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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

El chotis de la reforma, o cuántos sistemas pueden ser alemanes

El chotis o chotís llegó a Madrid desde Viena presentado como Polca Alemana (1850); allí se le daba el nombre Schottish (“escocés”) para atribuirle un origen fabuloso, quién sabe por qué, a un simple baile agarrado. Ese fue el nombre que, después de mascullado, atrapó a los latinos. En realidad, al parecer, era de origen checo. En Madrid se bailaba sin salir de la baldosa. Digo yo que por eso gustaba, porque más tonto, como baile, no puede ser.

En la capital del chotis y en periodo de fiestas Ignacio González anuncia una comisión de estudio para “adaptar el sistema alemán” a la Comunidad Autónoma de Madrid. Resulta menos inadecuado usar lo de “alemán” para referirse a la que (parece ser) su propuesta que a otras que circulan, pero no deja de ser llamativo la insistencia en lo tudesco. Me pregunto cómo quedará, una vez roído por el gracejo madrileño, lo de Personalisierte Verhältniswahl, su nombre indígena. El nombre es también una etiqueta publicitaria (representación proporcional personalizada) que venía bien en 1949, cuando lo introdujeron, pero esa es otra historia.

A pesar de su nombre y de la publicidad, y mira que se ha estudiado, solo conozco una investigación que encuentre “cierto” efecto de la personalidad de los candidatos en las elecciones en Alemania. Me habré perdido otras pero, en general, el consenso de los investigadores dice que en las elecciones alemanas apenas cuenta otra cosa que los partidos. Se ha encontrado una y otra vez voto estratégico (votar al candidato del partido más próximo con más opciones -insisto, partido- y dejar el voto al partido más próximo para la lista), o voto doblemente sofisticado, repartir los dos votos de acuerdo con la coalición de partidos (¿he dicho ya que son partidos?) que deseo, como votante, que se forme. Efectos de personalización de la política, bastante poca cosa (cc César Molinas et al.). Sí se ha encontrado efecto de “voto personal” en la luminosa democracia rusa, por ejemplo, no sé si quieren que les cuente más; donde, por cierto, igual ellos no saben que usan un sistema que aquí llamaríamos “alemán”, aunque, expertos nuestros, mejor tener cuidado de no contarlo por allí si van a dar un seminario, que igual acaban como las Pussy Riots.

Yo creía que la obsesión por “el sistema alemán” era un morbo de juristas, que en nuestro país se encandilan mucho con lo prusiano. Pero leyendo un poco me encuentro que un economista al que respeto, Fernández Villaverde, se lanza a proponer un sistema electoral bastante discutible que remata con el adjetivo de marras. “El lector más agudo habrá visto que lo que propongo se parece mucho al sistema alemán con préstamos del americano.” Nos hacemos cargo de que “Nada es Gratis propone el sistema electoral mexicano” no tiene la misma pegada. Aunque eso es más o menos lo que se propone, como el lector más agudo puede comprobar. No hay más remedio que pitar falta técnica a esta introducción, y me atrevo a singularizarlo porque sé que es un señor que acepta la crítica: “Antes de entrar en detalles, déjenme que aclare dos cosas. Uno, el sistema que voy a proponer surge de muchos años de estudiar sistemas electorales, de dar clases sobre el tema y de leer la literatura relevante”

Interludio aclaratorio: un sistema electoral de dos tramos con compensación, como el alemán (o el neozelandés, por ejemplo) tiene poco que ver con un sistema electoral de dos tramos sin compensación (como el mexicano o el ruso). Se parecen en que los votantes tienen dos votos, para una persona y para una lista, a diferencia de las listas abiertas, en las que se marca a una persona de una lista, lo que abre posibilidades interesantes en el interior de los partidos, además de para el voto estratégico, y cosas así. Se diferencian en casi todo lo demás. En particular, en lo que más preocupa a partidos y ciudadanos por igual: el “alemán” es representación proporcional pura y dura, pero la mitad de los diputados son caras conocidas en los distritos –incluyendo a los perdedores, claro, que muchas veces se repescan en la lista, no sé si lo saben los fans de la personalización- el mexicano suma medio parlamento mayoritario y medio parlamento proporcional (en distritos grandes, pero no único) y por tanto no es proporcional, sino realmente “mixto”.

¿Qué quieren hacer en Madrid? En principio, un sistema compensatorio de dos tramos con dos votos, en casi todo como el alemán, con el detalle curioso de que solo se elige un tercio de los diputados (43) en distritos unipersonales (en lugar de la mitad) y el resto (87) a partir de listas. El sistema sería, como el actual, totalmente proporcional (salvo, como en Alemania, por la barrera de exclusión del 5%): cada partido tendría la cuota proporcional correspondiente de una asamblea de 129 diputados en función de sus porcentaje de votos de lista. Lo que sucede es que si a un partido le corresponden, digamos, 20, y ha ganado en cinco de los 43 distritos, pues de sus 20 diputados los cinco primeros son los candidatos de los cinco distritos unipersonales, y los otros 15 los primeros de la lista. Fácil.

La oposición ha dicho que de ninguna manera, incluyendo a un partido, el PSOE, que, en otras ocasiones, y por boca de su mismo Secretario General, ha apostado por un sistema “alemán” para el conjunto del país (claro, que puede que sea otro sistema alemán).

Personalmente, simpatizo mucho con la idea de que se prueben modificaciones institucionales en las comunidades autónomas, pero esta me tiene perplejo.

Lo más probable es que, salvo que hubiera alianzas, los 43 distritos los ganara el PP, aunque, insistamos, no por eso tendría ni un diputado más, y si las encuestas van bien encaminadas perdería igualmente la mayoría absoluta. La queja de que fomenta el bipartidismo (IU), o que refuerza al PP (PSOE), así al primer bote, no se entiende mucho. Salvo que se refieran a que el sistema subraya que el PP es el partido más votado, al ganar todos los distritos, pero eso solo cambia el envoltorio del resultado, no el resultado. Obvio que cambian más cosas, pero no eso que dicen, me parece.

El primer efecto que tiene, pero que no es evidente cómo afecta a cada partido, se refiere al control de las candidaturas por parte de la dirección. Por un lado, los ganadores de un distrito unipersonal no pueden ser removidos fácilmente de sus puestos por la jerarquía a la hora de confeccionar nuevas candidaturas, como sí se pueden “renovar” las listas. Por otro lado, la competición directa ofrece una forma de acceso para políticos ambiciosos que no tengan buenas opciones de entrar en las listas por cooptación: pueden ofrecerse para pelear por distritos difíciles o perdidos. Es más difícil negárselo, pero al hacerlo ganan crédito, y evidentemente todo ello limita el poder de control de la dirección, que querría siempre poder cooptar a todos. En mi opinión, por estas razones el PP quiere pocos distritos uninominales, para poder controlarlo lo mejor posible. Lo normal es que fueran la mitad de los escaños, pero eso aumentaría el número de posibles problemas.

¿Por qué hace el PP la propuesta si pierde cierto poder de control de las candidaturas? Desde UPyD han señalado que la propuesta del PP es solo una forma de arreglar un problema interno, lo que señala en una dirección que habitualmente es correcta en estos casos. Pero agradeceríamos que la oposición, UPyD u otros, explicara el detalle. En todo caso, a mí me parece que la idea verbalizada por Ignacio González de que los diputados electos en los 43 distritos podrían ser como una especie de coordinadores de los alcaldes me parece lo bastante siniestra y tenebrosa, prefigurando una red de clientelas, como para prestarle atención como motivo de la iniciativa. Tarea pendiente, insisto, para la oposición.

Yo ofrezco otro motivo por el que el PP puede estar interesado en este modelo: fomentar la división del voto entre IU y PSOE (es decir, el efecto contrario al que, desde IU, parecen temer). Al tener dos votos, los votantes cercanos a ambos partidos pueden intentar votar a ambos y terminar reduciendo la representación del PSOE, que no puede ser menor (ni mayor) de la que es con el actual sistema, porque es totalmente proporcional (evidentemente puede ser menor, si sigue cayendo en las encuestas, pero esa es otra cuestión). En particular, si algunos votantes del PSOE próximos a IU deciden dar al PSOE el voto de distrito unipersonal y a IU el de lista (pues lo contrario sería irracional, ya que IU no tiene opción de ganar distritos unipersonales) entonces estarían efectivamente aumentando los votos de IU sin que el voto que retienen para el PSOE sirva, en general, de ayuda. Con dos votos es más fácil hacer el tránsito de votar a IU en uno de ellos sin necesidad de cambiar de voto totalmente.

Es posible que esto le suceda a menudo al PSOE, un riesgo que apenas existe para el PP. En la encuesta postelectoral del CIS en las pasadas elecciones en Madrid se aprecia que los votantes del PP sienten mucha menos proximidad a otros partidos que los votantes del PSOE, y por tanto sería mucho más difícil que sintieran la tentación de repartir sus dos votos. El 13,1 % de los votantes del PSOE , y el 15,6 % de los del PP se sienten cercanos o muy cercanos a UPyD. Para el PP ahí se acaba todo, pues sus votantes están lejos de IU y apenas sienten proximidad por el PSOE. Se puede decir que el gusto es mutuo, pero incluso en el contexto de una gran lejanía hay más socialistas cercanos al PP (5,5 %) que populares cercanos al PSOE (1,8 %). No obstante, el “verdadero problema” del PSOE en este punto es que un 30,5 % de sus votantes dicen sentirse cercanos o muy cercanos a IU. No existe un potencial de acercamiento tan grande en ningún otro par de partidos. Además, no es mutuo en absoluto. Solo el 10,6% de los votantes de IU dicen estar algo cercanos al PSOE (ninguno muy cercano).

Qué motivo sea más importante, si una recolocación interna del poder de selección de candidatos, un deseo de establecer vínculos estables entre alcaldes diputados y gobierno en que se afiancen mutuamente en cordadas de favores y servicios, o una invitación a la oposición a dividirse lo más posible ante el eventual retroceso electoral del PP, no lo sé, pero habrá que prestar atención a las señales. Atentos al organillo.

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Fe de erratas: En una primera versión de este texto se decía erróneamente que la barrera de exclusión del sistema electoral era del 3% y no del 5%

El chotis o chotís llegó a Madrid desde Viena presentado como Polca Alemana (1850); allí se le daba el nombre Schottish (“escocés”) para atribuirle un origen fabuloso, quién sabe por qué, a un simple baile agarrado. Ese fue el nombre que, después de mascullado, atrapó a los latinos. En realidad, al parecer, era de origen checo. En Madrid se bailaba sin salir de la baldosa. Digo yo que por eso gustaba, porque más tonto, como baile, no puede ser.

En la capital del chotis y en periodo de fiestas Ignacio González anuncia una comisión de estudio para “adaptar el sistema alemán” a la Comunidad Autónoma de Madrid. Resulta menos inadecuado usar lo de “alemán” para referirse a la que (parece ser) su propuesta que a otras que circulan, pero no deja de ser llamativo la insistencia en lo tudesco. Me pregunto cómo quedará, una vez roído por el gracejo madrileño, lo de Personalisierte Verhältniswahl, su nombre indígena. El nombre es también una etiqueta publicitaria (representación proporcional personalizada) que venía bien en 1949, cuando lo introdujeron, pero esa es otra historia.