La tragedia debe ser televisada

23 de octubre de 2020 22:41 h

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El uso que hizo la ultraderecha durante la primera ola de la pandemia insistiendo machaconamente en el número de muertos por COVID y responsabilizando de ello al Gobierno provocó que, tanto el Gobierno como numerosos medios progresistas, periodistas y analistas que no querían participar de ese acoso optaran por afrontar la cobertura de la enfermedad desde una óptica no catastrofista, e incluso constructiva: “todo saldrá bien”, “saldremos más fuertes”, “esto lo paramos entre todos”. No solamente se reflejaba en los eslóganes, también en el tipo de información que nos llegaba y en las imágenes a las que se recurría. Ahora, seis meses después y en la segunda ola, seguimos evitando exponer la tragedia, no vemos imágenes de enfermos en hospitales, mucho menos de las UVI o de féretros o entierros (imágenes estas que no faltan cuando se trata de muertos por un atentado o un crimen de violencia común, ni, por supuesto, cuando los muertos son de otros países). Hemos visto cómo enterraban a los fallecidos en Brasil o en Estados Unidos pero no aquí. Vemos solo los ancianos cuando salen triunfantes de la UVI, pero nunca la foto de los que mueren. Se recogen en todas las televisiones los testimonios de los familiares de un anciano que ha sido maltratado por alguna desaprensiva cuidadora o cuidador en una residencia, pero no el del familiar cuyo padre murió por COVID.

En las televisiones aparece la tragedia de niños hospitalizados que sufren enfermedades raras para despertar el interés por investigarlas, o la dureza de la rehabilitación de los accidentados por accidentes de tráfico. Pero no vemos enfermos de COVID con graves secuelas, algunos de ellos jóvenes, con lo necesario que es sensibilizarnos.

Para prevenir las enfermedades ligadas al consumo de tabaco se recurre a imágenes tremendas que buscan impactar en los ciudadanos. Las campañas gubernamentales para pedir que se cumplan las normas de circulación son escalofriantes, aparecen en todos los medios y ya no son discutidas por nadie. Nada similar se hace con el coronavirus y sus muertos y enfermos. Seguimos viendo en televisión más anuncios de casas de apuestas que campañas de prevención o de apoyo al uso de la aplicación de rastreo Radar COVID. En los informativos aparecen más testimonios de empresarios discrepando de las medidas sanitarias que se aplican y les afectan negativamente a sus negocios que gobernantes pidiendo que cumplamos las normas. Los periodistas recogen imágenes de masivos incumplimientos de normas sanitarias, con la sensación de impunidad absoluta. No entendemos por qué los periodistas pillan a tantas personas burlando las normas y la policía no.

Los medios difundieron con naturalidad la respuesta de los directivos del colegio mayor Galileo Galilei de Valencia, donde una macrofiesta contagió a más de un centenar de estudiantes. “Todos son asintomáticos”, decían para quitarle importancia al asunto. Y los abuelos de esos estudiantes, ¿también serían asintomáticos si las autoridades no hubieran decretado la cuarentena de todo el colegio?

Estamos instalados en más de cien muertos diarios, en diez días se alcanzan los muertos por accidente de tráfico de todo el año. Sin embargo, parece que la sociedad sigue sin estar sensibilizada por la tragedia o, peor incluso, parece que estamos normalizando esas cifras.

Por supuesto, no se trata de explotar el morbo en nuestras televisiones, en lo cual son especialistas muchos medios, sino de que empecemos a sentir la muerte asociada al virus más cerca. Porque 3.000 muertos al mes es mucha muerte como para considerarla lejana, porque los jóvenes no siempre son asintomáticos, porque el contagio nos puede llegar del que se sienta a nuestro lado en el metro, del amigo que viene a casa a cenar, del compañero del trabajo, del familiar que nos invita a su cumpleaños.

No se puede, desde gobernantes y medios de comunicación, apelar a la responsabilidad de todos y luego no trabajar para sensibilizar de la tragedia de más de cien muertos diarios. Porque, como en tantas cuestiones, hasta que no ves a tu familiar en la UVI o muerto no crees que eso suceda.