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Matar a la madre
Desde lo más profundo de mis entrañas le he pedido esta mañana a mi madre muerta que me cante una nana, que yo viva , pero desposeída de mis hijos ya no tengo a quien cantársela. El 23 de agosto del 22 me atreví a denunciar al señor que cada vez que me veía sonreír demolía mi alegría, aquel del que me separé en abril de 2019 con una custodia compartida dada a la fuerza para que dejara de pisarme por los pasillos y decirme “gorda, ojalá te mueras de un cáncer rápido” delante de los niños, por hacer un resumen casi poético. Tenían 7 y 4 años. En el juicio no me dieron la Orden de alejamiento. No supe hiperventilar como lo hacen las maltratadas según esta sociedad y esta justicia, no supe porque decía la verdad. Su relato plañidero prevaleció. Desde entonces ya no es un señor demoledor, es un asesino de la madre. Dejó de cumplir el convenio, manipula los niños con una violencia vicaria estremecedora, también violencia directa a ellos y a mí. Hemos enviado mil plegarias en forma de denuncias y recursos por ahora desoídos (9 denuncias y tres recursos). Desde la última denuncia el 7 de febrero el señor que se parepatea en obtener la custodia para no cumplir por sus violencias, afilo los cuchillos mediante grabaciones constantes a los niños, cámaras en su casa, visita de los niños a su abogada para que “le diga la verdad”. Desde el 24 de febrero no he visto a mis hijos más que un día. No quieren ni hablar conmigo, a lo que el padre ayuda bloqueando las vías de comunicación y me huyen físicamente si me ven. He oído lo que el monstruo les obliga a decir, vicarizados, desorientados y buscando, como niños ahora de 11 y 8 años que son, al bueno y al malo. Ahora ya ha matado a la madre, ha violentado a la mujer, y ha robado a sus hijos la mujer que les dio y les dará la vida, con el perjuicio mental para mis dos niños. Cantame una nana mamá, cantame una nana, que ya no tengo voz.
Desde lo más profundo de mis entrañas le he pedido esta mañana a mi madre muerta que me cante una nana, que yo viva , pero desposeída de mis hijos ya no tengo a quien cantársela. El 23 de agosto del 22 me atreví a denunciar al señor que cada vez que me veía sonreír demolía mi alegría, aquel del que me separé en abril de 2019 con una custodia compartida dada a la fuerza para que dejara de pisarme por los pasillos y decirme “gorda, ojalá te mueras de un cáncer rápido” delante de los niños, por hacer un resumen casi poético. Tenían 7 y 4 años. En el juicio no me dieron la Orden de alejamiento. No supe hiperventilar como lo hacen las maltratadas según esta sociedad y esta justicia, no supe porque decía la verdad. Su relato plañidero prevaleció. Desde entonces ya no es un señor demoledor, es un asesino de la madre. Dejó de cumplir el convenio, manipula los niños con una violencia vicaria estremecedora, también violencia directa a ellos y a mí. Hemos enviado mil plegarias en forma de denuncias y recursos por ahora desoídos (9 denuncias y tres recursos). Desde la última denuncia el 7 de febrero el señor que se parepatea en obtener la custodia para no cumplir por sus violencias, afilo los cuchillos mediante grabaciones constantes a los niños, cámaras en su casa, visita de los niños a su abogada para que “le diga la verdad”. Desde el 24 de febrero no he visto a mis hijos más que un día. No quieren ni hablar conmigo, a lo que el padre ayuda bloqueando las vías de comunicación y me huyen físicamente si me ven. He oído lo que el monstruo les obliga a decir, vicarizados, desorientados y buscando, como niños ahora de 11 y 8 años que son, al bueno y al malo. Ahora ya ha matado a la madre, ha violentado a la mujer, y ha robado a sus hijos la mujer que les dio y les dará la vida, con el perjuicio mental para mis dos niños. Cantame una nana mamá, cantame una nana, que ya no tengo voz.