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La transfobia de unas 'supuestas' feministas

Me escribe gente amiga preguntándome qué es eso de “las TERF”. Han visto unos vídeos que circulan por las redes en los que se pueden escuchar varias intervenciones. Todas pertenecen a las charlas celebradas durante las jornadas de Política Feminista, Libertades e Identidades que organizó la Escuela Feminista Rosario de Acuña de Gijón. Las preguntas de estas personas afines y pertenecientes a los movimientos feministas y también LGTBI+ venían cargadas de alarma por el estupor que les provocaba escuchar a estas feministas en sus formas, contenidos y, sobre todo, por la humillación, la sorna y la violencia que transmitían con sus intervenciones.

Las TERF son un movimiento abiertamente crítico con el transfeminismo y el movimiento Queer. De hecho, sus ideas y discursos se nutren de altas dosis de transfobia e intolerancia hacia las personas trans (especialmente las mujeres), la disidencia sexual y quienes se identifican con la teoría Queer. El acrónimo 'TERF' responde a las siglas en inglés de la expresión “Trans Exclusionary Radical Feminists” (es decir, feminismo radical trans excluyente), pero no todas las feministas radicales son TERF, esto es importante.

¿Qué pasó en la edición de este año de esta escuela feminista para que saltaran las alarmas y saliéramos en tropel a decir #HastaElCoñoDeTransfobia? Pues que quienes intervinieron, usando el privilegio de su voz dentro del feminismo más hegemónico e institucional, hicieron un despliegue de transfobia y violencia verbal hacia las compañeras trans absolutamente obsceno y doloroso. En esta ocasión, en su negacionismo de que las mujeres trans sean sujeto político del feminismo (en el suyo ya nos quedó claro que no tienen cabida) contorsionaron hasta el extremo sus argumentos, sus comentarios y hasta su sentido del humor. Vamos, que se desfiguraron a sí mismas de tal forma que da la impresión de que perdieron la conciencia del alcance, rechazo y dolor que podían provocar sus palabras. De hecho, imagino a los equipos de Vox (había algún miembro presente) tomando buena nota de estas intervenciones y sintiéndose aprendices de brujo ante esta enseñanza de transfobia e intolerancia a la disidencia sexual.

Cuando se usa el feminismo para atacar la dignidad de una persona no se está haciendo feminismo, se está instrumentalizando y malversando su capital social para un uso personalista, partidista y contrario a la esencia de su génesis: defender los derechos sexuales, reproductivos, civiles y políticos de las mujeres y, también, de las disidencias sexuales que sufren el machismo de la mirada binarista que nos dice cómo se supone qué es ser un hombre y qué es ser una mujer. Desde este feminismo la libre elección, más allá de mitos, es una meta, es un tema de derechos humanos.

Escuchar decir a unas feministas (supuestamente) que las mujeres trans son 'actrices del género', que se las nombra como 'tíos porque son tíos' o que 'lo contrario a ser cis es ser feminista' es mezquino, es ser parte de la violencia injusta e irracional que sufren las mujeres trans. Cuando alguien cree que sus ideas, con mucho envoltorio académico, le avalan para insultar, denigrar y faltar el respeto a otras es que esa persona está a punto de ser engullida por las entrañas del patriarcado opresor, prepotente, clasista, machista, racista, homófobo y tránsfobo que cree que las cosas solo tienen una única versión, la suya, ese que interpreta la diversidad como una amenaza a su estatus social.

En el movimiento en el que yo lucho es incompatible declararse feminista y ser tránsfoba. La realidad trans en el feminismo nos enriquece y nos ofrece referencias y vivencias que nos aportan información muy valiosa sobre cómo se tejen los privilegios y sobre qué creencias se construyen las relaciones de poder en base al género. Negar la identidad de las mujeres trans es algo patriarcal, máxime si se hace deshumanizándolas porque eso es ejercer violencia.

Ver a las mujeres trans como enemigas de la causa feminista es partir de una mirada sexista no deconstruida, una mirada que todas nos tenemos que trabajar, aquí es donde la teoría queer viene a aportar. Hablar del adoctrinamiento del “queerismo” y partir de premisas biologicistas parece tener más que ver con los autobuses naranjas de Hazte Oír que con la idea de la construcción social del género.

La transexualidad, lo no binario o el ser transgénero no tiene que ver con la moda ni su historia. Más bien tiene que ver con el machismo y la presión que este ha ejercido sobre las disidencias sexuales y las mujeres para decir qué es lo correcto y lo que está bien. Las mujeres trans son de las nuestras, por eso hemos salido en tropel a defenderlas en su derecho de que nadie las juzgue ni les diga cómo deben vestirse, maquillarse, comportarse u operarse. Escuchar sus voces y hacerlas nuestras es lo feminista y lo revolucionario; humillarlas, negarlas y encerrarlas en burlescos clichés es lo que viene haciendo toda la vida el patriarcado. No son tíos, son tías y no es aceptable marginalizarlas porque, de hecho, como dice Patricia Simón, las hermanas trans nos hacen y harán mejores feministas.