Algo tiene el actual presidente en funciones y candidato a la reelección, Pedro Sánchez, que solivianta a determinado género humano. Dada su capacidad de salir adelante en circunstancias que para otros serían imposibles de superar, y de su testada capacidad de resistencia, le viene como anillo al dedo la paremia: “Ladran, luego cabalgamos”.
Y, sí, ladran a su alrededor. La cosa comenzó hace años, poco después de la moción de censura que lo encumbró a la presidencia. El 12 de octubre de 2018, con motivo del desfile militar en Madrid, salía de un magnífico portal del Paseo de la Castellana, lugar donde se iba a realizar el desfile militar, un grupo de señoras que portaban una pancarta con la leyenda: “Sánchez ¡Desokupa! Y deja a Franco en paz”. Si obviamos ese desliz de la “k” de desokupa, un poco filoetarra, la cosa estaba clara: Sánchez había ocupado, u okupado, la Moncloa y debía desocuparla ya, y de paso, dejar al dictador Franco, en el Valle de los Caídos.
Las portadoras de la pancarta, que aprovechaban el evento del 12 de octubre para hacerse notar, opinaban, seguro, como el teniente coronel Tejero del fracasado golpe militar del 23F de 1981, que Franco les dio 40 años de felicidad. Por eso querían volver a su Arcadia feliz del franquismo.
Como dice el historiador Paul Preston, “en España hay una tendencia a ver al que discrepa como enemigo y no tanto como persona con quien hay que debatir”. No hay debate. Lo que hay simplemente es una carrera de insultos y despropósitos, un olvido interesado del pasado y un desconocimiento real de la democracia política, heredada seguramente de tantos años de dictadura de Franco o de Primo de Rivera.
Lo de que Sánchez desocupe la Moncloa sigue vigente años después, y varias elecciones después. Sigue la matraca, a pesar de que la cosa es bien sencilla. Se trata de obtener los escaños parlamentarios suficientes que te voten para la Presidencia, o te boten de la Presidencia. Y, en el camino, vale todo. Son las reglas de la democracia, diferentes de las de Franco y las de Primo de Rivera.
Recientemente el director de la Fundación FAES del PP, Javier Zarzalejos, explicaba sobre el presidente Sánchez que tiene “una retórica inmoral. El hecho de que haya concedido a Bildu la etiqueta de fuerza progresista es un estigma que va a pesar mucho tiempo sobre el PSOE. Ni Bildu es eso ni los que dirigen esta formación son demócratas”.
Y lo dice, precisamente, aquel que siendo Secretario General de Presidencia, se reunió no con Bildu, que es una coalición de diferentes fuerzas políticas abertzales de izquierda, sino con ETA. Y lo hizo en mayo de 1999, una época en la que ETA asesinaba y secuestraba. Aprovechando una tregua, Zarzalejos se reunió con el máximo dirigente de la organización Mikel Antza en el hotel de gran lujo Trois Couronnes de Vevey en Suiza. En aquella ocasión, otro miembro de ETA, Belén González Peñalva, tomaba notas de la reunión y según esas notas (publicadas por El País en su edición de 30 de junio de 2006) Zarzalejos les dijo: “Hemos hecho un esfuerzo de acercamiento... No venimos a la derrota de ETA”. En aquella ocasión, Zarzalejos formaba parte de la comisión enviada por el presidente José María Aznar a dialogar y debatir con ETA. Y, cuidado, era obligación de Aznar como presidente tratar de detener como fuera, dentro de la ley, la barbarie terrorista.
Pero es que previamente, el 11 de diciembre de 1998, el propio Zarzalejos se reunió en Juarros (Burgos) con el entonces máximo dirigente de Herri Batasuna, Arnaldo Otegi, para negociar. Ahora, Zarzalejos, que en 1998, y en representación del presidente Aznar, del que era, como decimos, Secretario General de Presidencia, cumplía con su obligación de buscar una solución al terrorismo reuniéndose y negociando con Otegi, ataca a Sánchez abominando del “blanqueamiento de Arnaldo Otegi como hombre de paz y como la persona que, desde dentro, se opone a ETA”. De vez en cuando, las palabras deben servir para ocultar los hechos, Maquiavelo dixit.
Hay poco debate, y mucho posicionamiento de trinchera. Visto con cierta objetividad, lo que leemos hoy en muchos medios se diferencia muy poco de lo que leían nuestro antepasados en la prensa previa a la Guerra Civil. Por suerte tenemos la vacuna de Europa, sus instituciones y sobre todo, la calidad humana de la mayor parte de la sociedad que evita los exabruptos y maledicencias que surgen de algunos personajes abyectos como el que ha dado lugar a lo que sigue.
En un momento de sosiego junto al mar, según anunciaba él, un cantante en horas bajas que cobra de subvenciones públicas en Andalucía, manifestaba su derecho a “cagarme en Sánchez Castejón, en su puta madre y en los millones de hijos de la gran puta que están de acuerdo con que España esté en manos de sus peores enemigos, que os jodan”. Este personaje es uno más de esos que tienen su propio y personal concepto de patria en el que entran sólo los que piensan como él, y sobran esos “millones de hijos de puta” restantes.
Está claro que Sánchez solivianta a determinado género humano, sobre todo a este tipo de género humano. Pero hay razones para la esperanza. Francisco Miralles Jiménez, que es alcalde de Villacarrillo (Jaén) con mayoría absoluta del PP, decidió de inmediato suspender la actuación del tal cantante en su pueblo, y lo mismo hizo la alcaldesa de Bormujos (Sevilla), también del PP, Lola Romero.
Es obvio que enfrentamos tiempos diferentes en la política. Lo del bipartidismo es de otra época, y la mayoría casi absoluta que pronosticaba el sociólogo Narciso Michavila para el PP, se quedó en agua de borrajas. Cuanto antes entiendan que la negociación entre diferentes ha venido para quedarse, antes evitaremos el camino a la destrucción. Yo no veo en la calle, ni creo que lo vea nadie, el ambiente de crispación y enfrentamiento ciego que vemos a veces en la confrontación política y mediática. El pueblo, ese pueblo que ya habló claramente el 23J, y dejó en las urnas un embrollo político de proporciones colosales que sólo se solucionará con negociaciones a varias bandas, trata de vivir en paz con su vecino y se preocupa con cosas como que el aceite está ya cerca de los 10 euros el litro, más que de las mamarrachadas del cantante de marras.