En verano, el sector servicios es el más explotado. La gente está de vacaciones, viaja en la medida de sus posibilidades: restaurantes, hoteles, trenes, aviones... y los que no pueden permitirse viajar también hacen uso de este sector en su tiempo de ocio: bares, piscinas, etc.
La crianza, las tareas domésticas y los cuidados de mayores y niños recaen durante todo el año en una mayoría de mujeres, sean trabajadoras fuera de casa o no lo sean. No es difícil entender que en vacaciones a esa mayoría de mujeres se les duplica el trabajo de la misma forma que al sector servicios, ya que no hay colegios ni guarderías que las desahoguen y, además, siguen teniendo las mismas responsabilidades impuestas, y normalizadas socialmente, que el resto del año.
Me comentaba una usuaria de Twitter que estaba en un chiringuito en la playa, rodeada de señores leyendo el Marca. Se preguntaba dicha usuaria, a la vez, dónde estaba el resto de la familia. Ésta no es una estampa que vaya a resultar ajena a nadie, todos y todas la visualizamos perfectamente. Las mujeres, en estas estampas, como sabemos, están vigilando a los niños en la playa o haciendo la comida para la familia (y no la comida habitual, sino la comida para todos los componentes: maridos que no comen en el trabajo, niños que no comen en el comedor, etc). Puede que también estén pendientes de los mayores, desde sus citas médicas a su bienestar en general (y cuando hablamos de mayores, tenemos que sacar de la ecuación a las mujeres no “demasiado” mayores -o sí pero con una salud razonable-, a las que la cosa se le complica, porque además de hijos e hijas, tendrán la variable del cuidado de nietos y nietas).
Cuando la sociedad ve aumentado su tiempo de ocio, tanto el sector servicios como las mujeres (otro servicio público, al parecer) ven aumentadas, a su vez, sus obligaciones y responsabilidades. Es típico que los hombres que “ayudan en casa” compartan en verano la atención de las crías y críos, pero con un reparto desigual: los hombres los atienden en los juegos para dejar espacio y tiempo a las mujeres y que éstas se dediquen a las tareas domésticas, las compras y los menús.
Los datos al respecto que muestran las estadísticas del Instituto de la Mujer en cuanto al tiempo dedicado por unos y otras al hogar y la familia no dejan mucho lugar a interpretaciones.
Tampoco las estadísticas sobre el uso del tiempo libre.
No es de extrañar que en la última gráfica disponible en el INE en la encuesta de condiciones de vida (2013), en el apartado de satisfacción, ningún grupo por edades de mujeres superemos al de los hombres.
No es raro tampoco que el feminismo esté tan denostado entre la inmensa mayoría de hombres; es mucho lo que tienen que perder.
Nosotras, sin embargo, con el feminismo no estaríamos hablando tanto de ganar como de recuperar lo que nos pertenece.