No me interpreten mal, no es mi intención efectuar una imprudente apuesta sobre los resultados de las próximas elecciones locales. Y menos en estos tiempos tan marcados por un electorado catalán con un comportamiento electoral tan volátil e imprevisible. No obstante, en estas líneas me gustaría señalar que nos encontramos ante un escenario electoral muy excepcional que podría favorecer que Guanyem Barcelona, liderada por la activista Ada Colau, se haga con la alcaldía de la ciudad condal.
Cataluña se encuentra desde hace décadas en un creciente proceso de fragmentación del sistema de partidos. Desde los años 80, no sólo los grandes partidos han ido cediendo votos a los más pequeños, sino que el sistema también ha sufrido una excepcional entrada de nuevas formaciones como Ciutadans, SI o la CUP. Como resultado de este proceso nos encontramos con que, en la actualidad, el Parlament de Cataluña cobija nada menos que siete partidos políticos.
En el caso de la ciudad de Barcelona, la fragmentación también ha seguido una senda muy similar. Como muestro en el gráfico 1, el número de partidos en el ayuntamiento de Barcelona ha ido creciendo a lo largo de las últimas décadas. Además, las últimas estimaciones realizadas por GESOP (El Periódico) o Feedback (La Vanguardia) indican que la fragmentación se ha disparado en los últimos años.
Pero, ¿por qué es tan importante para Guanyem Barcelona que el sistema de partidos de la capital catalana esté tan fragmentado? La clave se encuentra en el artículo 196 de la LOREG, el cual especifica el método de elección de los alcaldes (el mismo artículo que el PP quiere reformar ahora para regenerar nuestra democracia). El artículo especifica que si ningún candidato consigue la mayoría absoluta de los concejales, entonces el alcalde pasa a ser el cabeza de la lista más votada. Es decir, sólo se puede arrebatar la alcaldía al partido que ha obtenido más votos si existe un acuerdo entre el resto de partidos que supere el 50% de los concejales. Se trata de un requisito más exigente que en el caso de la elección del presidente del Gobierno o de la Generalitat, pues en estos casos basta con una mayoría simple (contar con más votos a favor que en contra, aunque no superen el 50%).
La enorme fragmentación electoral que vive Barcelona tiene importantes implicaciones a la hora de elegir un alcalde. La sopa de letras necesaria para poder alcanzar la mayoría absoluta es cada vez mayor, con partidos más variopintos ideológicamente. La dificultad para crear acuerdos de gobierno que superen el 50% de los ediles favorece que la candidatura más votada acabe siendo la que finalmente consiga la alcaldía. Y, hoy, en Barcelona, ante un panorama electoral tan fragmentado, no es necesario conseguir un porcentaje muy elevado para posicionarse en primer lugar.
Como muestro en el gráfico 2, el porcentaje de voto del partido más votado se ha reducido considerablemente. Si bien el partido ganador obtenía valores superiores al 40% de los votos durante las primeras décadas de democracia, en las de 2011 este porcentaje ya era de la mitad. Y todo indica que la creciente fragmentación provocará que este porcentaje pueda situarse por debajo del 20% en las elecciones locales de 2015.
Si tenemos como referente lo ocurrido en la elecciones europeas, la plataforma Guanyem Barcelona podría conseguir apoyos procedentes de ICV, del PSC y de la abstención, pero tendría más complicado arañar votos a ERC y a la CUP (de ahí la importancia estratégica de que esta última formación se adhiera al proyecto). Con ello, la plataforma liderada por Ada Colau podría situarse en el pelotón de partidos sin mayores complicaciones. Pero para colocarse en cabeza sería necesario algunos otros movimientos colaterales algo más complicados como un descenso de CiU sin que ERC creciera en exceso. En definitiva, se trata de un escenario complejo y con muchas variables en juego. Aún con ello, colocarse en primer lugar es hoy mucho más fácil que años atrás, cuando PSC y CiU conseguían porcentajes superiores a 40 y 30 por ciento respectivamente.
Todo ello indica que existen razones para pensar que Guanyem Barcelona tiene hoy posibilidades de hacerse con el consistorio de la ciudad condal. Aún no disponemos de información demoscópica que nos permita saber con precisión la fuerza electoral que puede conseguir la plataforma de Ada Colau. Tampoco sabemos aún qué fuerzas políticas se sumarán al proyecto y con qué habilidad se gestionará la plataforma en los próximos meses. En estas condiciones, aún es pronto para pronosticar resultados concretos. Pero la oportunidad para ganar Barcelona está ahí; ahora sólo falta aprovecharla.
En suma, queda aún mucho partido por jugar antes de las elecciones locales de 2015. Pero todo apunta a que en esta ocasión todo es posible, nunca antes la alcaldía de Barcelona había estado tanto en el aire. Es muy probable que, ante la imposibilidad de alcanzar mayorías absolutas, el acalde acabe siendo el cabeza de la lista más votada. Y, por primera vez, una candidatura con un apoyo relativamente bajo puede situarse en primer lugar. Ante estas condiciones, a Guanyem Barcelona se le presenta una oportunidad única para poder ganar la capital catalana.
No me interpreten mal, no es mi intención efectuar una imprudente apuesta sobre los resultados de las próximas elecciones locales. Y menos en estos tiempos tan marcados por un electorado catalán con un comportamiento electoral tan volátil e imprevisible. No obstante, en estas líneas me gustaría señalar que nos encontramos ante un escenario electoral muy excepcional que podría favorecer que Guanyem Barcelona, liderada por la activista Ada Colau, se haga con la alcaldía de la ciudad condal.
Cataluña se encuentra desde hace décadas en un creciente proceso de fragmentación del sistema de partidos. Desde los años 80, no sólo los grandes partidos han ido cediendo votos a los más pequeños, sino que el sistema también ha sufrido una excepcional entrada de nuevas formaciones como Ciutadans, SI o la CUP. Como resultado de este proceso nos encontramos con que, en la actualidad, el Parlament de Cataluña cobija nada menos que siete partidos políticos.