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¿Es hoy la unidad de la izquierda un desafío?

Sebastián Fernández Martínez | socio de elDiario.es

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Esta es una pregunta que al formulárnosla nos produce un cierto desasosiego, al menos a mí. Me hace caer en la cuenta de que es la gran contradicción de la clase obrera y clases populares: mientras que la unidad es el objetivo más deseado de dichas clases, no solo ahora sino históricamente, cada día constatamos como dicho objetivo se encuentra más lejano, cada vez que se introducen nuevos elementos de división en el seno de las organizaciones de izquierdas.

Al situarse ante esta problemática, si verdaderamente se desea la unidad, hay que partir de la aceptación de que los partidos políticos y sindicatos de clase, movimientos sociales progresistas, al igual que el resto del pueblo desean la unidad de acción. Y esto hacerlo, a pesar de que muchas veces sintamos la necesidad de creer otra cosa, al contrastar nuestro deseo de unidad con las prácticas de las organizaciones antes mencionadas.

Bajo mi punto de vista, hay al menos dos elementos que tienen que ver con la construcción de la unidad. El primero tiene que ver con el análisis de las contradicciones que se dan en la Formación Social española, a nivel general y sobre todo las que se dan en el seno del pueblo. Se tendrían que poner de acuerdo en cual es la contradicción principal y el aspecto principal de la misma. De igual forma, se tendría que profundizar en las contradicciones que se dan en el seno del pueblo, porque necesariamente la unidad debe pasar por la resolución no antagónica, progresiva y dialéctica de esas contradicciones.

El segundo elemento, que es fundamental y que se pasa a menudo por alto, y sin la cual la unidad se hace más difícil, es la actitud con la que nos situamos ante el tema y ante la lucha: la ética revolucionaria. En el seno del pueblo nos encontramos con organizaciones de distintas corrientes ideológicas progresistas y/o de izquierdas (marxismo, anarquismo, socialdemocracia, socialismo…) A partir de ese pluralismo se establece una lucha por la hegemonía. Esta lucha se manifiesta entre los partidos de clase, en el Parlamento, y en los acuerdos con la patronal y el Gobierno y en la negociación colectiva en los sindicatos mayoritarios, entre estos entre sí, y estos con los sindicatos minoritarios sin representación institucional. Estas situaciones tienen de fondo las contradicciones existentes, pero también ponen de manifiesto la falta de una ética revolucionaria, pues al estar inmersos en el Modo de Producción Capitalista nos hace jugar con los mismos valores o más bien contravalores.

Mientras no valoremos al otro, mientras que no publiquemos y nos alegremos de sus éxitos, mientras que no aprendamos a valorarnos por lo que somos y no por lo malo que es el otro, mientras que no seamos capaces de abstenernos, antes de votar en contra de una organización de clase, mientras que no tengamos un respeto real a las minorías, etc. etc., podremos seguir ganando votos y/o conseguir más poder, pero cuando lo tengamos nos veremos obligados a reprimir y coartar la libertad, porque los valores que utilicemos estarán en contradicción con la sociedad a la que aspiramos.

Esta es una pregunta que al formulárnosla nos produce un cierto desasosiego, al menos a mí. Me hace caer en la cuenta de que es la gran contradicción de la clase obrera y clases populares: mientras que la unidad es el objetivo más deseado de dichas clases, no solo ahora sino históricamente, cada día constatamos como dicho objetivo se encuentra más lejano, cada vez que se introducen nuevos elementos de división en el seno de las organizaciones de izquierdas.

Al situarse ante esta problemática, si verdaderamente se desea la unidad, hay que partir de la aceptación de que los partidos políticos y sindicatos de clase, movimientos sociales progresistas, al igual que el resto del pueblo desean la unidad de acción. Y esto hacerlo, a pesar de que muchas veces sintamos la necesidad de creer otra cosa, al contrastar nuestro deseo de unidad con las prácticas de las organizaciones antes mencionadas.