Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.
PP y PSOE llegan con necesidades diferentes a la campaña del 23J. El riesgo para el PP es no llegar a la mayoría absoluta en la suma con Vox y para ello no necesita tanto movilizar a los suyos como desmovilizar a la izquierda. El PSOE no puede apelar al voto moderado con la amenaza de Vox, sino con políticas sociales, porque el votante de centro siente más rechazo hacia los nacionalistas que hacia el partido de Abascal.
Sabemos que las campañas electorales son hoy más decisivas que hace varias décadas porque hay cada vez un mayor número de ciudadanos que decide su voto durante las dos semanas previas a las elecciones. Si en los años 90 casi todo el mundo tenía claro a quién votar antes de la campaña electoral y solo un 10% decidía durante los últimos días, en el momento actual el porcentaje de quienes decidirán durante la campaña, en el día de reflexión o el mismo día de las elecciones asciende al 37%. Esto significa que en los próximos días habrá casi 14 millones de ciudadanos decidiendo qué hacer el próximo 23 de julio.
Los dos principales partidos han llegado a este momento con distintas fortalezas y debilidades. Al PP, tal y como ocurrió en las últimas elecciones autonómicas, solo le puede ir bien, pues todo indica que va a mejorar significativamente su porcentaje de voto y el número de escaños. Así, el partido de Feijóo se enfrenta a las próximas elecciones con cierta comodidad. Es percibido como vencedor más probable por tres de cada cuatro ciudadanos, un porcentaje similar a quienes creían que Sánchez ganaría en las últimas elecciones generales. Tampoco le va mal en el resto de indicadores, pues cuenta con una alta fidelidad de voto, pocos indecisos, arranca más voto entre abstencionistas y nuevos votantes que el PSOE (según la preelectoral del CIS, aunque encuestas más recientes indican una mayor capacidad de movilización de los socialistas durante los últimos días), y su electorado está altamente motivado: prueba de ello es que los votantes populares se muestran mucho más convencidos de su victoria de lo que lo estaban los socialistas del triunfo de Sánchez en el 2019.
El problema principal del PP no es alejarse de la primera posición que todas las encuestas le otorgan. Sería raro que, dados los pronósticos electorales, no quedara primero en número de escaños. El riesgo para el PP es alejarse de una mayoría absoluta en la suma con Vox y tener que depender de unos aliados parlamentarios que, a día de hoy, son escasos. Feijóo es muy bien valorado entre los suyos pero, con la excepción de los votantes de Vox, Ciudadanos, Navarra Suma y Coalición Canarias, los del resto de partidos le otorgan un suspenso en su valoración. Para evitar llegar a un escenario donde los populares se quedan a las puertas de la mayoría absoluta Feijóo no necesita tanto animar a los suyos, como desmovilizar a la izquierda y cortocircuitar el aumento de apoyos a Sumar y al PSOE registrado durante los primeros días de la campaña electoral.
Para los partidos en el Gobierno, lo que pase durante los próximos días es más importante que para el PP, pues los votantes de izquierda están más indecisos y son los que en mayor medida decidirán su voto durante la campaña electoral. En este escenario, la ventaja para Sánchez es que el PSOE es percibido por la opinión pública como el partido más capaz en la gran mayoría de políticas, exceptuando la de seguridad, la economía y las infraestructuras, en las que el PP es favorito. Además, a pesar de que el presidente del Gobierno no tiene una valoración tan alta entre los suyos como el líder de la oposición, Sánchez es menos impopular que Feijóo entre el resto de votantes. Esto también tiene su reflejo en que el PSOE cuenta potencialmente con más aliados parlamentarios que el PP.
El desafío para el PSOE es que llega a estas elecciones con un votante más indeciso y menos movilizado, y con una opinión pública que es algo menos de izquierdas que hace cuatro años (la media ideológica ha subido ligeramente de 4,5 a 4,79). Además, sus apoyos en el centro-izquierda se han debilitado, mientras el PP ha conseguido hacer una incursión modesta pero significativa en este grupo, que cuenta con uno de los porcentajes más altos de indecisos. Por otro lado, el votante de centro (que se caracteriza por situarse en el 5 de la escala ideológica y representa uno de cada cinco electores) ha virado definitivamente hacia el PP en estos últimos cuatro años (en el 2019 el PSOE era el primer partido en intención de voto en el electorado de centro, ahora el PP le supera en más de 10 puntos).
Las razones del alejamiento del votante de centro de los socialistas y la incapacidad de Sánchez de aumentar sus apoyos entre este sector del electorado puede explicarse con los datos mostrados más abajo. El gráfico 1 mide el grado de afecto que sienten tres grupos de votantes (votantes del PSOE, del PP y votantes de centro) hacia los electores de distintos partidos. La escala de afecto se mide del 0 al 100, donde 0 significa que quien responde tiene sentimientos muy desfavorables hacia los votantes de un partido y 100 significa que tiene sentimientos muy favorables. Una valoración de 50 puntos significa que sus sentimientos no son ni favorables ni desfavorables.
Gráfico 1. Grado de afecto (0-10) hacia votantes de distintos partidos según ideología y partido
Como puede observarse, el grado de desafecto del votante de centro hacia los electores de Vox es menor que el que sienten hacia los de partidos nacionalistas. El votante socialista coincide con el votante de centro en su baja simpatía hacia quienes apoyan a EH Bildu, Junts per Catalunya o PDeCat, pero su desagrado hacia los votantes de ERC no es tan intenso. Este dato explica por qué el discurso del PSOE sobre el peligro que Vox representa no llega a un sector del electorado, el de centro, que es más sensible al discurso sobre la amenaza de los nacionalismos que el PP enarbola. Para convencer a ese electorado el PSOE no debe contraponer a Vox, sino la sanidad, la igualdad, las política sociales o las de medio ambiente, porque en esas políticas el votante de centro sí percibe al PSOE como el partido más capaz.
Sabemos que las campañas electorales son hoy más decisivas que hace varias décadas porque hay cada vez un mayor número de ciudadanos que decide su voto durante las dos semanas previas a las elecciones. Si en los años 90 casi todo el mundo tenía claro a quién votar antes de la campaña electoral y solo un 10% decidía durante los últimos días, en el momento actual el porcentaje de quienes decidirán durante la campaña, en el día de reflexión o el mismo día de las elecciones asciende al 37%. Esto significa que en los próximos días habrá casi 14 millones de ciudadanos decidiendo qué hacer el próximo 23 de julio.
Los dos principales partidos han llegado a este momento con distintas fortalezas y debilidades. Al PP, tal y como ocurrió en las últimas elecciones autonómicas, solo le puede ir bien, pues todo indica que va a mejorar significativamente su porcentaje de voto y el número de escaños. Así, el partido de Feijóo se enfrenta a las próximas elecciones con cierta comodidad. Es percibido como vencedor más probable por tres de cada cuatro ciudadanos, un porcentaje similar a quienes creían que Sánchez ganaría en las últimas elecciones generales. Tampoco le va mal en el resto de indicadores, pues cuenta con una alta fidelidad de voto, pocos indecisos, arranca más voto entre abstencionistas y nuevos votantes que el PSOE (según la preelectoral del CIS, aunque encuestas más recientes indican una mayor capacidad de movilización de los socialistas durante los últimos días), y su electorado está altamente motivado: prueba de ello es que los votantes populares se muestran mucho más convencidos de su victoria de lo que lo estaban los socialistas del triunfo de Sánchez en el 2019.