Para desmentir el tópico periodístico de que pocas cosas hay más oscuras que la factura de la luz, me propuse desentrañar el mercado eléctrico en plan “la subida de la luz para dummies”, o mejor aún: ser capaz de explicárselo a mi hija pequeña, de cinco años. En fin, ser capaz de entenderlo incluso yo.
Así que, tras echar la mañana leyéndome decenas de artículos con títulos del estilo de “cómo entender la factura de la luz”, escuchar a todos los expertos en radios y televisiones, y consultar unos cuantos libros y a mi cuñado, senté a mi hija en el sofá y me armé de pizarra y tiza, dispuesto a explicarle por qué en España tenemos una de las energías más caras de Europa, y subiendo.
Empecé contándole cuáles son las grandes empresas que en España controlan el mercado en régimen de oligopolio, la puse en antecedentes (en plan sencillo, la privatización de Endesa se puede explicar como un cuento infantil), y anoté en la pizarra quiénes son los accionistas (bancos, fondos de inversión, o en el caso de Endesa la italiana Enel).
Después le conté cómo en los noventa se “liberalizó” el mercado y el gobierno decidió fijar compensaciones para recuperar las inversiones ya realizadas (los famosos Costes de Transición a la Competencia, CTC, calculados al tuntún en 12.000 millones de euros), así como el no menos famoso “déficit de tarifa”, diferencia entre lo que pagamos los consumidores y el coste de producir electricidad…
-Un momento, papá –me interrumpe mi hija, marisabidilla-. ¿Y cómo es posible que el déficit ese no deje de crecer, si las eléctricas siempre tienen beneficios?
-Bueno, cariño, es que los costes no son reales, sino una estimación a partir de lo que las propias compañías dicen que...
-¿Y no se ha hecho ninguna auditoría desde entonces para calcular el coste real?
-Eehhh, no, creo que no.
-¿Y quién paga ese déficit y los CTC esos?
-Nosotros, por supuesto. Es la parte fija del recibo de la luz. Como también hemos pagado la moratoria nuclear, las ayudas al carbón, los incentivos a renovables, la red de distribución… Pero déjame que te explique lo de las subastas, anda. Resulta que para que los precios bajasen, se dejó en manos del mercado. La ley de la oferta y la demanda que ya te expliqué otro día. Se organizaron subastas donde unos vendían y otros compraban, y así resultaba el mejor precio...
-¿Y los que producen y los que comercializan no serán por casualidad los mismos?
-Bueno, en algunos casos sí. Las eléctricas tienen sus propias comercializadoras, se compran y venden entre ellas, sí. Pero no eran las únicas. A la subasta iban otras empresas, y también entidades financieras, brokers...
-¿Brokers? No me estarás contando que había especulación…
Mi hija no deja pasar una. Sí, le reconocí que hasta 2013 lo de las subastas era un cachondeo, con todo tipo de agentes extranjeros jugando con los precios en base a las expectativas de futuro, lo que hacía que el precio de la subasta (y del recibo) fuese siempre superior al precio que se acababa pagando en el mercado mayorista. Hasta Goldman Sachs participaba en la fiesta. Pero aquello terminó cuando, tras otra subida escandalosa, el ministro Soria decidió que la parte variable de la factura se fijase también en la subasta mayorista, y ahí estamos. Ahora se calcula diariamente a partir de la previsión de consumo del día siguiente. Van entrando primero las fuentes energéticas más baratas (nucleares, hidroeléctricas, renovables), y si no se cubre toda la demanda, entran otras más caras. El precio para todas lo pone la última en entrar, la más cara...
-¿La más cara? ¿Y el megavatio de las nucleares ya amortizadas se paga igual que en las centrales de gas?
-Sí, hija. Sistema marginalista se llama…
-¿Y qué pasa si una misma compañía posee hidroeléctricas, nucleares, renovables, de gas, de carbón...? Además, si yo fuese directora, ofertaría menos de las primeras, diría que los molinos no giran o que hay menos agua en los pantanos, y así acabarían entrando las más caras, ¿no? Pongamos que el megavatio me cuesta 20 euros en una hidroeléctrica, y luego me lo pagan a 80 en la subasta…
Qué lista mi hija. Pero ese es el tipo de travesuras que se le ocurren a una niña de cinco años, no creemos que una multinacional vaya a actuar así. Es verdad que hay sospechas, y ya multaron a Iberdrola, pero yo prefiero negarlo para preservar la inocencia de mi hija.
-Entonces, papá, ¿por qué las compañías españolas son las que más beneficios tienen en Europa y las que más dividendos reparten? ¿Y por qué la tarifa española es siempre de las más caras de Europa? ¿Hay alguna relación?
El tipo de cosas que oye en el cole, y luego me viene con esas preguntas en plan Mafalda.
-Mira, hija, mejor lo dejamos, que va a empezar Peppa Pig.
-Pero todavía no me has explicado por qué hoy sube la luz otra vez.
-Por el viento, hija, por el viento. Y que no llueve. Ah, y el gas. Y los franceses. Y que hace mucho frío, ¿no ves que en la tele no hablan de otra cosa?
-¿Y lo de las puertas giratorias?
-¡Que te lo explique tu madre!