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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

El Estado y el Yo

Me gustaría incidir en una idea que puede resultar algo contraintuitiva: se puede defender, a la vez, una mayor responsabilidad individual y un estado de bienestar más fuerte. Porque son dos cosas distintas. Hablé de ello en Campo de batalla o de tenis, un artículo-respuesta a Cuando todo es campo de batalla de Manuel Cruz y quisiera en este post presentar unos pocos datos. Unos datos que, como mínimo, cuestionan la interpretación habitual sobre la relación entre responsabilidad individual y estado. Una interpretación que se puede resumir así: intentar responsabilizar más a los ciudadanos sobre el cuidado de su economía, de su salud, de sus pensiones representa una erosión de lo “colectivo”, de lo “público”, de la “política” o del “estado”.

Creo que no es así: allá donde se espera que los ciudadanos se responsabilicen de sus vidas – en lugar de responsabilizar a otros, ya sea al gobierno, a los banqueros, a Merkel o a quien sea – creo que, paradójicamente, los estados acaban funcionando mejor. Y no tengo una teoría sólida para afirmarlo, aunque sí algunas sugerencias de potenciales mecanismos que llevan del individualismo (contrapuesto a “estatismo”, entendido como confianza en el estado o en soluciones colectivas a los problemas) a tener unos estados mejores:

A) La responsabilidad individual, la autonomía individual, el individualismo se ha comprobado que tienen un efecto positivo sobre el crecimiento económico a largo plazo de los países. Por ejemplo, Gorodnichenko y Roland muestran cómo los países más individualistas – en contraposición a los más colectivistas – son los que crecen más. Y el desarrollo económico es un factor ligado a la calidad de gobierno y al estado de bienestar: sin crecimiento no se puede financiar un buen estado.

B) Por otro lado, si esperas que el estado te resuelva la vida, es posible que se establezca una competencia entre partidos políticos para efectivamente resolvértela: o bien dándote un trabajo en el sector público, o bien estimulando de forma cortoplacista la economía para que tengas un trabajo rápido en el sector privado, o bien protegiendo relativamente más a los que votan (pensionistas) frente a los que no votan (niños o futuras generaciones). Cuando la gente espera tanto de la política, los políticos hacen juegos malabares para contentar a todo el mundo….a todo el mundo que ha nacido y vota, claro. Algunos costes de tener políticos cortoplacistas: poca inversión en formación de capital humano, fomentar burbujas inmobiliarias y cultura del pelotazo, sistemas de pensiones poco sostenibles, desprotección del medio ambiente, etc. No hace falta ser un lince para ver que en España, como mínimo, ha habido bastante cortoplacismo político. No sé si esto se puede ligar a que los españoles tenemos unas expectativas altas de la política, que la entendemos como algo que sirve para darnos el pan nuestro de cada día. No estoy seguro y requiere mucha más investigación, pero, de entrada, me parece un argumento plausible.

C) Otra explicación es que la relación causal sea la inversa: los estados que tienen políticas sociales que garantizan igualdad de oportunidades e invierten en la generación de capital humano, permiten que sus ciudadanos disfruten de una autonomía individual mucho mayor que los países donde hay que confiar en los abuelos para cuidar a los niños.

Es posible que cada uno de estos mecanismos – y otros muchos que me dejo– contribuyan a explicar la relativamente contraintuitiva relación entre una mayor responsabilidad individual y un mejor estado.

Paso a los datos, elaborados por Lovisa Möller y un servidor para un proyecto de investigación de la Universidad de Gotemburgo. Me gustaría subrayar que son sólo ilustraciones empíricas superficiales. Son además, problemáticas desde el punto de vista científico pues, al tratarse de encuestas hechas en distintos países, tanto el idioma local como los elementos de referencia que los encuestados tomen a la hora de responder, dificultan la extracción de inferencias sólidas. Aún así, creo que apuntan en una dirección interesante…y opuesta a la que muchos, de entrada, pensarían.

El gráfico 1 muestra la media de la respuesta que los ciudadanos de cada país dan a una pregunta del European Values Survey . Los encuestados deben situarse entre 0 (“los individuos deben asumir más responsabilidad para proveerse a sí mismos”) y 10 (“el estado debería asumir más responsabilidad para asegurarse del bienestar de los individuos” (traducción mía libre).

Podemos ver que, a pesar de los potenciales problemas a la hora de comparar encuestas, los europeos tienen visiones bastante diversas de qué responsabilidad sobre sus vidas tienen ellos mismos o sus gobiernos. Mientras los italianos, españoles y griegos somos más partidarios de que el estado asuma más responsabilidad en nuestras vidas, los británicos, suizos o suecos parecen creer más en la responsabilidad individual.

El gráfico 2 muestra la relación entre el indicador de individualismo-estatismo y la fortaleza del estado de bienestar para cada país. El estado de bienestar está medido con un indicador que creo que recoge relativamente bien la capacidad redistributiva de los gobiernos (y que, como resultado, es bastante utilizado en la literatura). Captura hasta qué punto el estado, después de intervenir (mediante impuestos y transferencias) en la economía, es capaz de reducir la desigualdad que existe en el país. Es decir, si miramos la diferencia entre el coeficiente Gini (la medida de desigualdad más conocida) antes y después de impuestos/transferencias podemos hacernos una idea de cuán redistributivo nuestro estado es.

Como podemos ver, no existe una relación clara entre individualismo y redistribución. Y, si acaso, es ligeramente negativa: los países menos individualistas tienen estados de bienestar que reducen menos las desigualdades sociales.

Hay, desde luego, países que siguen el patrón del discurso convencional: mucho individualismo y poco estado del bienestar. El ejemplo emblemático sería el Reino Unido. Pero, como podemos ver, no hay muchos países como Reino Unido (o Suiza). Una posible explicación sería que, es tal nuestra fascinación por el Reino Unido (y sus políticos más controvertidos, como Thatcher), que hemos interpretado la retórica individualista thatcheriana y el desmantelamiento del estado de bienestar que se llevó a cabo con Thatcher como una especie de ley general inmutable. Más individuo implica menos estado y viceversa. Pero esto no tiene por qué ser así. Así, podemos ver varios países “individualistas” (Austria, Alemania, Suecia) con fuertes estados del bienestar.

El gráfico 3 pone en relación el indicador de individualismo con otra característica “deseable” de un estado: la calidad de gobierno (esencialmente, tener un gobierno eficiente y limpio de corrupción). En este gráfico se ve claramente cómo en aquellos países cuyos ciudadanos se sienten relativamente más responsables de sus vidas son los que presentan una mayor calidad de gobierno. Los países donde confiamos más en el estado (Grecia, Turquía, Italia, España) tenemos gobiernos percibidos como menos imparciales.

Enfatizo: no digo que exista una relación clara de causa y efecto entre estas variables. Simplemente que llama la atención la fuerte asociación entre individualismo y calidad de gobierno. Más importante todavía, aunque no existiera causalidad alguna entre estas variables – por ejemplo, porque alguien demostrara que en realidad todo depende de un gen X que tienen las poblaciones de unos países y no las de otros – los datos nos indican que no hay base empírica para responsabilizar de la crisis económica que sufrimos al “individualismo creciente” en España. Y éste es básicamente el mensaje que quería transmitir en este post. Si nos comparamos con los demás, ni somos muy individualistas (más bien, somos estatistas) ni ser individualista en general parece algo malo. El individualismo parece estar correlacionado con más crecimiento económico, con más calidad de gobierno y, además, no perjudica – si no que más bien parece beneficiar – el desarrollo de estados de bienestar redistributivos.

Los diferencias entre estos países de la OCDE no son, en todo caso, insalvables. Por ello, entiendo que no hay razones para ser pesimista - por ejemplo, pensando que nuestra cultura “estatista” es un lastre. Pero entiendo que sí hay razones para ser escéptico hacia las seculares narrativas anti-individuales a las que nuestras élites intelectuales son tan dadas.

Me gustaría incidir en una idea que puede resultar algo contraintuitiva: se puede defender, a la vez, una mayor responsabilidad individual y un estado de bienestar más fuerte. Porque son dos cosas distintas. Hablé de ello en Campo de batalla o de tenis, un artículo-respuesta a Cuando todo es campo de batalla de Manuel Cruz y quisiera en este post presentar unos pocos datos. Unos datos que, como mínimo, cuestionan la interpretación habitual sobre la relación entre responsabilidad individual y estado. Una interpretación que se puede resumir así: intentar responsabilizar más a los ciudadanos sobre el cuidado de su economía, de su salud, de sus pensiones representa una erosión de lo “colectivo”, de lo “público”, de la “política” o del “estado”.

Creo que no es así: allá donde se espera que los ciudadanos se responsabilicen de sus vidas – en lugar de responsabilizar a otros, ya sea al gobierno, a los banqueros, a Merkel o a quien sea – creo que, paradójicamente, los estados acaban funcionando mejor. Y no tengo una teoría sólida para afirmarlo, aunque sí algunas sugerencias de potenciales mecanismos que llevan del individualismo (contrapuesto a “estatismo”, entendido como confianza en el estado o en soluciones colectivas a los problemas) a tener unos estados mejores: