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Temporal de tontería

10 de enero de 2021 23:17 h

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Nadie en su sano juicio podía esperar que el nuevo año nos aliviara de las penurias del 2020 desde el primer día, pero el temporal de tontería, además de nieve, que nos ha barrido durante la primera semana del 2021 ya parece ensañamiento. Tuvimos un primer aviso la misma nochevieja cuando, a falta de cabalgatas de Reyes con las que montar un escándalo de telenovela, las campanadas, unos adornos florales y la bandera de España animaron la fiesta como lo habría logrado esa conga que no se pudo bailar en las discotecas. 

Empezar el año echando de menos que la única polémica hubiera sido el vestido de Cristina Pedroche ya no daba buena espina. La confirmación definitiva de que la tontería seguía entre nosotros y lo hacía para quedarse, se produjo cuando los datos de la tercera ola empezaron a dispararse y todos nos comportamos como si estuviéramos asistiendo a un accidente inevitable, una desgracia ineludible o un capricho del destino; cuando nos habían avisado los científicos hasta quedarse sin voz y los sanitarios habían suplicado hasta la extenuación. 

Las sonrojantes explicaciones de gobiernos de todo signo para excusar el pasmoso retraso en el programa de vacunación, aludiendo a los festivos navideños o las ausencias de los candidatos en las residencias, van más allá de la tontería; directamente nos toman por tontos. Con las vacunas ha pasado aquello que nos cansamos de avisar: el sistema de atención primaria español es excelente y ha demostrado una capacidad asombrosa, pero no puede obrar el milagro de los panes y los peces; sin personal no pueden ponerse vacunas 

Luego sucedió lo del asalto al Capitolio y pudimos reconfortarnos con uno de nuestros consuelos favoritos: pensar que a otro aún le va peor. La infantil facilidad con la que reducimos un fenómeno que suma 75 millones de votantes, con una renta media anual superior en casi doce mil dólares a los electores demócratas, a un puñado de paletos escapados de La Matanza de Texas y a los Village People asaltando el Capitolio puntúa muy alto en el ranking de la tontería. Pero comparar el asalto del Trumpismo a Capitol Hill con las protestas que hemos visto por aquí cerca de algunos parlamentos bate todos los récords de tontería. 

Los alcaldes del PP que tomaron el Parlamento Gallego en 2005, los indignados que asediaron el Parlament en 2011, Rodea el Congreso en 2012 o incluso los macarras de Jusapol en 2020 protestaban legítimamente contra sus representantes reclamándoles cambios en sus políticas, con reivindicaciones tan discutibles como legítimas. La turba que asaltó el Capitolio buscaba violentar el resultado de las elecciones por la fuerza e imponer un presidente no electo, basándose en reivindicaciones tan ilegítimas como falsas. Equiparar estos fenómenos es igual que comparar la democracia y la dictadura y concluir que ambas están mal porque se producen disturbios.

Conforme se acercaba Filomena se fue intensificando el temporal de tontería. Primero fueron las delirantes explicaciones de la Vicepresidenta Teresa Ribera para justificar que el Oligopolio eléctrico nos suba el rescate de rehenes que le pagamos porque viene el frio mientras su departamento acredita de nuevo su mayor habilidad hasta la fecha: dar lecciones y hacer nada. Luego vino la enésima petición para que nos quedáramos en casa; la nueva fórmula mágica para afrontar los problemas: ni previsión, ni planificación, ni gestión, ni recursos, ni personal, ni presupuestos: quédense en casa y asunto arreglado. Tampoco podía faltar otra rueda de prensa del gobierno para tratar de convertir una crisis en un ejemplo de su excelencia y del agradecimiento que les debemos por haber mandado al ejército de madrugada.

Aunque si me preguntan a mí, nada supera a las imágenes de quienes se lanzaron a la nieve a hacer aquello que nos han dicho que debíamos evitar para frenar la tercera ola, con el vital objetivo de colgar en redes una foto o un video gilipollas esquiando por su calle, tirándose bolas de nieve en la Gran Vía o bailando la Macarena en la Puerta del Sol. No hay mascarillas para tanta tontería.