Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

¿Genera desafección Podemos?

El relato que hace Podemos sobre la situación de nuestro país contiene, en mi opinión, tres ingredientes: el pesimismo, la descalificación y el juego de palabras. ¿Qué significa esto?

En primer lugar, la formación de Iglesias, Monedero, Errejón y Bescansa han puesto un espejo ante la sociedad. Se dedican a reproducir los sentimientos de la gente, reafirmando el estado de desolación por el que pasa nuestro país. Es cierto que la situación es de una extrema gravedad. La desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones y hacia los dirigentes de partidos, bancos o sindicatos está en sus máximos. Cada nuevo caso de corrupción no hace más que reafirmar un estado de ánimo de indignación. Pero los dirigentes de Podemos, en lugar de hacer un mensaje en positivo y poner sobre la mesa propuestas creíbles y viables, se recrean en este estado de ánimo, añadiendo más leña a la indignación. Su discurso es pesimista y catastrofista, aumentando la desconfianza que ya hay en España.

En segundo lugar, una de las palabras claves en el discurso de Podemos es “casta”. No lo dicen con muy buenas intenciones, sino que persiguen descalificar al rival. Sobre los partidos tradicionales realizan todo tipo de acusaciones, dejándoles en una muy mala situación ante la opinión pública. Es cierto que los escándalos que se están conociendo refuerzan esta percepción ciudadana. Pero tan equivocado es minusvalorar estos casos de corrupción como generalizar sobre los dirigentes políticos de nuestro país.

Lo que más me interesa de esta parte del discurso es que muestra una gran coincidencia con las estrategias de la crispación y el negativismo político. ¿Por qué se define este tipo de estrategia de comunicación? La crispación “se caracteriza por el tono duro, llegando al insulto, y por la confrontación con el Gobierno en ciertos temas, espe­cialmente los que no se sitúan en el eje izquierda–derecha, rom­piendo todos los consensos” (Claves de la Razón Práctica, 2008, nº 181, página 52). El Partido Popular la ha usado en España en repetidas ocasiones y como confesó Gabriel Elorriaga en una entrevista a Financial Times, lo que perseguían era la abstención de los votantes socialistas.

Podemos también ha aprendido de esta estrategia de comunicación. Su discurso está poblado de descalificaciones constantes a las formaciones políticas tradicionales, a quienes llama los “partidos de la casta”. Cualquier afirmación que haga un dirigente del PP o del PSOE queda automáticamente invalidada para los líderes de Podemos por el mero hecho de pertenecer a esos partidos, indistintamente de quien la diga, el tiempo que lleve en política o cuál sea el contenido de esa afirmación. Se trata, por lo tanto, de menospreciar al rival y descalificarle.

En tercer lugar, el discurso de Podemos está lleno de juegos de palabras. ¿Qué significa esto? Un ejemplo lo puede aclarar. Uno de sus argumentos favoritos es decir que estamos ante el final de un régimen. Pero en realidad, en España no ha habido un régimen desde 1978, sino una democracia con imperfecciones. Referirse a nuestra democracia como régimen no es inocente. En realidad, lo que persiguen es aprovecharse de un estado de ánimo ciudadano para hacer una enmienda a la totalidad a nuestros últimos 35 años. Un análisis riguroso no nos muestra la España que relata Podemos. Desde 1978 se han producido numerosos fenómenos desconocidos en nuestra historia como país: se han reducido las desigualdades, se ha construido un estado del bienestar, los ciudadanos hemos elegido a nuestros gobiernos en elecciones libres y competidas… Desde luego que también nos encontramos con episodios lamentables de corrupción, partidos cada vez más endogámicos, un sistema productivo con algunos oligopolios… Pero no todo ha sido un error y puesto en una balanza, hay más elementos positivos que negativos. Con los juegos de palabras, Podemos pretende obviar todo lo positivo que hemos hecho como sociedad, alimentando la creciente desafección ciudadana.

En definitiva, el discurso de Pablo Iglesias y sus compañeros no sólo presenta una España pesimista y desolada, sino que además descalifica a los rivales y juega con las palabras de forma tramposa. Todos estos ingredientes pueden estar aumentando la desafección en nuestro país. O como decía al principio, siendo Podemos fruto de la crisis política, pueden estar generando más crisis política.

Seguramente, dado que escribo en Piedras de Papel, muchos lectores esperarán que muestre una fuerte evidencia empírica que demuestre esta relación entre el discurso de Podemos y la desafección ciudadana. Dado que no he podido hacer una investigación experimental, sólo se me ocurren dos argumentos. En primer lugar, sí que existe una fuerte evidencia empírica en la literatura donde se demuestra que los mensajes negativos reducen la participación electoral y refuerzan las predisposiciones políticas de los individuos (ver Stephan Ansolabehere y Shanto Iyengar, 1995, Going Negative: How Political Advertisements Shrink and Polarize the Electorate, New Yor: Free Press). Es decir, cuando a los ciudadanos se les somete constantemente a mensajes negativos, pesimistas y descalificaciones del rival, acaban reforzándose en su estado de ánimo. Por ello, en la medida que Podemos utiliza estos ingredientes en su discurso, acaba reafirmando a los españoles en su desafección y desolación hacia nuestra democracia.

En segundo lugar, una aproximación al estado de ánimo de los votantes de Podemos nos lo suministra el último barómetro del CIS que contiene intención directa de voto (Julio 2014). En él también se pregunta por el grado de felicidad del entrevistado, siendo 0 “completamente infeliz” y 10 “completamente feliz”. Como se puede ver en el siguiente gráfico, los votantes de Podemos están en una situación intermedia y aparecen menos felices que los electores de formaciones tradicionales. Aún suponiendo que puede haber un sesgo de selección previo, no parece que la aparición de Podemos les haya llenado de una felicidad mayor de la que disfrutan los votantes de los “partidos de la casta”, usando las palabras de Pablo Iglesias. De hecho, el pasado lunes tuve la suerte de participar en una mesa de debate junto a Carolina Bescansa y José Pablo Ferrándiz. En ella analizamos la situación política del país utilizando datos de opinión pública. Carolina Bescansa concluyó su intervención diciendo: “la situación del país ha provocado el voto triste, hace muchos años que la gente vota con tristeza, sobre todo al PP y al PSOE”. Pero viendo los datos del CIS, parece ser que los votantes de Podemos están todavía más tristes.

Coincidiendo con el arranque de la Asamblea Ciudadana “Sí se puede”, publiqué un análisis el el País intentando explicar el éxito de Podemos. El párrafo final generó cierto revuelo en la red. En él afirmaba que “una de las paradojas de Podemos es que siendo producto de la crisis política, su forma de hacer política está contribuyendo a la desafección. Es decir, recuperar la confianza en la política implicará algo más que decir lo que la gente quiere escuchar, justamente la base del éxito de Podemos”. Muchos no entendíeron ni compartían esta conclusión. Creo que era necesario desarrollar un poco más mi argumento.

El relato que hace Podemos sobre la situación de nuestro país contiene, en mi opinión, tres ingredientes: el pesimismo, la descalificación y el juego de palabras. ¿Qué significa esto?

En primer lugar, la formación de Iglesias, Monedero, Errejón y Bescansa han puesto un espejo ante la sociedad. Se dedican a reproducir los sentimientos de la gente, reafirmando el estado de desolación por el que pasa nuestro país. Es cierto que la situación es de una extrema gravedad. La desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones y hacia los dirigentes de partidos, bancos o sindicatos está en sus máximos. Cada nuevo caso de corrupción no hace más que reafirmar un estado de ánimo de indignación. Pero los dirigentes de Podemos, en lugar de hacer un mensaje en positivo y poner sobre la mesa propuestas creíbles y viables, se recrean en este estado de ánimo, añadiendo más leña a la indignación. Su discurso es pesimista y catastrofista, aumentando la desconfianza que ya hay en España.