China está pagando un alto precio humano, social, económico, reputacional, y veremos si político, por la crisis del coronavirus COVID-19 y su gestión. ¿Es éste un momento Chernóbil para el sistema chino, como a veces se está apuntando? No lo parece. Gorbachev reconoció en su momento que la manera en la que se había gestionado aquel accidente le llevó a acelerar los cambios en la Unión Soviética, que, sin quererlo, acabaron en su extinción y el fin de comunismo soviético. Xi Jinping, que se ha dejado ver poco en esta crisis, ha reconocido que el control de la epidemia, en el que confía, es “una prueba para el sistema chino y su capacidad de gobierno”. Coincido con Elizabeth Economy (Foreign Affairs) cuando considera que el coronavirus se ha convertido en un stress test para Xi y su régimen, y que el mandatario “ha dedicado siete años en el poder a construir un sistema político diseñado para aguantar una crisis así”.
Justamente, ¿ha impedido el sistema reaccionar a tiempo? Y ¿ha permitido el sistema una reacción posterior lo que ningún otro sistema hubiera podido hacer aislando ciudades, con Wuhan, y provincias enteras, como Hubei, más poblada que España, poniendo, de hecho, en cuarentena el país más poblado del mundo? Seguramente, la respuesta a ambas preguntas sea afirmativa.
En un primer momento, el intento de complacer o no irritar al poder central, llevó a no reaccionar al virus, a taparlo, como hicieron funcionarios de Wuhan. El propio Xi se ha visto forzado a afirmar que supo de la gravedad de la epidemia y ordenó contenerla dos semanas antes de anunciarla públicamente. El médico Li Wenlang que lo detectó fue silenciado (como su muerte por el virus), pero muchos se han atrevido a declararle héroe. En Weibo, Twitter local, el hashtag “el gobierno de Wuhan debe al Dr. Li Wienliang una disculpa”, fue visto por 180 millones de usuarios antes de los censores lo eliminaran.
Al principio, el sistema tecnoautoritario permitió ciertas dosis de crítica en las redes sociales, pero pronto aplicó la masiva y sofisticada censura, aunque esta vez no ha logrado impedir que transpiraran altas dosis de ira por parte de la población. Cuando la crisis del SARS en 2003, no sólo la economía china era una cuarta parte de lo que es, sino que no había redes sociales y únicamente un 6% de los chinos tenía acceso a Internet. Hoy un 60% que lo tiene, aunque con un Gran Cortafuegos. China es el primer país del mundo en usuarios de la Red y uno de los más avanzados, aunque de forma controlada, en el uso de móviles y redes sociales de las que hay 1.400 (no están tan concentradas en unas pocas empresas como en Occidente). El tecnoautoritarismo es algo reciente. Un estudio de la Universidad de Harvard puso de manifiesto que ya en 2013 decenas de miles de censores trabajaban en las empresas de medios sociales –unos 1.000 en cada servicio– y en el gobierno a distintos niveles. Paradójicamente, las cuarentenas y el aislamiento están fomentando estos días la vida digital, desde el teletrabajo y telecompra (arriesgan los transportistas) a la educación online.
La palabra china para crisis es wei-chi. Wei significa “peligro” y chi, en parte, “oportunidad”. Si consigue controlar e invertir la extensión del virus en su país, el sistema encabezado por Xi Jinping se verá reforzado. Si no lo logra, el efecto –cuando ya la economía se estaban desacelerando– del parón económico derivado de las medidas contra el virus, podría tener resultados negativos, podría socavarse la legitimidad del sistema entre los chinos (que la tiene, aunque muchos desde fuera apliquen una lente occidental para juzgarla), y aumentar la demanda de menos burocracia y corrupción y más libertades. Esta crisis ya ha hecho surgir en público más críticas sobre el grado excesivo de autoritarismo personal de Xi Jinping.
El virus, las cuarentenas y los parones han puesto también de relieve el amplísimo papel de China en la cadena global de valores. Somos interdependientes para los virus y para la economía, y estos entre sí. Dicho esto, probablemente China no será igual tras esta crisis, cuya evolución aún no está clara.