Ascenso de la ultraderecha, xenofobia antinmigración, belicismo y reducción de la Agenda Verde. Los parámetros sobre los que enfoca la Unión Europea las elecciones al Parlamento el 9 de junio dibujan un panorama muy sombrío. La UE paga sus errores y cesiones, su debilidad frente a los retos que tenía programados y se dispone a incrementar los problemas, si los ciudadanos no reaccionan. De momento, parecen lejos de hacerlo y tampoco queda tanto tiempo para rectificar.
Abrieron la puerta de par en par a las marcas blancas del fascismo y el resto de la ecuación ha venido detrás. Estamos en el punto de hace casi un siglo. Cuando el filósofo británico Bertrand Russell sentenciaba sobre cómo comienza el fascismo: “Primero, fascinan a los tontos. Luego, amordazan a los inteligentes”. El agravante es que ahora se han preparado mucho mejor. Ingentes cantidades de dinero para fomentar la ultraderecha. El aquelarre de Madrid con Milei como bufón tenía mucha tela detrás. Y por cierto, como describía el periodista Idafe Martín Pérez, “el presidente argentino es un peón más de una red financiada por la derecha estadounidense e intereses petroleros”. Sus ideólogos no están, precisamente, en lejanas montañas. En España, con Aznar en la cúspide y un entramado mediático, hay un importante foco.
El paso inmediato es Europa, la que salga el 9 de junio. Ganará el PPE, dicen, seguido de los socialdemócratas, bajando ambos en votos, y en tercer lugar quedará la ultraderecha. A salvo de sorpresas… incluso peores. Ursula Von der Leyen, del PPE, aspira a repetir como presidenta de la Comisión y ya ha anunciado que pactará con Meloni, a la que considera la facción asumible de la ideología ( de los dos grandes grupos que se sientan en el Parlamento de Estrasburgo). Feijóo se suma: a él “no le parece de ultraderecha” la dirigente italiana. Claro que no, es neofascista, tal cual. Durísima con la emigración, permite entrar ultras a boicotear las clínicas de aborto, impide la filiación de hijos de parejas homosexuales y está imprimiendo un rígido control a los medios. Ha causado bastante revuelo la censura de la televisión pública al escritor Antonio Scurati, autor de una biografía crítica de su ideólogo Benito Mussolini. Cuesta creer que hayamos llegado a esto. Pregunten a los populares europeos, a los socialdemócratas también.
Por cierto, justo en el inicio de la campaña electoral compareció el expresidente Felipe González en el programa de Pablo Motos, para poner a caldo a Sánchez y a Zapatero. González, quien pudiendo hacer tanto con su mayoría absoluta y un gran apoyo popular, dejó intactos pilares del franquismo esenciales que ahora nos pasan factura. Qué gran casualidad su “comparecencia” en ese programa y justo en ese momento.
Segundo objetivo en las elecciones europeas, de la misma tendencia: Frenar la inmigración que tan falazmente sitúa la ultraderecha en el centro de los males. La Unión Europea ya paga a terceros países para que acallen la inmigración, porque es eso lo que hacen, incluso abandonando a su suerte en el desierto a quienes intentan llegar a la preciada Europa.
A la vez, la UE se lanza al belicismo. La guerra de Estados Unidos y Rusia sobre suelo y vidas ucranianas les tiene muy preocupados y con ganas de participar más activamente. Y parece que sus tesis son compartidas por una buena parte de la población. Acaban de publicar los resultados de un barómetro donde el 77% de los encuestados se muestran a favor de “una política común de seguridad y defensa” y el 71% cree que la UE “debe reforzar su capacidad para producir equipos militares”. Un 34% opina que “la seguridad y la defensa son el ámbito prioritario de la acción de la UE a medio plazo”.
Volviendo a Bertrand Russell, se cita el día en el que el Reino Unido declaró la guerra a Alemania. El filósofo se sintió impresionado por la rapidez de los cambios de mentalidad de la población: la gente que estaba unida por el ideal de la paz empieza a celebrar la realidad de la guerra, dijo.
La Agenda Verde también está tocada. La UE ya ha cedido a las demandas de los agricultores protagonistas de una gran protesta hace unos meses: han reducido los controles sobre pesticidas, por ejemplo. Dicen que cuidar el medio ambiente, sí, pero parece que no hasta ese punto.
Añadan una última inquietud de los mandos europeos: la desinformación. La que provocan desde fuera, Rusia, dicen. La de puertas adentro preocupa menos, según vemos.
En este contexto, oír que España va a hacer el 9J un plebiscito contra Sánchez eriza la piel. La envergadura de la frivolidad es pareja a la desatada en esta Europa a la deriva. Al otro lado del Atlántico, tanto el Partido Republicano como el presidente demócrata Joe Biden, ceden al matón israelí y en distintos tonos amenazan a la Corte Penal por pedir la detención de Netanyahu, acusado de crímenes de guerra. Ese otro lado también está en derrumbe.
Según la leyenda griega, el toro brotó del mar, raptó a Europa y engendró con Pasifae un monstruo: el Minotauro que quedó encerrado en su laberinto. Ni tanto ni tan poco como pensar que Europa vive o se suicida: es un territorio. Son sus mandos quienes marcan directrices y sus ciudadanos quienes tienen la última palabra. ¿Lo saben de verdad? ¿a conciencia? Habrá que recordárselo también. No deberían votar destrucción. Ni raptos. Ni laberintos. Cada día es más necesario y más hermoso apostar por la vida.