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Por qué apoyo a Palestina

Julio Castro

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Creo que la guerra es una mierda. Esta y todas. Hamás, que son radicales islamistas capaces de asesinar a sangre fría (también a palestinos) coincide con Netanyahu en esa misma capacidad, exactamente por el mismo motivo, porque creen tener una venia de Dios. Pero el estado de Israel lleva practicando el terrorismo en Palestina hace décadas. Terrorismo. Y la comunidad internacional lo ha consentido y patrocinado en un modo mucho más descarado de lo que había hecho con algunos otros de “nuestros hijos de puta” (usando la terminología de Roosevelt y Kissinger) de Oriente Próximo. Principalmente porque, para USA, Israel no es uno de “nuestros hijos de puta”, sino directamente “uno de los nuestros”.

Si en esos otros países el resultado fue la proliferación del islamismo más radical, no debería sorprender la aparición de Hamás. Aunque en Palestina hubo una oportunidad. Tras la victoria de Hamás en las elecciones a la Autoridad Nacional Palestina de 2006, frente a la seglar y más dada a acuerdos Fatah, que mantuvo el poder de la OLP, se sucedieron cruentos periodos de conflicto civil con innumerables intentos de reconciliación entre ambas organizaciones, todos torpedeados por Israel. Mientras tanto, durante este largo periodo, la ocupación de la Franja y otros territorios palestinos, las violaciones de derechos humanos e internacionales por parte de Israel, la disminución radical de la libertad y del nivel de vida, la represión, las víctimas civiles palestinas y el porcentaje de jóvenes sin salida ni nada que perder no han hecho sino aumentar, cargando de razones a Hamás, poniendo en cuestión el poder de Fatah y dinamitando cualquier vía civil o política.

Ahora hay que exigir la paz a gritos. Eso implica un completo alto el fuego, retirada de todas las partes, renuncia a cualquier acto de venganza, denuncia de los crímenes de guerra (de Israel y de Hamás) y exigencia sine qua non de obediencia de las resoluciones de la ONU y los tratados y acuerdos internacionales. En cambio, paradójicamente, una buena parte de la comunidad internacional actúa exigiendo la condena rotunda y única a Hamás, en base a su etiqueta de grupo terrorista, reconociéndole a Israel el derecho de defensa sin condiciones que no le reconoce a Palestina. No entran en el detalle de que ese derecho de defensa ya lo está ejerciendo Israel asesinando civiles (crímenes de guerra) y terminará con la destrucción de una ciudad de más de 600 mil habitantes (un crimen sin más adjetivos). Se asume con toda naturalidad que Israel seguirá sin someterse al Derecho Internacional. Ni siquiera a la declaración de Derechos Humanos.

Entonces, lo que cierta opinión pública confunde (el Sr. Sémper, por ejemplo, pero no solo él) es que no se apoya a Hamás. Se apoya al pueblo palestino, que es uno de los pueblos más injustamente sometidos del Planeta. Y se grita con impotencia por recuperar la dignidad, de ellos y la nuestra, y para que se camine hacia la paz y no a la guerra, impulsada por la obscena simplificación: grupo terrorista atacante frente a estado soberano atacado con derecho a hacer lo que considere. También exterminar a “animales humanos”, como se refirió a los gazatíes el ministro de defensa israelí, sin recibir la más mínima condena, tras evidenciarse el fracaso en sus funciones.

Creo que la guerra es una mierda. Esta y todas. Hamás, que son radicales islamistas capaces de asesinar a sangre fría (también a palestinos) coincide con Netanyahu en esa misma capacidad, exactamente por el mismo motivo, porque creen tener una venia de Dios. Pero el estado de Israel lleva practicando el terrorismo en Palestina hace décadas. Terrorismo. Y la comunidad internacional lo ha consentido y patrocinado en un modo mucho más descarado de lo que había hecho con algunos otros de “nuestros hijos de puta” (usando la terminología de Roosevelt y Kissinger) de Oriente Próximo. Principalmente porque, para USA, Israel no es uno de “nuestros hijos de puta”, sino directamente “uno de los nuestros”.

Si en esos otros países el resultado fue la proliferación del islamismo más radical, no debería sorprender la aparición de Hamás. Aunque en Palestina hubo una oportunidad. Tras la victoria de Hamás en las elecciones a la Autoridad Nacional Palestina de 2006, frente a la seglar y más dada a acuerdos Fatah, que mantuvo el poder de la OLP, se sucedieron cruentos periodos de conflicto civil con innumerables intentos de reconciliación entre ambas organizaciones, todos torpedeados por Israel. Mientras tanto, durante este largo periodo, la ocupación de la Franja y otros territorios palestinos, las violaciones de derechos humanos e internacionales por parte de Israel, la disminución radical de la libertad y del nivel de vida, la represión, las víctimas civiles palestinas y el porcentaje de jóvenes sin salida ni nada que perder no han hecho sino aumentar, cargando de razones a Hamás, poniendo en cuestión el poder de Fatah y dinamitando cualquier vía civil o política.