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Carta quinta: Vértigo ante la pausa

4 de abril de 2018

3687 kilómetros sólo este mes, el mes más corto del año.

Siempre cuento los kilómetros que hago con la furgoneta. Esta última vez, que me encontraba haciendo la suma para entregar mi hoja de trabajo del mes y así poder cobrar, me he dado cuenta en que nunca pienso en las horas que paso conduciendo.

He sentido algo como vértigo. He empezado a calcular, así, medio por arriba, medio por abajo, y me ha entrado miedo al pensar que quizás paso más tiempo al volante que despierta en mi propia casa.

Otro domingo más delante del ordenador: entrevistas, artículos que se saltan la fecha de entrega, proyectos y un libro que me recrimina que debo dedicarle más tiempo.

Esta noche, antes de quedarme dormida en el sofá, volveré a coger la agenda y de nuevo, reescribiré todo lo pendiente por hacer.

Me diré a mí misma una vez más eso de sacar una hora al día para escribir. Empezaré el lunes con ganas, como siempre intento. Es difícil y contradictorio a veces, mi trabajo y mi escritura: no pueden vivir por separado, pero también, hay muchos días en los que se echan demasiadas cosas en cara.

No sé cómo explicar este sentimiento inconsciente de culpabilidad que tenemos muchas mujeres cuando, simplemente, “no hacemos nada”. Esa sensación que he visto tantas veces en mi abuela y en mi madre, y que yo, de vez en cuando, sigo reproduciendo.

Como esa losa de hormigón que tienen encima todos los muertecitos que sus familiares decidieron dejar en el lugar que terminaría convirtiéndose en un pantano. ¿Serán ellos conscientes del peso que soportan?

Por lo menos, al fin, llueve de verdad.

Carta sexta: el cuerpo de un poeta

4 de abril de 2018