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El futuro de las ciudades

La distribución del espacio en las ciudades tiene consecuencias fundamentales para la calidad de vida de sus habitantes. Define la posibilidad de acceso a servicios básicos como los alimentos, la salud, y el ocio. Modula la viabilidad de los distintos modos de transporte y con ello estructura las interacciones entre habitantes, la movilidad entre el trabajo y el hogar, y el acceso a oportunidades educativas. Por estas y otras razones, el diseño urbano de una ciudad tiene un impacto notable en los patrones de desigualdad y en la salud medioambiental de los ciudadanos.

En un contexto de crecimiento de la población mundial, de migración a las ciudades, y de cambio climático en marcha es imprescindible acertar con el modelo urbanístico que debe promoverse de cara al futuro. En este sentido, el modelo urbano predominante en Estados Unidos es un modelo fallido, en especial en aquellas ciudades fuera del corredor noreste (Boston, Nueva York, Washington). Se trata de ciudades de desarrollo comparativamente reciente, como Los Ángeles, Phoenix, Atlanta, o Houston. El urbanismo de estas ciudades se explica, en buena medida, porque experimentaron su desarrollo más notable cuando el automóvil ya se había convertido en un bien de consumo de masas (enlace).

Este modelo se caracteriza por la baja densidad de población, la organización del espacio alrededor del automóvil, y la falta de áreas de uso mixto (enlace). Esto tiene varias consecuencias fundamentales: se crean zonas puramente residenciales y de baja densidad, con lo que el transporte público a esas zonas deja de ser sostenible (enlace). La ausencia de transporte colectivo junto al uso exclusivamente residencial hace que muchos servicios comerciales básicos como farmacias, supermercados, o restaurantes no sean accesibles salvo por automóvil. Un ejemplo de este tipo de desarrollo urbanístico se muestra en la siguiente fotografía. Como se puede observar, se trata de un barrio exclusivamente residencial, donde el transporte privado domina y no hay acceso fácil a pie ni por transporte público a mercados, peluquerías, o centros de salud, por poner algunos ejemplos.

Este tipo de urbanismo de baja densidad y de separación entre zonas residenciales y comerciales es más proclive a generar segregación, dificulta la movilidad social[1], fomenta la obesidad[2], y contribuye en mayor medida al efecto invernadero. Dados estos efectos negativos, varias ciudades de Estados Unidos están promocionando nuevos proyectos de transporte público, como tranvías (enlace) o trenes ligeros (enlace). Sin embargo, el problema heredado de la baja densidad urbana hace difícil que muchos de estos proyectos sean sostenibles (enlace).

En comparación con Estados Unidos, el espacio urbano en buena parte de Europa tiene un diseño más beneficioso. La estructura urbana básica de muchas ciudades europeas es muy antigua, anterior al desarrollo del transporte por automóvil, con lo que tiende a favorecer densidades de población más altas (enlace). Además, dado que este urbanismo enraizó cuando la mayor parte de los desplazamientos se hacían a pie, muchas zonas son de uso mixto, es decir, combinan usos residenciales, comerciales, y de ocio en el mismo espacio. Las dos siguientes fotografías reflejan este uso mixto: en un mismo espacio conviven viviendas con bajos comerciales de varios tipos, que atraen habitantes que se desplazan a pie. Este tipo de urbanismo favorece la sociabilidad, hace más sostenible el transporte público, y ayuda a limitar las emisiones de efecto invernadero.

El modelo europeo de ciudad, no obstante, se enfrenta ahora mismo a un desafío importante. Muchas ciudades europeas están experimentando simultáneamente una crisis de oferta y de demanda de vivienda. La población urbana sigue aumentando, cada vez más concentrada en grandes ciudades, a costa de zonas rurales pero también de ciudades medianas. Al mismo tiempo, la especulación, el turismo masivo y las plataformas como AirBnb están reduciendo la oferta de vivienda. De este modo, se produce un aumento notable de los precios de alquileres y compra-ventas de vivienda que hace que muchos de los barrios con mejor diseño urbano pasen a ser inasequibles para muchos ciudadanos. Eso puede observarse en ciudades como Amsterdam, París, Barcelona, Madrid, o Berlín (enlace). El incremento del coste de la vivienda expulsa a población fuera de los centros de las ciudades, a zonas urbanizadas más recientemente, sin las restricciones que se dieron en los centros.

Esta mayor flexibilidad en las zonas de desarrollo actual plantea la necesidad de acertar con el modelo a seguir. En muchas zonas suburbanas de Madrid, por ejemplo, se siguió el modelo estadounidense de baja densidad y de separación drástica entre zonas comerciales y zonas residenciales. Eso se puede observar en municipios como Majadahonda, Las Rozas, o Pozuelo de Alarcón. De construcción más reciente, barrios como Las Tablas (véase foto más abajo), presentan mayor densidad, pero no han hecho mucho énfasis en la combinación de usos mixtos y tienden a hacer a sus habitantes bastante dependientes del vehículo privado. Por esta razón, debemos aprender las mejores lecciones de nuestro patrimonio urbanístico y fomentar un urbanismo sostenible y sano. Nos jugamos mucho en ello.

[1] Ewing et al. 2016. “Does Urban Sprawl Hold Down Upward Mobility?” Landscape and Urban Planning 148: 80-88.

[2] Garden et al. 2009. “Impact of Urban Sprawl on Overweight, Obesity, and Physical Activity in Sidney, Australia” Journal of Urban Health 86(1): 19-30.

La distribución del espacio en las ciudades tiene consecuencias fundamentales para la calidad de vida de sus habitantes. Define la posibilidad de acceso a servicios básicos como los alimentos, la salud, y el ocio. Modula la viabilidad de los distintos modos de transporte y con ello estructura las interacciones entre habitantes, la movilidad entre el trabajo y el hogar, y el acceso a oportunidades educativas. Por estas y otras razones, el diseño urbano de una ciudad tiene un impacto notable en los patrones de desigualdad y en la salud medioambiental de los ciudadanos.

En un contexto de crecimiento de la población mundial, de migración a las ciudades, y de cambio climático en marcha es imprescindible acertar con el modelo urbanístico que debe promoverse de cara al futuro. En este sentido, el modelo urbano predominante en Estados Unidos es un modelo fallido, en especial en aquellas ciudades fuera del corredor noreste (Boston, Nueva York, Washington). Se trata de ciudades de desarrollo comparativamente reciente, como Los Ángeles, Phoenix, Atlanta, o Houston. El urbanismo de estas ciudades se explica, en buena medida, porque experimentaron su desarrollo más notable cuando el automóvil ya se había convertido en un bien de consumo de masas (enlace).