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No somos nada ni nadie
El título no es ningún descubrimiento, ya lo sé. Es una sensación más o menos general que padece la ciudadanía en nuestro mundo global. Pero en lo que llevamos de finales del mes pasado y lo que va de este, la sensación va engordando a un ritmo demasiado acelerado.
Si empezamos por lo nacional, el espíritu ruidosamente vengativo, insultante y desaforado del PP demuestra no tener límites avasallando por Europa, por los juzgados y por los medios de incomunicación, además del Congreso, por supuesto. Su inquina sobre Teresa Ribera, la persistente influencia sobre jueces afines que parecen de la familia, y las entrevistas en que sus representantes más soliviantados repiten mantras escandalosos, superan lo imaginable, o al menos, los márgenes de mi imaginación.
Pero el síndrome de los dirigentes frustrados y, como consecuencia, ansiosos de venganza, se ha extendido de manera vertiginosa. No sorprende tanto en el caso Trump porque ya lo veíamos venir, aunque era difícil sospechar hasta qué nivel insano llegaría en la selección de acompañantes para el gobierno de EEUU. ¡Con lo desarrolladas que están en ese país la psicología y la psiquiatría! El juego de fichajes de Trump en los más altos cargos hace que cada día nos llevemos las manos a la cabeza como en el famoso cuadro “El grito” y con la misma expresión en el rostro.
¿Y qué hace Biden mientras tanto? Pues también se dedica al juego de los berrinches. Ya se sabe que niños y viejos reaccionan de maneras similares. Y a Biden le da por hacer antes de los dos meses de gobierno que le quedan, el capricho de jugar a la guerra sin cinturón de seguridad ni paracaídas. Y así decide declarar públicamente y sin avisar a Selenzky, que le manda un regalito de misiles y minas anti personas, casi inofensivas porque se autodesactivan en pocos días. No es cuestión de quedarse atrás en violencias y belicismos, como si el único capaz para esas lides fuese su cómplice y amigo Netanyahu. ¡Ah, sí! Y que eso de la orden de Justicia Internacional ni se les ocurra, que a su compadre no lo tocan los antisemitas del mundo, pobre Israel, que sólo se está defendiendo y la mala gente habla de crímenes de guerra y genocidio.
¿Alguien nos pregunta o escucha? Nada. Para los locos del poder somos lo que ya decía: nada ni nadie.
El título no es ningún descubrimiento, ya lo sé. Es una sensación más o menos general que padece la ciudadanía en nuestro mundo global. Pero en lo que llevamos de finales del mes pasado y lo que va de este, la sensación va engordando a un ritmo demasiado acelerado.
Si empezamos por lo nacional, el espíritu ruidosamente vengativo, insultante y desaforado del PP demuestra no tener límites avasallando por Europa, por los juzgados y por los medios de incomunicación, además del Congreso, por supuesto. Su inquina sobre Teresa Ribera, la persistente influencia sobre jueces afines que parecen de la familia, y las entrevistas en que sus representantes más soliviantados repiten mantras escandalosos, superan lo imaginable, o al menos, los márgenes de mi imaginación.