Todos quienes, un año más, hemos echado de menos rejuvenecer un poco viendo salir nuestras procesiones de Semana Santa de la infancia –Viveiro, A Mariña, Lugo y sus emocionantes “caladiños”–, hemos debido conformarnos con el desopilante sustitutivo ofrecido por otro cortejo que sí ha salido sin falta estas jornadas. Se trata de la procesión de la Santa Desinformación, que desfila todos los días partiendo de la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, con emotivas paradas en todos los medios de pasional devoción ayusista para cantarle a la santa patrona.
En la víspera del jueves santo supimos que la Comunidad de Madrid iba a cerrar los centros de salud y dejar de vacunar a mayores de 80 años durante los festivos. Rápidamente salieron la presidenta Díaz Ayuso y sus nazarenos a desmentirlo. Aunque lo hicieron de tal manera que lograron un imposible metafísico: desmentir y confirmar a la vez. Desmintieron algo que nadie había reclamado: que se suspendiera toda la vacunación, pero confirmaron aquello que sí se había denunciado: que si tienes 80 años debes esperar al lunes; pese a constituir la población de más riesgo y estar Madrid 11 y 38 puntos por debajo de los objetivos de primera y segunda vacunación para ese colectivo en marzo.
Es la primera regla de la santa desinformación: negar las denuncias que nadie ha hecho para enterrar debajo lo que no puedes explicar. Por si fallaba el plan A, también activaron el plan B, atribuir la noticia de los cierres no a los medios que la daban, sino a un candidato rival, en ese caso Ángel Gabilondo. Si se trata de una información, hay que rebatirla con datos y evidencias. Si se presenta como una acusación de un rival, se contesta con otra acusación.
La contradicción de desmentir haber parado la vacunación y confirmar a la vez el cierre de los centros de salud llevó a Díaz Ayuso y su nazarenos a pasar al plan C deprisa y corriendo para explicarla: no se vacuna en los centros y a los mayores porque no hay vacunas y el Gobierno rojosatánico no las manda. Fue una chapuza y el remedio resultó peor que la enfermad. A la primera contradicción se sumaba ahora una segunda: si Madrid seguía vacunando con normalidad, según había sostenido la presidenta, ¿cómo podía hacerlo sin vacunas? Las dos cosas no pueden ser ciertas a la vez. No se puede seguir vacunando y no tener vacunas al mismo tiempo.
Para acabar de arreglarlo, la Cadena SER y otros medios confirmaron que no solo había vacunas para los mayores de 80 años sino que, además, se guardaban cerca de 30.000. Los nazarenos de la Santa Desinformación y ayusers del mundo en general salieron entonces a sostener que los centros de salud se cerraban porque el personal sanitario necesitaba un descanso y las vacunas se retenían “por seguridad”. O dicho de otro modo, eran los sanitarios quienes no querían trabajar y no vacunaban a la población de más riesgo porque eso era precisamente lo más seguro en plena cuarta ola.
La procesión se empezaba a desorientar de tal manera que no quedó más remedio que acudir a lo más sagrado del manual de la desinformación: la neolengua. Los centros de salud no estaban cerrados y no se había dejado de vacunar, se había “planificado” su cierre y dejar de vacunar esos días. Ni el joker del Caballero Oscuro lo habría dicho mejor: nadie se asusta si le decimos que todo va según el plan.
Como ejemplo señero de tan elaborada planificación y programación, en plena Semana Santa, la Comunidad de Madrid anunciaba que habilitará, siete días más tarde, un tercer centro de vacunación masiva: el WiZink Center; un verdadero milagro de Pascua si tenemos en cuenta que, según Ayuso y su Gobierno, no llegan vacunas y aquellas que llegan es mejor no ponerlas “por seguridad”. Naturalmente, semejante anuncio en pleno festivo no es propaganda para tapar el abandono de los mayores de ochenta años, es otro triunfo de la libertad; cantan los nazarenos de la Santa Desinformación.
Comunismo o libertad, pregunta Díaz Ayuso. Vacune, señora presidenta, deberían responderle las madrileñas y los madrileños.