La primera vez que visité Gaza fue en la primavera de 2006. Acababa de convertirme en oficial de políticas de Oxfam cubriendo Israel y el territorio palestino ocupado. Llegué a Erez como el único pasajero que cruzaba entre Israel y Gaza. En el lado israelí había una cabaña de madera. Entrabas a través de una puerta y salías por otra hacia un largo pasillo que daba a un puesto de control palestino. Kamal, un conductor de Oxfam, me esperaba allí para hacer una pequeña expedición por Gaza. Entonces me dio un diario para agradecerme mi visita que he guardado durante todos estos años.
En ese momento, no me di cuenta que era una de las personas más amables del mundo.
Eso fue en 2006, un año antes de que el bloqueo completo comenzara. Israel acababa de firmar un Acuerdo sobre circulación y acceso con la Autoridad Palestina patrocinado por la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, en noviembre de 2005. Entre otras cosas, el acuerdo permitió que varios accesos se abrieran a la vez, de modo que los incidentes de seguridad en un cruce no detendrían el flujo de bienes en conjunto. A diferencia de hoy.
Eso no significa que el periodo de 2006 no fuese sombrío, ya que la ocupación israelí existía hace casi 40 años. Se mire por donde se mire, la gente en Gaza ya vivía entonces una vida diferente. Pero en ese momento, Israel no había impedido la entrada de mercancías y las negociaciones con lospalestinos eran bidireccionales. Cuando regresé a Reino Unido encontré fresas marcadas como 'Gaza' en mi supermercado local en Oxford. No las encontraré allí hoy.
En junio de 2007 viajé a Israel unas semanas después de que el gobierno comenzara el bloqueo completo de Gaza. Desde Jerusalén, nos dirigimos hacia el sur de la Franja. En el cruce de Sufa, vi carriles y carriles de camiones israelíes haciendo cola para entrar, había un soldado israelí -aparentemente amistoso- con un portapapeles siguiendo los movimientos del vehículo. Luego fuimos al cruce de Karni, una enorme terminal para almacenar las importaciones y exportaciones, con máquinas sofisticadas que podrían analizar con rayos x un contenedor entero de envíos en cuestión de minutos. Había carriles y carriles de entrada y salida de camiones hacia Gaza. Karni podría procesar unos 750 al día, pero no se veía ni un solo vehículo y todo parecía cerrado.
Cuando regresé a Jerusalén fui a ver a algunos diplomáticos. Pensaban que exageraba con la gravedad de la situación, y me dijeron que “el bloqueo terminaría en un par de semanas”. Lo cierto, es que ocurrió lo contrario.
Desde entonces, los grupos armados palestinos, entre ellos Hamas, han disparado cohetes causando temor y pánico en algunas partes de Israel, que ha restringido tanto el acceso al combustible y a la electricidad, como a la comida. Estos ataques contra civiles israelíes son despreciables y toda la población de Gaza ha pagado y sigue pagando por las acciones de unos pocos.
Más tarde, cuando volví a Gaza, me encontré con un edor insoportable. Las personas llenaban sus vehículos con aceite de cocina reciclado, en lugar de gasolina, que no llegaba por un bloqueo que nunca terminó.
El castigo colectivo continuó, y después de más de un año, la situación se tradujo en una oleada más trágica de violencia. Los cohetes palestinos seguían siendo el pan de cada día, asi como operaciones israelís como 'Plomo Fundido', durante la cual, Kamal arriesgó su vida trasladando de un lado a otro a muchas familias para recoger los pequeños tanques de agua de Oxfam para reemplazar a los que había sido destruídos por los ataques israelíes.
A principios de 2009 y después de que la crisis terminara, Oxfam tuvo que utilizar los escombros de los bombardeos para reconstruir los caminos que usaban los agricultores, ya que Israel no permitiría que los materiales de construcción fueran traídos desde fuera.
Podría seguir, pero no lo haré.