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El confinamiento en otro planeta

Saleh Brahim

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Pienso en la canción que dedicó Carlos Puebla a Fidel Castro. A ritmo de salsa el cantante entona el mítico “se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó parar”. Puede parecer frívolo, pero no puedo evitar asemejarlo a la situación actual. Habría que cambiar el estribillo de tan sonada canción pues el líder de esta revolución es un ser microscópico que ha conseguido que ralenticemos, por un tiempo, nuestra particular manera de destruir el planeta.

Es un momento difícil para la especie humana. Nos encontramos en una situación anómala que se está cobrando vidas humanas, el precio más alto que puede pagar nuestra especie. También es una situación que hace temblar las bases económicas sobre las que asienta el sistema predominante actual: el capitalismo. Un sistema que conduce al crecimiento infinito encaminando a la especie humana hacia la destrucción del planeta tierra.

El virus llegó y nos encontró inmersos en una forma destructiva de habitar el planeta. El capitalismo que practicamos nos induce a exprimir al máximo la capacidad de la tierra y no precisamente para mantenernos vivos sino para cubrir necesidades ficticias que nos hemos ido inventando.

No se puede seguir consumiendo y comprando a costa de destruir y contaminar. Por cada adquisición no esencial generamos un extra de residuos que contaminan los mares, gases nocivos para nosotros mismos y para la atmósfera y destruimos flora y fauna.

A la crisis sanitaria se asocia una crisis del capitalismo. Merece la pena que paremos a pensar: el parón de consumo y el decrecimiento de la economía pueden ser beneficiosos para nuestra vida a largo plazo. La crisis del capitalismo es un espejismo creado por un sistema que no sabe reciclarse y caminar hacia una sostenibilidad real ya que la verdadera crisis es la ambiental y nuestra mayor preocupación debería ser encontrar el modo sostenible de habitar la tierra.

Aprovechemos este parón para pensar en la manera de crear una nueva normalidad con el respeto al planeta como prioridad máxima. Las consecuencias de una crisis medioambiental son mucho peores que las de una crisis sanitaria. Está en nuestras manos reaccionar a tiempo y tomar medidas que nos encaminen hacia una existencia respetuoso con el equilibrio natural de nuestro planeta. Si destruimos la tierra, no habrá otro planeta donde confinarse.

Pienso en la canción que dedicó Carlos Puebla a Fidel Castro. A ritmo de salsa el cantante entona el mítico “se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó parar”. Puede parecer frívolo, pero no puedo evitar asemejarlo a la situación actual. Habría que cambiar el estribillo de tan sonada canción pues el líder de esta revolución es un ser microscópico que ha conseguido que ralenticemos, por un tiempo, nuestra particular manera de destruir el planeta.

Es un momento difícil para la especie humana. Nos encontramos en una situación anómala que se está cobrando vidas humanas, el precio más alto que puede pagar nuestra especie. También es una situación que hace temblar las bases económicas sobre las que asienta el sistema predominante actual: el capitalismo. Un sistema que conduce al crecimiento infinito encaminando a la especie humana hacia la destrucción del planeta tierra.