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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Ya tenemos “gobierno ilegítimo”

Antonio García Gómez

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¡“Dita sea”, qué mala suerte! Consiga o no el PP, “flamante ganador de las elecciones generales pasadas”, y en consecuencia, según la interpretación inamovible de sus filas, dentro de la derecha y la ultraderecha, única posibilidad legítima por la que la gobernabilidad recaiga en esa ideología, mentira y odio a partes iguales, entendiendo que cualquier otra posibilidad, en la que se contemple, ni siquiera como probabilidad remota, que se consiga una mayoría parlamentaria, ¿“cuálo”? Para poder gobernar, con dificultades, con complejidad, con coraje, con sentido de Estado… será por definición y sentencia, “ilegítima” per se y desde el minuto cero de su alumbramiento, y así ya se ha empezado a correr la idea de que se trataría de una intentona “ilegítima”, cuasi merecedora de ser reconocida como, sin otro miramiento ni consideración: “ilegítima, golpista, criminal, socialcomunista…” y el largo etcétera con el que torpedear cualquier intento digno de llevar a cabo una labor gubernativa como, con enormes dificultades y zancadillas, se ha ido llevando a cabo en los pasados cuatro años de legislatura, más fecunda que estéril, mal que les pese a los confesos de patriotismo a ultranza.

Con rompepatrias, en cualquier caso y según la derecha, que en ningún momento ni supieron, ni quisieron saber nada del interés superior para una ciudadanía en apuros, despreciando la lealtad y fomentando la deslealtad institucional, y me refiero a los “patriotas” de cuño de derechas, por supuesto.

Claro que esto no interesa nada a la derecha, porque, en realidad, la derecha de lo único que habla es el poder, de su poder en mano. Porque cuando pide que “se le deje gobernar” al PP y a su amiguito del alma, Vox, sólo se exige que el resto de las fuerzas opositoras se plieguen ante esa derecha “movilizada”, mentirosa y trapacera, por mucho que, tras los insultos y los bulos desplegados a lo largo de la pasada legislatura, ahora se exija un borrón y cuenta nuevos, y otro desplante a la letra y el espíritu de la Constitución que dejó escrito y preceptivo lo de la “mayoría parlamentaria”, entre distintos, a partir de la diversidad y la complejidad, en un ejercicio de saber ceder y saber apretar, hasta conseguir logros inauditos que no se quieren tener en cuenta, como que la paz social reina en Catalunya y que el independentismo en ese país ha pasado de un 51% de implantación a un 28%, y que la economía va bien que mal y ayudando a los más vulnerables.

Pero el raca raca del “se romperá España”, de nuevo, y el de la “ilegitimidad” del Gobierno que salga que no sea el de las fuerzas de la reacción y el retroceso a la caverna, ya ha comenzado a repetirse por ver si cuela, en el caso suspirado para que se repitan las elecciones, último clavo ardiendo al que se agarran desesperadamente, por ver si esta vez arrasan.

Con un señor en el machito de la perplejidad, el señor Feijóo, que había aceptado ponerse bajo palio para ser, en exclusiva, sin plan B, el nuevo mandamás, presidente a la sazón, palafrenero al cabo, de los intereses burdos e inconfesables de los “amos y señores” que rabian por no haber apretado un poco más. Mecachis.

¡“Dita sea”, qué mala suerte! Consiga o no el PP, “flamante ganador de las elecciones generales pasadas”, y en consecuencia, según la interpretación inamovible de sus filas, dentro de la derecha y la ultraderecha, única posibilidad legítima por la que la gobernabilidad recaiga en esa ideología, mentira y odio a partes iguales, entendiendo que cualquier otra posibilidad, en la que se contemple, ni siquiera como probabilidad remota, que se consiga una mayoría parlamentaria, ¿“cuálo”? Para poder gobernar, con dificultades, con complejidad, con coraje, con sentido de Estado… será por definición y sentencia, “ilegítima” per se y desde el minuto cero de su alumbramiento, y así ya se ha empezado a correr la idea de que se trataría de una intentona “ilegítima”, cuasi merecedora de ser reconocida como, sin otro miramiento ni consideración: “ilegítima, golpista, criminal, socialcomunista…” y el largo etcétera con el que torpedear cualquier intento digno de llevar a cabo una labor gubernativa como, con enormes dificultades y zancadillas, se ha ido llevando a cabo en los pasados cuatro años de legislatura, más fecunda que estéril, mal que les pese a los confesos de patriotismo a ultranza.

Con rompepatrias, en cualquier caso y según la derecha, que en ningún momento ni supieron, ni quisieron saber nada del interés superior para una ciudadanía en apuros, despreciando la lealtad y fomentando la deslealtad institucional, y me refiero a los “patriotas” de cuño de derechas, por supuesto.