Perdonen el chiste fácil, pero cada vez que un periodista pregunta a un portavoz de Podemos sobre la posibilidad de sumarse a candidaturas de unidad popular, espero que responda con la típica broma: “Candidatura unitaria, la que tengo aquí colgada”. O más bien “la que tengo aquí montada”, pues ese es el argumento habitual de Podemos: “¿Quieren una plataforma unitaria? ¡Pues aquí estamos!”
Desde el lugar preferente que le dan los resultados electorales, Podemos propone que quien quiera sumar fuerzas, se presente a sus primarias. Que no hay necesidad de montar un Ganemos, un Ahora o una Marea para las generales, porque habiendo Podemos ya vamos sobrados. ¿Para qué construir la unidad popular, si Podemos ES la unidad popular?
En los días posteriores al 24M, cuando aparecieron las primeras voces señalando lo obvio (que las candidaturas ciudadanas habían funcionado mucho mejor que Podemos en solitario), la reacción inicial fue negarlo: señalaron que Madrid y Barcelona eran la excepción, y que en la mayoría de ciudades Podemos había sacado más votos, mezclando para ello las auténticas plataformas unitarias con muchas otras que eran solo su marca blanca, y que competían con candidaturas similares.
Como las voces a favor de la unidad han ido a más, Podemos ha acabado diciendo que sí, que está a favor de sumar, pero vayan pasando por aquí de uno en uno. Nada sorprendente: es lo mismo que planteaban los sectores más rígidos de IU cuando les sonreían las encuestas tiempo atrás: la convergencia somos nosotros. O en los primeros noventa el PSOE, cuando se presentaba como “la casa común de la izquierda” y abría sus puertas a los sin techo. Es lo que hace cualquier partido que se siente con fuerza suficiente. De ahí que en Cataluña o en Galicia, donde no se ven tan fuertes, Podemos acepte lo que rechaza en otros lugares.
Hay muchos motivos para desconfiar del éxito de una candidatura popular, a tan pocos meses de las generales. Más o menos los mismos motivos que había para desconfiar de que aquel recién nacido Ganemos madrileño llegase a buen puerto tras los muchos titubeos iniciales y los palos en las ruedas (algunos colocados por el mismo Podemos que luego se ha apuntado el éxito).
Si ha sido posible en Madrid, Barcelona y otras ciudades, ¿por qué no intentarlo en las generales? Puede salir mal, claro, pero ¿qué es más probable: que una fórmula de unidad popular salga bien, o que Podemos en solitario crezca mucho más de ese 15% que de media le han dado las andaluzas y las autonómicas?
Hay que reconocerle a Podemos la inteligencia política para irrumpir en el momento más favorable. Y que haya sido capaz de levantar una organización implantada en todo el estado en tan pocos meses. Nunca le agradeceremos bastante que haya llevado el “Sí se puede” a donde parecía impensable. Pero no nos engañemos: el entusiasmo que muchos sentimos estos días no es por los resultados autonómicos de Podemos, sino por el éxito de Carmena o Colau. Y de aquí a las generales, son los proyectos municipales los que más van a lucir, ya que quedan muy pocos meses: suficientes para apuntarse éxitos importantes en medidas sociales, pero no tantos como para meter la pata. Por el contrario, el trabajo de oposición, con un verano por medio, no le va a lucir mucho a Podemos en los parlamentos autonómicos.
Podemos se resiste a que haya otro paraguas que no sea el suyo –ese que dice está abierto para todo el que quiera meterse debajo–. Pero va a tener que rechazar tantas veces las peticiones de confluencia –también las internas–, que igual se lo acaba pensando mejor, para que su rechazo no empiece a sonar a “la que tengo aquí colgada”.