ha colado otra vez en la refriega nacional haciéndose hueco entre la amnistía, la inmigración y la financiación singular de Catalunya. Y no porque el líder opositor Edmundo González haya pedido asilo en nuestro país, sino porque el PP, como Vox, ha encontrado en la decisión un nuevo flanco por el que atacar al Gobierno de Sánchez. Si hace, mal y si no hace, también mal.  

¿Acaso el PP está en contra del traslado de Edmundo González en un avión de las Fuerzas Aéreas españolas? ¿Preferiría haber negado el gesto humanitario y que se hubiera quedado en Caracas, pese a la brutal ola de represión? Ayuso lo había pedido hace siete días para afear la presunta inacción del Gobierno español ante la difícil situación en Caracas. Pero, como la coherencia y la prudencia no son virtudes que adornen la política española, lejos de aplaudir la acogida del venezolano y la operación desplegada por la diplomacia española, los populares han salido en tromba contra Sánchez. Por colaboracionista del régimen bolivariano, por resolverle un problema a Maduro, por “los oficios corruptos de Zapatero” (sic), por lo que sea… Todo mal. 

Y eso que el propio Edmundo González, cuya vida corría peligro después de la orden de captura dictada por Maduro, ha relatado los pormenores de su decisión de exiliarse en España y disipado las dudas que había suscitado una operación que se lleva diseñando semanas con la máxima discreción. Lo ha hecho con un comunicado en la red X en el que pide que su decisión sea entendida como “un gesto que tiende la mano a todos” para evitar más “dolor y sufrimiento” a su país. Y en el que apela también a la “política del diálogo para que cambien las cosas y construyamos una etapa nueva para Venezuela”. 

De eso se trata y en eso trabajan hace semanas diferentes líderes de varios países con la más absoluta reserva. El silencio no siempre ha de ser un motivo de sospecha, sino de sensatez. Pero el PP no sabe de la habilidad y la cautela que suelen ayudar a leer correctamente una situación antes de solventar de manera satisfactoria un problema. 

Mucho mejor la brocha gorda con tal de recuperar a un viejo amigo de la política española que desde hace lustros les ha servido de munición contra la izquierda para acusarla de connivencia con el régimen bolivariano. Hoy lo hace Alberto Núñez Feijóo, pero antes lo hicieron Mariano Rajoy y Pablo Casado. Si tienen que declarar persona non grata al mismísimo Edmundo González no dudarán en hacerlo. Están a dos telediarios de ello. 

Sólo hace falta leer el comunicado de la fundación Faes del expresidente del Gobierno José María Aznar en el que arremete contra el asilo de quien pidió la intervención del Gobierno de Sánchez y del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y en el que desliza una velada crítica contra Edmundo González al poner en valor la permanencia en Caracas de María Corina Machado, cuya figura subraya “queda aún más revalorizada por la necesidad de cubrir el vacío que deja Edmundo González”.

En realidad, lo de los derechos políticos y la integridad física de los venezolanos les importa más bien poco. Sólo que, en su afán de erosionar al Gobierno, Sánchez reconozca lo que, por sensatez, aún no ha reconocido la UE por más que sea un clamor en la comunidad internacional: que las elecciones de Venezuela las ganó Edmundo González Urrutia. Por algo será. Se llama diálogo, negociación. Tres términos que no parecen estar en el vocabulario ni en la acción política de la derecha ni siquiera cuando de lo que se puede estar hablando es de una posible repetición de los comicios.